E n las próximas semanas leeremos el relato bíblico de Yosef. Yosef ha sido catalogado de tzadik, justo. Más bien, tzadik significa que se adhiere a las normas y principios morales.
Yosef estuvo a punto de caer en un pecado muy grave: traicionar a su jefe, su mentor del momento, cuando la esposa de este último se le insinuó con vehemencia. Hombre joven, buen mozo, con las hormonas a flor de piel. Era casi imposible vencer la tentación, y además la situación estaba servida. Ni siquiera era su culpa; más de un atenuante y excusa habría tenido.
En el momento cumbre, Yosef ve la imagen de su padre, Yaakov. Los años de educación y formación a su vera, los mensajes de ética y circunspección, la vergüenza de obrar en forma indebida y deshonrar a su familia, lo llevaron a desistir de cometer una mala acción.
Más tarde, cuando la historia de Yosef deriva en convertirse en el hombre más poderoso de Egipto, sus hermanos se reencuentran con él, y Yosef manda a buscar a su padre. Le envía una carroza, una hágala. Hágala tiene las mismas letras de Heglá. Heglá arufá fue lo último que estudió con su padre antes de ser llevado a Egipto.
Heglá arufá es una situación muy interesante. La Torá señala que cuando se encuentra un cadáver entre dos poblaciones, y no se sabe cómo fue asesinado ni quién fue el asesino, los líderes de la ciudad más cercana deben sacrificar una heglá, una ternera, y pedir expiación por sus pecados.
¿Qué pecado han cometido los líderes y ancianos que deba ser expiado? Ciertamente ellos no cometieron ningún asesinato, ni son responsables de las acciones del criminal.
Pero el episodio nos enseña que sí tienen responsabilidad. Como dirigentes, son responsables de alguna manera de no haber infundido los valores y principios necesarios en su grey para que estas cosas, estos eventos no sucedieran. Hay una falla educativa, y la dirigencia tiene un grado importante de responsabilidad. En algún momento faltó formación, en algún caso faltó la amonestación, en cierta circunstancia no hubo el castigo oportuno. Fallaron en la conducción de su comunidad.
Cuando la educación en el hogar es buena, cuando los padres educan, las probabilidades de buena conducta son altas. Las posibilidades de sucumbir a la corrupción de un ambiente perverso son más bajas. Cuando la dirigencia asume su responsabilidad, aun indirecta, las situaciones desagradables tienden a ser menos y menores.
Los sabios ancianos podrían decir que el asesinato ocurrió fuera de los predios comunitarios, Yosef podría excusarse por estar lejos de la vista de su padre para haber sucumbido ante la mujer de Potifar y olvidar las enseñanzas de Yaakov. Estaba en Egipto, en un país donde “muchos actúan así”... En fin, desde que se inventaron las excusas, todos pueden quedar bien… en apariencia.
Los últimos acontecimientos, reseñados ampliamente en prensa y redes sociales, por la celebración de un onomástico, con invitados que son alumnos de nuestra joya comunitaria, requieren de todos reflexión, acciones y firmeza. Las excusas y atenuantes ya las tenemos. Silencio cómplice, dejar pasar y esperar la próxima no parece lo oportuno. Ni conveniente.
Existe lo correcto y lo incorrecto, lo permisible y lo prohibido. La educación, moral y buenas costumbres, y el salvajismo propio de otros predios, ajenos a nuestra herencia. ¿O no?
También, aunque a algunos les moleste, están los principios religiosos que deben seguirse. Por los miembros de la comunidad judía. Anfitriones e invitados.