Publicado el 8 diciembre, 2017
Hay algo tras la luz de la januquiyá que nos traslada mágicamente a nuestras más bellas ilusiones de infancia. Vacaciones escolares. Grandes reuniones familiares. Encendido público de un gran candelabro. Moneditas de chocolate. Vueltas infinitas del sevivón. Restos de sufganiá en el rostro, acompañado de sonrisas y risas.