Eli Suli
Esta increíble historia se inició en 1557, cuando el príncipe Sebastián se coronó como rey de Portugal. Era hijo del príncipe Joao de Portugal, y sucedió a su abuelo Joao III cuando solo contaba tres años de edad. Por lo tanto, la regencia quedó a cargo de la reina viuda, Doña Catalina, hasta que Sebastián fue declarado mayor de edad en 1568.
El gobierno portugués había estado analizando la posibilidad de conquistar Marruecos para poder contrarrestar el aumento de la presencia militar otomana, porque los turcos serían una amenaza contra la seguridad de las costas portuguesas, así como por razones de estrategia comercial.
Esta idea pasó a convertirse en una obsesión para el nuevo y joven rey de Portugal. Sebastián encontró el momento idóneo para invadir Marruecos cuando el depuesto sultán marroquí Muhamad al-Mutawakil lo invitó a participar en la recuperación de su trono, que le había usurpado por Abu Marwan Abd al-Malik. Sebastián acudió en auxilio del depuesto sultán, gastándose en ello gran parte del tesoro portugués. También contó con el apoyo económico y logístico de su tío, el rey Felipe II de España, quien aportó al proyecto muchas de sus tropas.
El ejército portugués desembarcó con 17.000 soldados en el puerto de Arcila, a unos 40 kilómetros de Tánger, para dirigirse a la ciudad de Alcazarquivir de camino a Fez. Pero sucedió que entre los soldados del ejército portugués había enrolados algunos anusim (judíos secretos, convertidos por la fuerza al cristianismo) portugueses. Dos de esos anusim se dirigieron a los judíos de la ciudad de Alcazarquivir, para revelarles que el rey Sebastián, antes de embarcarse a Marruecos, había estado en una iglesia de Lisboa, donde juró que si vencía en la batalla lo primero que haría sería obligar a todos los judíos de Marruecos a convertirse al cristianismo y “pasaría a cuchillo a todo judío que no aceptara la conversión”, tal como había hecho su bisabuelo, el rey Manuel I, con la población judía de Portugal.
“Batalla de Alcácer-Quibir”. Detalle de la única representación conocida de la batalla, publicada por Miguel Leitão de Andrade en la obra Miscelânea (1629). Museo del Fuerte de Ponta da Bandeira, Lagos, Portugal
(Imagen: Wikimedia Commons)
Cuando la comunidad judía de Marruecos se enteró del plan del rey portugués, entró en pánico. Ante tal situación, los rabinos marroquíes decretaron para todos los judíos de Marruecos un día de ayuno y oración, así como la reina Ester lo había hecho según la historia de Purim, implorando a Dios por la salvación.
El 4 de agosto de 1578 tuvo lugar el inicio de la famosa Batalla de Alcazarquivir, también conocida como “Batalla de los Tres Reyes”, que enfrentó en forma encarnizada a las fuerzas portuguesas y a las de los dos pretendientes al trono de Marruecos.
Lo increíble fue que en esa batalla murieron los tres reyes: los sultanes que se disputaban el trono de Marruecos y también Sebastián I de Portugal. Asimismo perdieron la vida muchos de los familiares del rey Sebastián, incluso los más “grandes” de la nobleza portuguesa. La muerte de los tres reyes en un mismo campo de batalla causó un gran asombro en aquella época.
Ese evento histórico tuvo un impacto demoledor. Cuando la noticia de la derrota militar llegó a Portugal, el pueblo entero se vistió de luto, ya que cada familia portuguesa tenía algún miembro en el ejército aniquilado. Además, la muerte del rey Sebastián dejó a Portugal inmerso en un gran desconcierto, pues aparte de producirse un vacío político, también quedó totalmente en bancarrota.
Una página manuscrita de la Meguilá de Sebastián IShV
(Imagen: Enlace Judío)
Por su parte, cuando los judíos de Marruecos se enteraron de la noticia de que fueron salvados de caer en manos de Sebastián vieron en ello un castigo divino contra la dinastía real portuguesa, porque la muerte de su último integrante sucedió en el mismo lugar donde se había refugiado la mayor parte de los judíos expulsados de Portugal décadas antes. Además, los soldados portugueses fueron hechos prisioneros y vendidos como esclavos en Fez, precisamente en los mismos lugares donde se habían refugiado los judíos expulsados.
Los rabinos de Marruecos decretaron que, de ahí en adelante, el 1 de Elul fuese llamado “Purim Sebastián IShV” (abreviatura de Imaj Shemó Vezijró, que en hebreo significa “que desaparezcan su nombre y su recuerdo”), y que fuera un día de alegría y regocijo igual a la fiesta de Purim. En esa fecha no se trabajaría para poder ocuparse de dar tzedaká (caridad-justicia), y mishloaj manot (obsequios), igual que en Purim.
Todo esto fue escrito en una Meguilá (pergamino), del cual aún hoy día existen copias en Israel, que son leídas en las sinagogas o en las casas el primer día del mes de Elul, en recuerdo del milagro sucedido a los judíos marroquíes en el año 1578 (5338).
Dios, una vez más, evitó la masacre de miles de judíos que habrían preferido morir por Kidush Hashem (santificando el nombre de Dios) antes que renegar de su religión.
De esta manera, se repitió el milagro de Purim en tierras marroquíes.
Fuente: Enlace Judío.
Versión NMI.