El pueblo de Israel estaba sediento, desfalleciendo de deshidratación. Tenían una jaqueca insoportablemente dolorosa y estaban desorientados. Necesitaban introducir un poco de líquido en sus organismos, ¡rápido! Pero, ¿dónde encontrarían agua en el árido desierto?
Míriam, hermana mayor de Moisés y Aarón, había fallecido recientemente. La roca de la cual fluía el agua, gracias a los méritos de Míriam, y que los acompañó en el trayecto desde la salida de Egipto, dejó de servir como un pozo de agua para el pueblo hebreo. Ahora, no había ningún lugar en el que pudiesen obtener agua. Entonces se acercaron a Moisés, su líder.
Moshé fue inmediatamente en busca de la guía divina y recibió una respuesta similar pero no igual a la obtenida en la porción de la Torá de Beshalaj durante una crisis similar:
En esta parashá, Jukat, ordena Dios a Moshé: “Toma el bastón y reúnan a la congregación, tú y tu hermano Aarón, y habla a la roca en presencia de ellos para que derrame su agua. Les sacarás agua de la roca, y darás de beber a la congregación y a sus animales”.
Se produjo un malentendido, y a causa de la presión ejercida sobre Moshé por personas excesivamente nerviosas, Moisés golpeó la roca (como se le había ordenado que hiciera en el incidente anterior), en lugar de hablarle, como se le ordenó que hiciera ahora.
Una vez que la piedra fue golpeada, proporcionó escasas gotas de agua, en una cantidad insuficiente para saciar la sed de los varios millones de personas de la nación hebrea. Solo después de que Moisés golpeó la roca otra vez, una fuente de agua comenzó a fluir.
La pregunta obvia es: ¿por qué al principio surgieron solo unas pocas gotas de agua de la roca?
Un fascinante pasaje del Talmud sobre la hospitalidad de nuestro antepasado Abraham nos dará una idea del porqué:
Rav Yehudah dijo en nombre de Rav: «Todo lo que Abraham hizo por los ángeles que lo visitaron a los tres días de haberse circuncidado, el Santo, Bendito Sea, hizo por los descendientes de Abraham. Pero lo que Abraham haya hecho solo a través de un intermediario, el Santo Bendito Sea, también lo hizo a los descendientes de Abraham, a través de un intermediario … El «Les será servida un poco de agua» [a través de otra persona] de Abraham resultó en «Tú [Moisés] golpearás la roca y el agua saldrá de ella y la gente beberá».
Basado en esta cita del Talmud, el comentario del Imrei Emet explica nuestra historia hermosamente.
Abraham fue extremadamente hospitalario y su amabilidad no tenía parangón. Incluso a la edad de 99 años esperaba bajo el sol abrasador del desierto, el paso de transeúntes a los que pudiese invitar a entrar a su tienda.
Hubo, sin embargo, un error sutil en esa hospitalidad. Cuando Abraham le dijo a su sirviente que les diera comida y bebida a los invitados recién llegados, él dijo, «Dejen que les traigan un poco de agua». Les ofreció solo una pequeña cantidad de la misma.
Fue un pequeño error, pero el precio se pagaría muchos años más tarde, cuando Dios le hizo a los descendientes de Abraham lo que el primer Patriarca les hizo a los ángeles: les dio una pequeña cantidad de agua.
En general, hay dos formas de realizar actos de bondad. Uno puede ser extremadamente generoso, mostrando un grado excepcional de apertura. En el fondo, sin embargo, la única razón por la que la persona está actuando de esta manera es para mejorar la percepción que tiene la otra persona de ella; es un truco publicitario para mostrar la riqueza de uno.
En el extremo opuesto está la persona que da porque es quien es. Percibe las cualidades innatas de cualquiera que llame a su puerta, y le ofrece a la gente todo lo que necesita, incluso si se perjudica económicamente como resultado.
Abraham era la encarnación de este segundo tipo de bondad, dispuesto a sacrificarse por el otro, incluso cuando significaba una pérdida material para él. Y nadie ha superado su grandeza en este aspecto.
Y aquí yace un aspecto sorprendente de este evento en el desierto. Es cierto que el agua que provino de la roca fluyó de manera insuficiente, lenta, y a través de un tercero, pero se produjo como resultado de la bondad de Abraham. Siete generaciones, o sea, 400 años después de que Abraham dio agua a los viajeros con todo su corazón, se sació la sed de una nación entera a causa de esa acción.
Ejemplificando lo explicado, en una helada noche en una pequeña ciudad rusa, dos hombres, para protegerse del frío, entraron a la taberna para calentarse. Después de varias copas de vodka, su estado de ánimo se puso en modo juerga.
Cuando estaban casi borrachos, comenzaron a fantasear, la conversación se refirió a «¿qué harías si ganas la lotería?».
Uno de los hombres declaró: «¡Si fuera un multimillonario, le daría todas mis riquezas a la patria!»
«¿Y si fueras dueño de una ciudad entera, ¿qué sería lo primero que harías?», preguntó su amigo. «¡De todo corazón la donaría a la Madre Rusia! ¡¿Por qué la pregunta?!»
«¿Y qué pasaría si tuvieses dos gallinas en el gallinero?». Dudando un poco, respondió: «Bueno, no estoy tan seguro».
El amigo inmediatamente preguntó: «Pero, ¿por qué dudas?».
A lo que, tentativamente, respondió: «Verás, de hecho tengo dos gallinas en mi gallinero…».
Cuando se trata de acción, esta debe tener prioridad; lo teórico debe pasar a un segundo plano.