Ana Jerozolimski*
El domingo 25 de setiembre, al salir las primeras estrellas, comenzó el nuevo año 5783 del calendario judío. Lo nuevo, tanto en el marco familiar como en el comunitario y nacional, nos llena de esperanza. Es una oportunidad que se vuelve a abrir de lograr lo que no hemos logrado antes, de superarnos, de corregir. Y las oportunidades hay que saber aprovecharlas…
No es un mero “borrón y cuenta nueva” o un “pedimos perdón y ya está”, sino un intento de empezar de cero en lo que requiere cambios, pero con verdadera intención. Eso, la kavaná, es clave. De lo contrario, la nueva oportunidad no tiene sentido. Y al acercarse Yom Kipur, el Día del Perdón, en el que queda sellado en el cielo lo decidido en el Día del Juicio —que es en Rosh Hashaná mismo, según la tradición judía— esto cobra un sentido especial.
Esther Bellaich con la foto de algunos de sus hijos, de los cuales perdió a una niña, Yojeved, en el atentado terrorista de la pizzería “Sbarro” de Jerusalén
Rosh Hashaná, el año nuevo judío, tiene una profunda ligazón a lo religioso, a la fe en Dios y el apego a su Creación. Pero no menos que ello, a nuestro criterio, tiene mucho que ver con lo humano. En definitiva, será Él quien decida, según la tradición, quién será inscrito en el Libro de la Vida y quién no. Pero al que se da la oportunidad de corregir, cambiar su camino, o de tomar la decisión de continuar en el mismo que ya emprendió, es al hombre… y por cierto a la mujer.
Recordamos unas entrevistas que realizamos años atrás, cerca de Rosh Hashaná, cubriendo las complejidades de la situación israelo-palestina. Una fue en el asentamiento de Efrat, y otra en un barrio de Jerusalén. Ambas, a familias que perdieron seres queridos en atentados terroristas. Fue un intento de buscar el aspecto humano de la situación, paralelamente a las aristas políticas. Ambas familias eran observantes, judíos religiosos, pero con distintos enfoques y formas de vida.
El hogar al que llegamos en el barrio Givat Shaúl de Jerusalén era de una familia ultraortoxa, o como se lo llamaría en hebreo, haredit. Estuvimos con Esther Bellaich y su esposo, Mordejai, conversando sobre la tragedia que Esther vivió el 9 de agosto de 2001 cuando perdió a su hija Yojeved, casi la más pequeña de sus ocho hijos de su primer matrimonio. Yojeved tenía entonces de 10 años, y murió en el atentado terrorista suicida en la pizzería “Sbarro” de Jerusalén. Esther misma estaba en el lugar de la explosión con el resto de sus hijas. Otra de las niñas, en ese momento de 15 años, resultó gravemente herida.
Y ahora, al haber comenzado recién el 5783, deseamos que este nuevo año nos exija a todos esfuerzos de los que salgamos airosos, sin dolores irreparables de por medio. Que nos ponga a prueba y que sepamos sortear cada examen con éxito, en la relación con nuestros seres queridos, en el trabajo, en la vida toda
Tras escuchar su testimonio, sentir su dolor, su falta de fe en la probabilidad de paz con los vecinos de Israel, y captar al mismo tiempo su firmeza a seguir adelante con la vida, la cordialidad de Esther y Mordejai, y al parecer también el hecho de que nosotros habremos irradiado que nos sentíamos a gusto en su casa, hizo posible una conversación más amplia sobre una variedad de temas no relacionados con la entrevista por la cual habíamos ido a verles. Inevitablemente, uno de ellos fue la religión, la vida judía en sus diferentes expresiones, y la fe o falta de ella.
Comentando acerca de cómo equilibrar entre la confianza en Dios —que para nuestros interlocutores era clave en su vida diaria, como guía permanente— y el aporte del hombre mismo que nosotros destacábamos más, Esther, como tratando de acercarse a nuestro “mundo”, dijo: “Él nos guía y es la fuente, pero el esfuerzo es muy importante”. Ella usó la palabra hebrea hishtadlut, que significa intentar con fuerza, con empeño. Y nosotros pensamos que, justamente al comenzar el nuevo año, era interesante a escuchar a Esther, que tanto empeño habrá tenido que poner para no caer cuando abrió los ojos en aquel infierno, vio a su lado cabezas y brazos, y comenzó a gritar buscando a sus hijas. La fe le habrá sido clave, pero sin el empeño propio, sin ese esfuerzo por salir adelante, no habría podido continuar.
Esther y su esposo Mordejai
Y ahora, al haber comenzado recién el 5783, deseamos que este nuevo año nos exija a todos esfuerzos de los que salgamos airosos, sin dolores irreparables de por medio. Que nos ponga a prueba y que sepamos sortear cada examen con éxito, en la relación con nuestros seres queridos, en el trabajo, en la vida toda.
Y que los exámenes con los que tengamos que lidiar no sean nunca como los de Esther de Jerusalén, sino propios de gente que vive en paz y lidia simplemente con los complejos desafíos de la vida diaria.
Nuevamente: ¡Shaná Tová Umetuká! Y al acercarse Yom Kipur, el Día del Perdón, que seamos inscritos en el Libro de la Vida: Gmar Jatimá Tová.
*Periodista, directora de Semanario Hebreo (Montevideo) y semanariohebreojai.com.
Fuente y fotos: semanariohebreojai.com.
Versión NMI.