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H ace un par de semanas escribí sobre la fragilidad de la línea que divide la banalización de la Shoá de las lecciones que se pueden desprender de todo lo que sucedió durante el período nazi (NMI Nº 2054). Para ilustrar el caso venezolano, tomé como ejemplo una imagen que se difundió en las redes sociales que pretendía, inadecuadamente, hacer empatía con sectores de la oposición en su enfrentamiento con el gobierno. Lejos estaba yo de saber que recién se abría la temporada de banalizadores de la Shoá en Venezuela.
A los pocos días tuvo lugar el conocido y muy comentado incidente de “escrache” en la playa Bondi, en Australia, seguido días después por otros similares dentro y fuera de nuestras fronteras. Casi de inmediato se dieron declaraciones al más alto nivel del gobierno, que fueron trasmitidas a través de los medios de comunicación del Estado, en las que se comparaba el fenómeno de la intimidación pública de funcionarios del gobierno y sus familiares (nuevo en Venezuela, pero de cierto arraigo en otros países) con la persecución que lanzaron los nazis contra los judíos en el preludio de la Shoá. Para más detalle, en el incidente australiano, la condición judía de quien lo grabó fue utilizada para reforzar la comparación, pretendiendo invertir con ello las posiciones de víctimas y victimarios de la Shoá, estrategia que suelen utilizar sus negadores.
La historia debe servir para algo, por eso es útil y necesario confrontar episodios; sin embargo, es inválido hacerlo entre iniciativas de particulares, por más cuestionables que sean, y acciones de Estado, que en el caso del nacional-socialista, empezaron con el señalamiento a los judíos como responsables de los males que aquejaban a Alemania, y terminaron con el exterminio de seis millones de ellos en casi toda Europa.
Para la mayor parte de la sociedad occidental, Hitler y sus secuaces representan el mal absoluto, y por ello, equipararlos con el adversario parece traer dividendos políticos. Esta es práctica habitual entre los que intentan deslegitimar a Israel en el conflicto con los palestinos, y parece haberse adoptado en Venezuela con relación a la disputa gobierno-oposición. La manipulación mediática comienza con crear el contexto, para lo cual se narran brevemente algunas de las atrocidades cometidas por los nazis, lo que suele hacerse con poca rigurosidad histórica. Sin tomar en cuenta lo último, podríamos aceptar la farsa aleccionadora. Pero a continuación se lanza al aire, para deleite de los seguidores, la desafortunada comparación entre esos actos y los del adversario local, lo que se hace a costa de la memoria de la Shoá y muchas veces intencionadamente en contra de ella. En la tragedia que hoy vive Venezuela, los chavistas no son ni los judíos ni los nazis del siglo XXI y tampoco son, ni unos ni otros, los dirigentes y los simpatizantes de la oposición.
Los antisemitas suelen acusar a los judíos de no saber pasar la página de la Shoá y de explotar su recordación. ¿A qué prejuicio responde su manipulación para beneficio mediático o político? Debemos insistir en el carácter único e incomparable de la Shoá; guardar su memoria en su justa dimensión obliga a estar alertas de todo aquello que apunte hacia su relativización, banalización o negación.
Me preguntaron si seguiré escribiendo sobre este asunto. En realidad, anhelo que cierre la temporada de banalizadores para no estar tentado de hacerlo.