Ver más resultados...
El hogar judío ha sido visto, a lo largo de la historia, como objeto de admiración por su belleza y espiritualidad; por su influencia, que ennoblece los componentes de la familia y a toda la colectividad
Ilana Aponte / Sami Rozenbaum
A unque cada familia es como un mundo distinto, un mundo en el que rigen leyes especiales, características y en cierta manera muy propias, la familia es el mundo de la protección mutua, del amor y del cariño verdadero.
En el Judaísmo la familia ha sido siempre una institución de carácter muy importante. Cecil Roth, historiador contemporáneo, afirma: “El Judaísmo –en contraste con el Cristianismo– es la religión del hogar y no del templo”.
Para los judíos el hogar ha sido siempre un santuario, donde se observa y practica la tradición y al que regresan los miembros de la familia después de su actividad diaria, para reanimarse y renovar fuerzas con el fin de continuar la lucha por la vida; donde los padres educan a sus hijos para ser buenas personas y buenos judíos.
El Shabat, las festividades, las leyes dietéticas y todo el marco de la vida judía han encontrado siempre su baluarte en el hogar. El ritual intenta santificar todas las actividades hogareñas, y convierte la morada más humilde en un santuario de Dios. El amor y la lealtad ligan a marido y mujer con lazos virtualmente indisolubles. Los hijos, receptores de afecto y abnegación sin límites, aprenden a demostrar amor y respeto hacia sus padres.
El hogar ha sido siempre el lugar de la educación moral de los jóvenes, por medio del ejemplo de los padres. Asimismo, es donde se obtiene la educación religiosa, mediante la observación de las tradiciones para mantener el sentimiento judío y salvaguardar los valores espirituales. Los judíos siempre han apreciado la importancia y la posición central de una familia sólida.
Innovaciones significativas
En las áreas de la sexualidad y las relaciones entre el hombre y la mujer, el Judaísmo introdujo innovaciones muy significativas. La Torá describe así la relación entre el hombre y su mujer: “Un hombre dejará a su madre y a su padre y se apegará a su esposa, y ellos serán una sola carne” (Bereshit - Génesis 2:24).
El Judaísmo enseña, de este modo, que un hombre y una mujer son dos mitades de un todo. Mucho más que tan solo una sociedad o un equipo, el cónyuge es la “otra mitad”, el alma gemela. Conjuntamente, este “todo” no solo ayuda a traer nueva vida al mundo, sino que eleva y educa a las personas para que funcionen como miembros constructivos de la sociedad.
La ley judía requiere que el hombre se controle a sí mismo físicamente, y que enfoque su energía sexual y emocional exclusivamente en su esposa. El Judaísmo fue, por consiguiente, único en los tiempos en que surgió, cuando prohibió el adulterio, la pederastia y la copulación con animales, y sostuvo al matrimonio como el “estado ideal”.
Esto tuvo implicaciones tremendas en el rol de la mujer en la sociedad. La ley judía ordena que un hombre debe amar y respetar a su esposa, incluso obligándolo por ley a satisfacerla sexualmente; no hacerlo es causa suficiente para el divorcio. No se debe subestimar el poder de estas ideas en las relaciones de pareja, y su impacto en el mundo.
En contraste, para el poeta griego Paladio “el matrimonio trae al hombre solo dos días felices: el día en que lleva a su prometida a la cama y el día en que la coloca en su sepultura”.
Dennis Prager, famoso escritor y conferencista sobre temas judíos, comenta: “La naturaleza del hombre, indisciplinada por los valores, permitiría que el sexo domine su vida y la vida de la sociedad. Cuando el Judaísmo exigió que todas las actividades sexuales fueran canalizadas hacia el matrimonio, esto cambió al mundo. No es exagerado decir que la prohibición de la Torá de las relaciones extramaritales hizo posible la creación de la civilización occidental. Las sociedades que no colocaron límites alrededor de la sexualidad vieron su desarrollo obstruido. El subsecuente dominio del mundo occidental puede, en gran medida, atribuirse a la revolución sexual iniciada por el Judaísmo, y luego llevada a cabo por el Cristianismo”.
Los miembros de la familia intentan crear un ambiente adecuado, basado en el amor y la comprensión, cuyo resultado es una vida armoniosa, firme en los conceptos de la tradición judía y en los valores de la cultura universal.
En algunos casos, las familias procuran que la observancia de la tradición no se convierta en rutina, sino en la expresión del sentimiento religioso que se renueva día tras día. Esta observancia de la tradición y la cultura universal nunca fueron adversarias. Cualquiera puede ser un buen judío y al mismo tiempo un hombre erudito.
No todos los hogares judíos se ajustan a todas las reglas, pero según la halajá la armonía, el respeto y la enseñanza de los valores deberían estar presentes en todos los hogares.
La importancia de la tzedaká
El hogar judío ha sido respetado no solo por su intimidad interna y nivel espiritual elevado, sino también porque sus puertas están siempre abiertas para los necesitados. Es el lugar de guemilut jasadim, de la beneficencia, donde especialmente la mujer practica la mitzvá shel tzedaká, el deber religioso de la ayuda social.
La ética judía infunde en la familia un sentido de solidaridad y ayuda mutua, que ha sobrevivido en gran medida hasta el presente.
La pureza, la sobriedad y la moderación son virtudes inculcadas incluso más efectivamente en el hogar que en la sinagoga o la escuela. Más aún, la familia judía, siempre sólidamente unida, tiene plena conciencia de ser solo una célula, parte de la gran unidad. “Todos los judíos son hermanos” es proverbial como regla de la responsabilidad mutua, no solo individualmente o en familia, sino también en las comunidades. Estas reglas de conducta se aplican en el trato diario con el prójimo, en la conducción de la vida privada, en el manejo del hogar y hasta el modo de pensar.
Incluso los menos observantes
Obviamente, hay muchos hogares judíos en los que no se cumplen la mayoría de los preceptos., quienes afirmaron haber crecido en un ambiente de amor, cariño, respeto y valores; aseguraron que a pesar de que la relación con la religión ha estado distante, nunca ha sido olvidada.
Comentan que como familia judía no observante, “los valores inculcados desde pequeños han marcado nuestras vidas, por lo que no es cierto que aquellos que no mantienen los aspectos religiosos en la cotidianidad no puedan considerarse verdaderamente judíos”.
Agrega una de las personas entrevistadas: “Nosotros no estamos alejados de Dios por el simple hecho de no acudir frecuentemente a la sinagoga o no cumplir plenamente con las festividades; no nos alejamos de Él estemos donde estemos”. Señalan que mantienen respeto hacia aquellos que piensan diferente y para los que tienen una mayor vocación con la religión.
El Judaísmo es muy vasto en historia, tradiciones, variantes culturales y formas de observancia. Esa es una de sus principales riquezas.
FUENTES
• Dennis Prager (1990). Revista Ultimate Issues.
• AishLatino.com
3 Comments
Hola
Me parece muy bueno este servicio de envío al correo electrónico.
El dossier sobre el papel de la familia en el judaísmo excelente.
Sigan adelante.
Saludos, Alberto Bierman
Hola, deseo informacion sobre la etica de la familia judia, soy estudiante de Teologia en mi pais , y quisiera me enviara informacion, lo mas pronto posible, gracias de antemano
Buenas. No tenemos información adicional a la publicada en el dossier a que Ud. hace referencia. Sugerimos consulte la Enciclopedia Judaica y otras fuentes en la web. Saludos, gracias por su interés y éxitos en su tesis.