Rachel Chocrón de Benchimol
Después de haber experimentado la cercanía de Dios en el mes de Elul, y luego de celebrar el comienzo del año con Rosh Hashaná, la expiación de nuestros pecados en Yom Kipur, y la conmemoración de la máxima alegria con Sucot, Sheminit Atzéret y finalmente Simjat Torá, retornamos sin más a nuestra rutina de vida, enfrentando el reto de vivir el día a día con nuestras propias preocupaciones, pero con el claro objetivo de conservar nuestra fe en Dios a pesar de las pruebas personales de cada quien.
Está escrito que después de Simjat Torá la Shejiná (presencia de Dios entre nosotros) se va alejando poco a poco hasta llegar nuevamente al Cielo, después de haberse hecho presente, de forma entrañable y misericordiosa,desde el comienzo del mes de Elul hasta casi terminado Tishrei y sus festividades. Es por esto que sentimos una tristeza y nostalgia evidentes,que embargan nuestro espíritu y ánimo, cuando ya se acerca el momento de abandonar la sucá y el regocijo de las distintas celebraciones en familia.
Después de todo esto, como dije anteriormente, volvemos a retomar el rumbo de nuestras vidas, enfrentando retos y trazándonos nuevas metas, como resultado de la introspección realizada a lo largo de las festividades que recién concluimos en días pasados.
Después de dar por sentado el regalo de un año más de vida por parte de nuestro Creador, es menester, aparte de agradecerle de día y de noche, saber aprovechar al máximo esta nueva oportunidad sin despreciar ni un solo segundo, y dándole sentido a lo más preciado que poseemos, que es nuestra vida.
En esta nueva hoja en blanco que se nos otorga, debemos trazar un mapa de ruta orientado hacia el cumplimiento de mitzvot y actos de jésed y solidaridad con nuestro prójimo.
Aparte del cuido de nuestro cuerpo, de su salud física y mental, debemos alimentar nuestra alma con actos de bien, disfrutando del placer de dar, ayudar y dar un sentido de utilidad y pragmatismo a nuestra existencia, basada en lo que Dios espera de cada uno de nosotros.
Una frase que con humildad suelo trasmitir es que pasemos por la vida intentando dejar huella, y que no, por lo contrario, la vida pase por nosotros solo atendiendo cuestiones mundanas, superfluas e innecesarias. Busquemos trascender haciendo jésed y mitzvot. Lamentablemente, estos tiempos que vivimos así lo ameritan y exigen. Exigen dar el máximo de nuestro potencial, para aportar algo de luz al panorama oscuro que nos rodea.
Sigamos todos juntos, construyendo con esfuerzo nuevos y relevantes capítulos de la historia de nuestra querida kehilá de Venezuela. Pidámosle a Dios de corazón que todo lo que nos mande sea bueno y que, aún más, nuestros ojos lo vean como bueno.
Aportemos lo mejor de cada uno de nosotros, y de seguro Dios pondrá Su bendición prontamente para ver resurgir con más fuerza y ánimos, Torá y mitzvot, esta comunidad sin igual, preparada sin duda para volver a recibir a esa juventud espectacular que tanto extrañamos y necesitamos, para volver a ser en número y en calidad la mejor kehilá en todo el mundo.
Amén ve amén.