Cómo un idioma al borde de la extinción representa la fe y la fortaleza del pueblo judío
Eve-Lynn Gardner
Siendo una niña judía que creció en Nueva York a finales del siglo XX, me parecía que todas las personas equiparaban a los judíos y al judaísmo con tres cosas: béiguels, salmón ahumado e idish, un idioma que me sonaba muy flemático. Las razones para estas asociaciones durante mi infancia y adolescencia indiscutiblemente se veían afectadas por la exposición cultural proveniente de los casi 500.000 judíos de Europa Oriental que se asentaron en el Lower East Side de Manhattan durante los primeros años del siglo XX, buscando refugio de las interminables persecuciones y pogromos que plagaron a sus comunidades durante siglos.
El colosal éxito de la adaptación de la historia de Shalom Alejem sobre el lechero Tevie en el musical de Broadway en 1964 y película de 1971 El violinista sobre el tejado, hicieron que la sociedad norteamericana conociera más las tradiciones judías ashkenazim.
Para muchos en Nueva York y en todo el país, los judíos de Europa Oriental, sus costumbres y su idioma singular se convirtieron en sinónimo de todos los judíos, a pesar de que había numerosas comunidades judías sefardíes (cuyos ancestros llegaron de la Península Ibérica y los países árabes). El primer grupo de colonos judíos que llegó a Nueva Ámsterdam (hoy en día Nueva York) en 1654 fueron judíos sefardíes de Brasil, y la Sinagoga Touro en Rhode Island fue construida en 1763 por los sefaradíes que vivían en el lugar.
Yo nunca pensé demasiado respecto a que los judíos somos un pueblo diverso, ni que los judíos en mi comunidad tenían ancestros de otros lugares, no de Europa Oriental, hasta que me comprometí y me casé con el amor de mi vida, y descubrí que la madre de su padre y su familia no hablaban ni una palabra de idish.
¿Abuelos judíos que no hablaban idish? ¿Qué hablaban cuando emigraron a Estados Unidos si no sabían idish? (Lamentablemente, descubrí que no soy la primera judía asquenazí que reacciona de esa manera hacia los judíos que no provienen de Europa Oriental. Mi esposo me aseguró que no fui ofensiva al respecto… solo curiosa).
Ellos hablaban un idioma que yo nunca había escuchado: ladino.
El ladino es un dialecto medieval judeo-español que puede incluir palabras del árabe, turco, griego, francés e italiano. Es un idioma hermoso, cuya existencia es la evidencia histórica de un pueblo que se rehusó a abandonar su fe judía y desaparecer en las comunidades que los rodeaban, escogiendo huir de sus respectivos países, abandonar la mayoría de sus bienes y posesiones (si no todas) en vez de dejar de vivir abiertamente como judíos. La familia de mi suegro es parte de esta orgullosa y trágica historia sobre la que yo, y muchos otros, sabemos tan poco.
Los padres de la madre de mi suegro eran judíos turcos, que emigraron a Estados Unidos alrededor de 1918. Ellos trazan su árbol genealógico hasta el exilio de Babilonia, encontrando su camino a España, donde vivieron casi 400 años antes de escapar al Imperio Otomano (actualmente Turquía) en 1490, dos años antes de la expulsión de los judíos de España, porque no estaban dispuestos a convertirse al Cristianismo. (Por casualidad, la expulsión de los judíos de España tuvo lugar el mismo año en que Colón «descubrió» América).
Cuando los abuelos de mi suegro, Yehudá y Rivka Eskenas, emigraron a Estados Unidos, llevaron consigo prácticas y costumbres religiosas que pueden ser diferentes a las de los judíos de Europa Oriental, incluyendo su distintivo idioma: el ladino. Este idioma que sobrevivió durante más de seis siglos a lo largo de múltiples continentes y países, hoy en día está al borde de la extinción.
Trágicamente, muchas comunidades judías sefardíes que hablaban ladino desaparecieron en el Holocausto. Además, muchos judíos sefardíes que se asentaron en Israel reemplazaron el ladino por el hebreo, reduciendo el número de hablantes de ladino. (Esto también ocurrió en varias comunidades asquenazíes que se asentaron en Israel, que sustituyeron el idish por hebreo).
A diferencia de su «contraparte», el idish, el ladino no cuenta con muchos registros y grabaciones del idioma, sus dialectos e historia. Tampoco tiene una representación en la cultura popular general, ya sea películas, música o televisión
Yo sospecho que en muchas familias, como en la de mi suegro, el ladino se convirtió en el idioma «secreto» que los mayores hablaban para que los hijos, o nietos como fue en su caso, no entendieran sus discusiones privadas. Eso era algo habitual en muchas familias de inmigrantes durante la primera mitad del siglo XX. Muchos inmigrantes, tanto judíos como no judíos, querían que sus hijos hablaran solo inglés y «sonaran estadounidenses», por lo que desalentaron el uso y el aprendizaje de los idiomas maternos de sus familias. (Los educadores de las escuelas públicas también desalentaban esta práctica, a veces de una forma cruel).
Pero a diferencia de los niños cuyos padres o abuelos provienen de Italia, Alemania o México, decidir de adultos aprender el idioma de sus ancestros no es una tarea sencilla para los judíos con raíces sefardíes. Por ejemplo, no se puede encontrar una clase de ladino en la universidad local, ni comprar un programa de aprendizaje como Rosetta Stone. El diccionario que conseguí en internet tiene definiciones de palabras y contiene algunas frases y expresiones «populares», pero no puede enseñarme a conversar en ladino.
A diferencia de su «contraparte», el idish, el ladino no cuenta con muchos registros y grabaciones del idioma, sus dialectos e historia. Tampoco tiene una representación en la cultura popular general, ya sea películas, música o televisión. (Personalmente, no me molestaría que hubiera menos representaciones —perdón, caricaturas— en la televisión estadounidense de la «cultura» judía asquenazí, como la comedia Los Goldberg, pero no me quiero desviar del tema).
Aparentemente, el ladino y todo lo que representa pasó inadvertido en los anuarios de la historia judía estadounidense a comienzos de este siglo. Pero entonces el profesor Devin Naar se unió al profesorado de la Universidad de Washington en el año 2011. El Profesor Naar habla ladino y se dedica a preservar el idioma y la historia colectiva de la comunidad sefardí de Seattle. Apoyando los esfuerzos de Naar, en 2013 el profesor David M. Bunis, experto en ladino reconocido mundialmente, pasó ese año académico en la Universidad del estado de Washington, enseñando a estudiantes interesados cómo leer y escribir en ladino.
Preservando el idioma y la historia colectiva: Devin Naar, profesor de la Universidad de Washington en Seattle
(Foto: aishlatino.com)
Hasta la fecha, Naar, con la ayuda de otros en la universidad y la comunidad, ha digitalizado aproximadamente 15.000 páginas de literatura en ladino, que se pueden ver en la Colección Digital de Estudios Sefardíes en la Universidad de Washington. En gran parte gracias a los esfuerzos de Naar y de sus colegas, ha tenido lugar un maravilloso resurgimiento del interés en el idioma y la historia de los judíos sefardíes. Mi esposo y yo estamos orgullosos de que nuestros hijos estén entre ellos. (Espero que en un futuro no tan distante se escriba y produzca un musical sobre los judíos sefardíes que haga para la comunidad y el idioma ladino lo que El violinista sobre el tejado hizo para los asquenazíes y el idish. ¿Quizá el brillante y celebrado compositor y escritor Lin-Manuel Miranda estaría interesado?).
Sin embargo, queda mucho trabajo por hacer si queremos preservar el ladino como un idioma hablado, para proteger una parte vital de nuestra historia judía compartida. La proliferación de clases por Zoom durante la pandemia de Covid ayudó a que pudieran encontrarse entre sí los pequeños grupos de entusiastas del ladino. Su determinación por rescatar y preservar el ladino es inspiradora. Tristemente, se estima que los ladinoparlantes se han reducido a no más de 130.000 personas en todo el mundo, muchos de ellos ya personas ancianas. A pesar del trabajo de Naar y otros durante la última década, este idioma que atestigua la historia de un pueblo y de comunidades que estuvieron una y otra vez al borde de la extinción, también está en peligro de perderse para siempre.
De la comunidad judía colectiva depende asegurar que esto no ocurra. No debemos nada menos que esto a la memoria de los Yehudá y Rivka de cada familia.
Fuente: aishlatino.com.
Versión NMI.