Esta noche, realizamos Bedikat Jametz. Una mitzvá muy importante, horas antes de iniciarse la festividad de Pésaj, un paso más necesario para llegar a la tradicional y trascendente festividad. Luego de una significativa berajá, la búsqueda del jametz en los lugares más habitados y en los más recónditos de la casa para constatar que la casa está jametz-free y dar pie a una festividad libre de pan y de miguitas, llena de fe y de matzot. Libre de ego, llena de humildad. Libre de preocupaciones, llena de placer y felicidad, libre de angustias, llena de esperanzas.
Gracias a Dios, esto sucede luego de varios meses maquinando la idea acerca de si pasar este Pésaj en Venezuela o huir, “salir pitados”, escapar de la “zona de no confort” a la que nos ceñimos desde hace un par de meses, o de décadas realmente.
Todos, de alguna manera, experimentamos la sensación de querer salir. Conversamos con familiares y amigos, que desde fuera nos dijeron sutil —o intensamente— que saliéramos, escapáramos, huyéramos. Algunos ofreciendo opción de alojamiento, otros solo lanzando la idea sin mucha solución. También presenciamos la huida de muchos otros que, aunque no lo tenían previsto, cambiaron de planes para salir y despejarse, lo cual es totalmente comprensible y también admirable.
A nosotros, pensar en el día que habría de volver se nos hizo más difícil la sensación de salir, y finalmente decidimos quedarnos, atarnos fuertemente a la emuná, sabiendo que la fiesta que se aproximaba era justamente la de la Libertad, la de la fe infinita en un Dios poderoso que todo lo puede y que sabe qué es bueno para cada uno de nosotros en cada momento.
Preparar este Pésaj en Venezuela no fue en absoluto más difícil que en años anteriores. Sin hablar de los precios de los productos, que Pésaj o no Pésaj están cada días más costosos por una hiperinflación que tiene loco a cualquiera, eximiendo eso y todo lo demás, y creo que comparto esta sensación con muchas personas, se nos facilitó sobremanera. Conseguimos todo al igual que otros años, la limpieza la pudimos hacer —puesto que luego de meses sin tener agua corriente (llámese corriente al hecho de tenerla de una manera normal y corriente)—, llegó el vital líquido para hacernos más fácil el trabajo y realizar la mitzvá con bastante más alegría y agradecimiento.
La luz en estos días también se ha portado bien, iluminando nuestro camino para hacer de este Pésaj una fiesta 4×4, o trasformando en guerreros a los correligionarios, que merecen el título y premio de ser un grupo de personas fuertes y muy resilientes. De gente llena de emuná y bitajón, sabiendo que dependemos de Hashem en 100% y más.
No se niega que costó arrancar, y que nuestros arranques, parecidos a los de un niño de 3 años, nos llevó a pataletas y berrinches que creíamos ya haber superado a esta alturas de la partida. Desarrollando nuestras cualidades al mismo tiempo que explotamos por cualquier pequeña cosita, el balance es en la mayoría de los casos bastante positivo, de aprendizaje, de crecimiento. Todos nos hemos convertido en ingenieros en materia hidráulica, y hemos aumentado nuestros conocimientos como técnicos de electricidad, para poner nuestras casas a funcionar de una manera “normal”; hemos conocido el funcionamiento de las cosas más básicas con las que vivimos desde antes de que tuviéramos uso de razón.
El momento de hacer Bedikat Jametz, la búsqueda de jametz en la casa, carro, maletero y todo lugar donde normalmente guardamos, consumimos o echamos jametz, fue, entre otros, un momento mágico. Sentimos en casa mucho más Najat que en años anteriores, la familia se ha unido como un todo. A pesar de haber pasado momentos de literal oscuridad, espiritualmente hemos crecido, iluminando nuestra vida con una sonrisa a nuestro prójimo, con una palabra de aliento, con un plato de comida caliente, con ropa limpia y calentita y, sobre todo, la valoración de cada una de estas pequeñas cosas que en realidad son las que, sumadas, van construyendo nuestra felicidad.
En el momento de Bedikat Jametz, con solo la luz de uma vela, recordamos —sin querer, con fortaleza y fe— los apagones. Rodeados de reflectores para iluminar la casa, preparados para cualquier eventualidad, sentimos una luz potente de nuestra neshamá diciendo: “Están haciendo las cosas bien”. Creo que nuestros hijos nos ven como súper-estrellas, que nos sobreponemos a cualquier cosa y somos fuertes, ya que les intentamos demostrar la importancia de lo que realmente es importante.
La alacena de Pésaj, la caja de matzot , la gaveta donde guardamos cada elemento difícilmente conseguido para “sobrevivir” estos días en “el desierto”, nos trae una tranquilidad mental propia de alguien quien ha pensado que no iba a poder conseguir, adquirir, poseer para sí y sus personas más allegadas, elementos de disfrute en una fiesta tan importante. El Najat es indescriptible, de mis familiares y mío, el poder dar gracias a Dios y decir: bueno finamente hay lo mismo o más que en años anteriores.
Mañana se quema el jametz. Luego de un arduo trabajo de varios días, en los que nos levantábamos por la mañana sin saber exactamente cómo sería esa jornada, y de habernos acostado en la noche con un alto nivel de satisfacción por haber cumplido con creces una misión de vida para la cual Hashem nos puso en este mundo, podemos decir que lo hemos logrado.
Cuando tocó el momento de limpiar “el bolso”, conformado por toalla, jabón, champú, ropa de cambio, cepillo de pelo, recordamos cuán inseparable compañero iba a ser de nosotros por todo este tiempo. El bolso y nosotros, nosotros y el bolso.
Recordando cómo salimos varias veces de las zonas de confort, de ya no saber si queríamos que volviera la luz o el agua, de ya no saber si queríamos ser útiles y productivos o echarnos a dormir. Ya no sabíamos si queríamos aislarnos en nuestro mundo y en nuestra incomodidad, o compartirlo con el mundo y hacer catarsis en conjunto de las cosas que iban sucediendo.
Agradecer por la vuelta de servicios básicos pone muchas cosas en perspectiva. Por un lado, pensar que toda la vida los dimos por sentado y muy pocas veces los agradecimos. Por lo cual volver a tenerlos nos hace decir: “Qué bueno que volvió, y que no se vuelva a ir, por favor”.
Tenemos la oportunidad de construir memorias para nuestros hijos, cuidando que predominen los momentos de emuná antes que los de miedo, los de fortaleza más que los de debilidad.
Pasando de ser las personas más controladas pasamos a ser muy impacientes en un abrir y cerrar de ojos. No queremos calarnos la incomodidad, y por otro lado le agarramos cierto cariño. En el primer apagón, luego de haber compartido tiempos de calidad en familia y de asumir que esta sería nuestra realidad por las próximas horas o quién sabe días, al volver la luz mi hija dijo: “Mami , en parte no quería tanto que volviera la luz”. Y entendí tan perfectamente la sensación, no sé si era la neshamá que decía que estábamos apegados solamente a Hashem y queríamos seguir estando así, sin tecnología que separe a las personas, sin agentes externos y demás, o era un mecanismo de defensa que te dice “puedes aguantar más, estás bien, estás a salvo también sin luz”. No lo sé.
Claro que todo esto es un poco metafórico, y realmente todos queremos estar bien y tener todo aquello que nos facilita una vida para total servicio a Hashem. Aquí estamos y aquí seguimos, pidiéndole Su ayuda siempre, que esté siempre a nuestro lado. Seguramente siente la cercanía que tenemos con Él en estos momentos, y nuestra dependencia más que nunca de su acompañamiento y ayuda en todas las circunstancias.
Quiera Hashem que en las próximas horas entremos con gusto y alegría a una zona libre de interferencias, donde apaguemos el celular y nos conectemos con la mejor señal a nuestros antepasados, contando la historia de la salida de Egipto para convertirnos en hijos libres. Sentirnos príncipes y princesas de Hashem, disfrutar la unión familiar, de las tradiciones, de tantas cosas que nos liberan de la esclavitud actual.
Quiera Hashem que tengamos un Pésaj Kasher Vesaméaj en compañía de nuestros seres queridos, por muchos años más. Construyendo anécdotas para la vida, que siempre sean positivas y alegres y podamos ver el lado positivo de ellas. Llevemos nuestra planta eléctrica portátil dentro de nosotros, para encender la luz en cualquier ocasión.