Cuando era chamo (long time ago) vi una película cuyo nombre lleva por título este artículo, protagonizada por Charlton Heston y que me impactó, es más que aún recuerdo.
Fue estrenada en 1973 con una visión futurística como si se tratara del año 2022, es decir, del año pasado, en donde por efecto de la contaminación, el cambio climático, la industrialización descontrolada, llevó a la humanidad a la hambruna, al hacinamiento, y donde la gente desesperada iba a una especie de complejo a morir en paz, practicándole la eutanasia; pero antes los acostaban cómodamente, y les pasaban una película de 20 minutos de cómo era la humanidad en el siglo XX, con animales variados, vegetación, bosques y comida de calidad. El hecho es que al morir, las personas eran convertidas en galletas para ser vendidas en el mercado, publicitando falsamente la empresa comercializadora que las galletas estaban hechas a base de plancton y las llamaron Soylent verde.
Bueno, no es que estemos tan mal, pero tampoco tan alejados de lo que el creador de esta película de ficción nos puso en alerta desde 1973, siendo que hoy en día las cifras de muerte por la inseguridad alimentaria son espeluznantes, muriendo un promedio de veinticuatro mil (24.000) personas diarias alrededor del mundo, de las cuales dieciocho mil (18.000) son niños de entre uno a cuatro años.
Como podemos apreciar, muchas películas son promovidas como ciencia ficción y en realidad son un grito de auxilio por lo que se avizora en el futuro, en este caso, con cincuenta años de antelación al día de hoy.
Dos investigadores de la Universidad de Tel Aviv muestran productos lácteos obtenidos de levaduras
(Foto: Universidad de Tel Aviv)
La falta de agua y alimentos en grandes áreas de nuestro planeta están provocando una catástrofe humanitaria que el mundo debe atender con celeridad, para evitar que dentro de unas décadas no se vaya a replicar lo que denunciaba la película, en donde solo una pequeña elite tendría acceso a alimentos y bebidas de calidad.
En esta situación apremiante que vive el planeta por la contaminación y el cambio climático, hay un pequeño país de poco más de veintidós mil kilómetros cuadrados, rodeado de enemigos, constantemente atacado con misiles y cohetes, agredido en sus calles por terroristas e inclusive ciudadanos de ese mismo país, que ha sido sancionado innumerables veces por la ONU a pesar de ser la única y verdadera democracia del Medio Oriente, que está haciendo las cosas bien, que a pesar de los ladridos de sus enemigos sigue enfocado, trabajando, produciendo bienestar.
Israel consigue agua del aire; más de la mitad del agua que se consume viene del mar, a través de un proceso de desalinización con la planta desalinizadora IDAM, la más grande del mundo; convierte la energía solar en electricidad a través de paneles solares instalados en las casas, edificios y empresas; utiliza el viento a través de turbinas enormes produciendo energía eólica, para incrementar la capacidad de la electricidad del país; es decir, puras energías naturales y renovables, que no contaminan y satisfacen los requerimientos de servicios de sus ciudadanos, empresas y con la capacidad para exportar.
Como si todo esto fuera poco, y volviendo al tema de la película, Israel estaría en capacidad de acabar en poco tiempo con la hambruna del mundo a través de la agricultura celular. Ya sabemos el invento que se hizo famoso a nivel mundial en la agricultura tradicional mediante el riego por goteo, convirtiendo los desiertos en jardines; pero ahora es otro tipo de agricultura, la celular, la cual ha logrado con éxito producir proteínas como la carne de res y de pollo a través del cultivo en laboratorio de células del animal sin necesidad de sacrificarlo, preservando la vida del ganado, de las aves y no contaminando el ambiente como era el procedimiento habitual.
La empresa israelí Aleph Farms prevé que con la ayuda de más de 70 empresas a nivel mundial, que han adoptado este invento, están en capacidad de abastecer por ahora el 35% de la demanda mundial de estos rubros proteicos.
Además también está la empresa israelí Yo-Egg, que desarrolla productos de huevo a base de plantas (no el engaño de la galleta Soylent verde). Esta empresa produce huevos reales con una clara perfecta y una yema líquida.
Así mismo se desarrolló a través de la start-up Imagindairy proteínas lácteas libres de contacto animal, mediante microorganismos con una tecnología de fermentación de precisión. Esta tecnología permite obtener una amplia gama de productos lácteos, desde leche hasta diversos tipos de quesos, los cuales no contienen colesterol y poseen el mismo sabor, textura y valor nutricional que el producto obtenido del animal.
Como podemos ver, ya esto no es una ficción, es una realidad, un nuevo milagro de este pequeño, amenazado pero valiente y maravilloso país, que no deja de sorprendernos, Israel.