Año tras año, la noche precedente al séder, el padre recorre la casa alumbrado por la luz de una vela, los hijos caminan tras él, buscan diez pedazos de jametz escondidos previamente por la madre de los niños.
Cierto, el Todopoderoso liberó hace ya siglos a nuestros antepasados, pero uno se pregunta: ¿También a nosotros y a nuestros hijos, y a los hijos de nuestros hijos?
Quisiera enfocarme en un mensaje en particular. Sabemos que la noche del séder está llena de simbolismos que nos ayudan a recordar y recrear la salida de Egipto.
La exploración y utilización del espacio ha sido el logro tecnológico más complejo de nuestra época, y a la vez el que genera un mayor impacto emocional.
Aunque de joven cambiaba frecuentemente de residencia debido a los trabajos de su padre, en líneas generales el joven Jacob creció alrededor del distrito idish, por lo que no era ajeno a sus teatros, en los que ocasionalmente aparecía en escena como extra.
Damas y caballeros, ustedes saben mucho más idish de lo que creen saber”, dijo Kafka, durante una conferencia ofrecida al público judío de Praga cuando lo invitaba a asistir al teatro idish.
El surgimiento del idish (yiddish según la grafía que ha adoptado la exposición), hace más de mil años, fue un proceso que los filósofos, sociólogos e historiadores de hoy llamarían “emergente”: algo espontáneo, necesario y útil.