Hoy el mundo judío celebra Yom Yerushalaim, 57 aniversario de la reunificación de la milenaria Ciudad Santa durante la Guerra de los Seis Días.
Se trata del centro de la vida nacional y espiritual del pueblo judío desde que David la convirtió en la capital de su reino, en el año 1005 antes de la era común. Con el establecimiento del Estado de Israel, en 1948, volvió a ser la capital de un Estado judío soberano, si bien estaba dividida y su parte oriental, incluyendo la Ciudad Vieja, había sido anexada por Jordania.
Dos semanas después de la declaración de la independencia, los pocos sobrevivientes del antiguo Barrio Judío se vieron obligados a rendirse ante la Legión Árabe, tras varios días de heroica resistencia. Los árabes prohibieron a los judíos acercarse al Har HaBait (Monte del Templo, donde se encontraban ambos Templos de Jerusalén, el último de los cuales había sido destruido casi 2000 años antes) y al Kótel Hamaaraví (Muro Occidental o “de los Lamentos”). Debían contentarse con observarlos de lejos, tal como lo reflejaba la canción Yerushalaim, que comienza con la frase Meal pisgat har Hatzofim (desde la cima del monte Scopus).
Sin saber que semanas después estallaría la Guerra de los Seis Días, el entonces alcalde de Jerusalén, Teddy Kollek, le encomendó en 1967 a la prestigiosa poetisa y compositora Naomi Shemer que escribiera una canción dedicada a la Ciudad Santa con motivo de Yom Haatzmaut, Día de la Independencia. Esa fue la génesis de la famosa Yerushalaim shel Zahav (Jerusalén de oro), que expresa el anhelo del pueblo judío de regresar a la Ciudad Santa y reedita la promesa de los profetas en el exilio babilónico de nunca olvidarla.
Previo al inicio de la Guerra de los Seis Días, el gobierno israelí le había hecho llegar al rey de Jordania el mensaje de que no sería atacado si se mantenía al margen de la inminente contienda bélica, pero Hussein lo desoyó, y el mismo 5 de junio de 1967, cuando comenzó la guerra, los jordanos dispararon a lo largo de toda la línea de alto el fuego y, por la tarde, ocuparon el Palacio del Gobernador.
Ante estos hechos, el Comando Central del Ejército israelí, bajo el mando del general Uzi Narkis, trasladó la brigada Harel al frente de Jerusalén. Esta fuerza inició su ataque a las posiciones enemigas de Har Adar y Abdul Aziz y conquistó Nebi Samuel, llegando a Ramala, Tel El y Guivat Hamivtar a la mañana siguiente, a través de la carretera capitalina.
Mientras tanto, una brigada de paracaidistas se adelantó para abrir camino hacia los montes de los Olivos y Scopus y el Museo Rockefeller, con el fin de liberar la zona nordeste de Jerusalén y posicionarse rumbo a la Ciudad Vieja en un plazo muy corto.
El 12 de marzo de 1968, el gobierno israelí proclamó el 28 de Iyar como Yom Yerushalaim, y el Rabinato de Israel lo instituyó en el calendario hebreo como día de alegría, alabanza y gratitud
En la mañana del 7 de junio, 28 de Iyar de 5727 en el calendario hebreo, Mordejai “Mota” Gur, jefe del Estado Mayor, dio la orden y la batalla final se libró en Guivat Hatajmoshet (Colina de las Municiones), un lugar icónico en el cual se luchó cuerpo a cuerpo y cayeron muchos soldados de ambas partes.
Luego de esa sangrienta contienda, las tropas israelíes, con el apoyo de blindados, entraron por la Puerta de los Leones, recuperaron la soberanía judía e israelí sobre la Ciudad Vieja, y accedieron al Kótel, al cual los judíos no habían podido llegar durante 19 años y que recuperaron tras duros combates, que incluyeron disparos árabes desde la mezquita de al-Aksa y sus alrededores.
A las 10:15 horas se izó la Bandera de Israel en la explanada, y el gran rabino de Tzáhal (Fuerzas de Defensa de Israel), Shlomo Goren, tocó el shofar en histórica señal de que el lugar más sagrado para el pueblo judío había vuelto a manos propias.
Después de la victoria, el 27 de junio, el gobierno presentó en la Knesset propuestas que determinaron la efectiva unificación de Jerusalén: los límites municipales fueron modificados y su área se triplicó; al mismo tiempo, se aprobó una ley que permitía el libre acceso a los lugares sagrados a los miembros de todas las religiones.
Naomi Shemer le agregó dos estrofas a su canción, en homenaje a la victoria, en las cuales dice: “Hemos vuelto a los pozos de agua, al mercado y a las plazas, y nuevamente descenderemos al Mar Muerto por el camino de Jericó”.
El 12 de marzo de 1968, el gobierno israelí proclamó el 28 de Iyar como Yom Yerushalaim, y el Rabinato de Israel lo instituyó en el calendario hebreo como día de alegría, alabanza y gratitud.
En junio de 1980, la Knesset aprobó la “Ley Básica-Jerusalén”, que determina que los lugares santos de todas las confesiones serían protegidos para evitar profanaciones, se garantizaría su libre acceso y el gobierno se ocuparía del desarrollo de la capital, así como de la prosperidad y el bienestar de sus habitantes.
Jerusalén se encuentra en el corazón de Israel, recostada entre los montes de Judea. Sus antiguas piedras y su moderna arquitectura, amplios parques, paseos, zonas industriales y suburbios en expansión le confieren una belleza particular, además de la luz de fe y esperanza que irradian. La ciudad es santa también para el Cristianismo y el Islam, pero solo para el Judaísmo tiene un lugar central como centro religioso y de inspiración. Por algo el sionismo, movimiento de liberación nacional del pueblo judío, tomó su nombre del monte Sión en Jerusalén.
Fuente: AJN.
Versión NMI.
Un pensamiento para Yom Yerushalaim
Sivan Rahav-Meir*
Hoy se cumple otro aniversario de que la ciudad de Jerusalén fue liberada y reunificada. La guerra fue breve, solo seis días, pero el anhelo por Jerusalén había durado siglos.
El célebre filósofo y poeta Yehuda Halevi vivió en la España medieval, pero escribió que su corazón estaba en Jerusalén. Mil años después, cuando Shai Agnón recibió el Premio Nobel de Literatura (1966), declaró que, aunque había nacido en la diáspora, siempre se sintió como originario de Jerusalén. Natan Sharansky fue juzgado y enviado a prisión durante muchos años en la Unión Soviética, pero declaró a los jueces de primera instancia: «¡El año que viene en Jerusalén!» Y cada vez que una pareja judía se casa, en cualquier lugar del mundo, en cada generación, se escuchan las palabras «Si me olvidare de ti, Jerusalén…»
Yoram Zamosh, uno de los paracaidistas que liberaron el Kótel, describió cómo durante los combates su unidad pasó por la casa de la familia Cohen, que vivía en el número 10 de la calle HaKerem de Jerusalén. Una abuela metió una bandera israelí en el morral del soldado, y le dijo emocionada: «Esta es nuestra bandera. Desde que fuimos expulsados de nuestro hogar en la Ciudad Vieja (por los jordanos durante la Guerra de Independencia en 1948) la he estado guardando. Muchachos, el pueblo judío los está apoyando con sus últimas fuerzas para que lleguen sanos y salvos a la Ciudad Vieja y hagan ondear esta bandera». Y así sucedió.
Qué privilegiados somos de estar aquí. Nuestra generación es la que finalmente presencia el renacimiento y reconstrucción de Jerusalén. Recibimos un regalo y nos corresponde demostrar que lo merecemos
Es cierto que la situación de Jerusalén en este momento no es perfecta. Pero si hay algo que nos enseña la historia sobre esta ciudad es el valor de la paciencia. Jerusalén ha conocido días mucho más difíciles. Vale la pena echar un vistazo a los acontecimientos a lo largo de la historia para mantener las cosas en la perspectiva adecuada: el Primer Templo y su destrucción, seguida por el exilio babilónico; el Segundo Templo con su profanación por parte de los helenistas y destrucción por los romanos; la presencia en Jerusalén de bizantinos, musulmanes, cruzados, mamelucos, turcos, británicos; y ahora volvimos nosotros.
Qué privilegiados somos de estar aquí. Nuestra generación es la que finalmente presencia el renacimiento y reconstrucción de Jerusalén. Recibimos un regalo y nos corresponde demostrar que lo merecemos.
*Personalidad de medios y conferencista israelí.
Fuente: sivanrahavmeir.com.
Traducción y versión NMI.
1 Comment
Extraordinario! Ese artículo me arrancó lágrimas. Y me hizo también repetir: mi corazón ❤ está en Jerusalén. ¡Mañana en Jerusalén!