“H ay una opinión en el Talmud que sostiene que el shofar de Rosh Hashaná obligatoriamente debe ser curvo, y el de Yom Kipur recto. La Guemará explica que cuanto más la persona se doblegue ante Dios en Rosh Hashaná, es mejor”. Rashí: “Cuanto más la persona se doblegue en su tefilá, y su rostro quede hundido en la tierra, es preferible”.
Continúa la Guemará diciendo: “Y en Yom Kipur, cuanto más extienda la persona su espíritu y lo simplifique ante Dios, es mejor” (Tratado de Rosh Hashaná 26b).
Dice rabí Jayim Fridlander, ZT”L, en su libro Sifté Jayim: “Por definición, el día de Rosh Hashaná invita a doblegarnos, a quebrar el corazón y temblar frente al temible juicio. Cuando la persona se concentra en su tefilá y siente que no tiene méritos propios, su sentencia depende únicamente de la bondad y misericordia de Dios, esto es que la persona se doblegue. Es decir, se oculte por temor. Así pasa cuando la persona se encorva, pues esconde parte de su cuerpo.
Asimismo dicen nuestros sabios: Todo año que es pobre en su comienzo, se enriquece al final. Explica Rashí: Cuando Israel se hace a sí mismo menesteroso en Rosh Hashaná, y habla con súplicas y peticiones, pues, además de nuestra propia anulación frente a la grandeza de Dios por medio de coronarlo rey sobre nosotros, es necesario quebrar el corazón y anularnos frente a su juicio, el cual depende únicamente de su infinita misericordia.
Por definición, Yom Kipur es frontalmente opuesto a Rosh Hashaná: Cuanto más extienda la persona su conciencia, es mucho mejor.
La persona deberá desdoblarse y revelar toda su esencia. Tal como dicen nuestros sabios sobre la lectura de Meguilat Esther, que hay que extenderla antes de comenzar a leerla. En otras palabras, todos los eventos de la historia se encuentran frente a nuestros ojos, descubiertos y evidentes. De esta misma manera, cada uno deberá mostrar de forma abierta todo su ser ante Dios, no esconder sus fallas y defectos, y escarbar dentro de los rincones de su corazón para sacarlos a la luz, para así buscar estrategias para rectificarlas.
Por este motivo, el eje central de Yom Kipur es el viduy (confesión), ya que por medio de él nos descubrirnos y revelamos nuestros defectos. Así se despertará en nosotros un arrepentimiento sincero y absoluto.
Aunado al esfuerzo personal de develar nuestro interior, contamos también con la ayuda de Dios para retornar en teshuvá. Y esta es la definición de Yom Kipur: un día de rajamim (misericordia) en el que hay una asistencia especial de Dios para regresar al buen camino, aun cuando no contemos con méritos propios, e incluso que, de acuerdo a la ley, no mereciéramos ningún tipo de ayuda. Este es el inmenso poder de Yom Kipur, pues en él recibimos un favor especial divino para hacer teshuvá”.
Hasta aquí las palabras de rabí Jayim.
De manera objetiva, es fundamental saber exactamente de qué se trata Yom Kipur, el día más sagrado y venerado de nuestro calendario, para así prepararnos y mentalizarnos para alcanzar el objetivo esperado.
En Yom Kipur hay que buscar lo simple, lo menos rebuscado y sofisticado. Volvemos a nuestro origen, a lo que deberíamos ser en un principio, a la cercanía natural y llana con nuestro Creador.
Dice rabí Akivá: “Frente a quién ustedes se purifican y quién los purifica a ustedes. Dios es una mikvé para Israel”. Justamente es en Yom Kipur cuando Dios nos limpia y purifica de nuestras faltas, así como lo hace una mikvé. En otras palabras, cada uno deberá despojarse de toda fuente de impureza e introducirse completamente dentro del agua. Retirar todo aquello que pueda interferir entre el agua y nosotros, y extender todas las partes del cuerpo para evitar que haya pliegues y no penetre el agua en esos lugares. De la misma manera debemos prepararnos para entrar en Yom Kipur como es debido, retirando toda barrera que interfiera entre Dios y nosotros, exponiéndonos y simplificándonos ante el Creador del universo.
¡Gmar Jatimá Tová!
Yair Ben Yehuda