Se cumplen 49 años de la Guerra de Yom Kipur. En 1973, los ejércitos de Egipto y Siria lanzaron un ataque sorpresa sobre Israel en el día más sagrado del calendario judío, sorprendiendo a muchos, pero no a todos.
A decir verdad, el ataque no debió ser ninguna sorpresa. Los movimientos de tropas de Egipto y Siria, los informes de inteligencia y quién sabe cuántos otros indicios, daban fe de que se preparaba un ataque sobre Israel. Israel era el país victorioso de la Guerra de los Seis Días de 1967, y su población se cobijaba en un ambiente de seguridad que era mucho menos real, y que además se sabía así en las esferas más altas de gobierno y toma de decisiones.
A cinco décadas ya, se sabe a ciencia cierta que la situación difícil por la cual pasó Israel en la guerra, y la sensación de poderío y de victoria de Egipto, fue el ingrediente necesario e imprescindible para que este último país, líder del mundo árabe, iniciara un proceso de paz que desembocaría pocos años más tarde en los Acuerdos de Camp David. Vale la pena tomar en cuenta ciertos detalles.
El ataque a Israel en el Día del Perdón fue un movimiento oportuno, sagaz y que dio resultados. Aunque en la guerra y en el amor todo se vale, no deja de ser una estrategia que raya en lo cobarde. En las guerras no hay ganadores, todos pierden. No es cuestión de analizar el tema de la guerra y sus aristas, pero en la Guerra de Yom Kipur se trató de una agresión por la espalda.
Artillería israelí actuando contra posiciones sirias el 12 de octubre de 1973, durante la Guerra de Yom Kipur (Foto: The Jewish Chronicle)
Israel era la nación consentida hasta 1967. Estaba a punto de ser borrado del mapa por parte de Egipto, Siria y Jordania, cuando en un ataque preventivo que duró seis días, ganó una guerra de manera impensable. En esa oportunidad pasó a responsabilizarse de los palestinos de Gaza y de los de la Margen Occidental, los mismos que desde 1948 no habían tenido solución a sus problemas de manos de Egipto y de Jordania respectivamente. En poco tiempo, la imagen del Israel agredido se trasformó en la del Israel agresor.
Israel no se atrevió a lanzar un ataque preventivo en 1973 que hubiera evitado la gran cantidad de bajas israelíes que tuvieron lugar. No quiso ser percibido como el agresor del momento, la potencia regional que dictaba las pautas en el terreno. Lanzarse de primero a la guerra habría sido la manera de evitar la eventual paz de un futuro próximo, lejano o no tan lejano. Las dificultades de Israel en la Guerra de Yom Kipur sentaron las bases de las negociaciones posteriores, de la visita de Sadat a Jerusalén, lo de Camp David antes mencionado. Israel, sus habitantes, sus soldados, las madres, padres, hermanos e hijos pagaron con sangre, dolor y lágrimas el impagable precio de la ansiada paz. Cabe preguntarse si otra nación hubiera tomado una decisión tan dura, controversial y costosa.
En el año 2022, a 49 años de la Guerra de Yom Kipur y a 74 años de la independencia de Israel, muchas barreras han caído. Israel tiene relaciones diplomáticas con varios e importantes países árabes. Pero en lo relativo a los palestinos de Gaza, y también en menor medida con los de la Margen Occidental, el quid de la cuestión es la negativa de algunos a reconocer el derecho de los judíos a un Estado judío. Israel ha demostrado con hechos y con actitudes su deseo y disposición a la paz, pagando altos precios, entregando vidas.
Yom Kipur es el Día del Perdón. Para los judíos se trata de un día que contempla la introspección individual y colectiva, como personas y como nación. La guerra de 1973 nos hace recordar y evaluar la necesidad del perdón, de la paz y de la erradicación de la guerra.
Como siempre, nos debatimos entre la guerra y la paz, a sabiendas de que esta última es la que conviene. ¿Merecemos perdón por ello?