Tishá Be Av, el noveno día del mes de Av, es un día de duelo para los judíos. Es el día en que se recuerda la destrucción de los dos templos de Jerusalén, así como una serie de tragedias que han sucedido en el pueblo judío a lo largo de la historia.
Con tan solo una superficie de 20.770 km², Israel se ha convertido en un país moderno gracias a su infraestructura y avances tecnológicos. También tiene grandes ventajas para el turismo, que se ha posicionado como una industria fundamental para el país.
En Israel y muchos otros países se ha desatado un enorme escándalo, tras descubrirse que muchos millones de dólares de los fondos que recibe como ayuda humanitaria World Vision, una ONG cristiana evangélica internacional, fueron desviados al grupo terrorista Hamás.
Los periodistas y líderes políticos tienen una misión común, que a menudo hace que sus intereses se vean enfrentados: promover una mejor sociedad.
No he podido sacar de mi memoria la imagen del papa Francisco en días recientes, en su visita al campo de concentración de Auschwitz.
El líder supremo de Irán, Alí Khamenei, condenó los publicitados encuentros recientes entre funcionarios israelíes y sauditas, calificándolos de ser un ataque contra el Islam.
Ya entrando en las horas cruciales y conmemorativas de una de las fechas más tristes de nuestra historia como pueblo, quiero entregarles a mis queridos lectores dos conceptos reflexivos de Tishá BeAv.
Nuestros sabios dicen que cuando el rey Salomón construyó el sagrado templo, sabía que estaba destinado a ser destruido.
Dos miradas expresan el avance y progreso que Israel ha tenido en sus 60 años.