Esta semana conmemoraremos dos días muy especiales y cargados de emoción para el pueblo judío: Yom Hazicarón –día en el cual recordamos a nuestros hombres y mujeres caídos en las diversas guerras que a lo largo de nuestra corta historia hemos tenido–, y Yom Haatzmaut – el día de la independencia del Estado de Israel–. Día de duelo y día de alegría. Días contrastantes en sentimiento pero adheridos en su tiempo. La gran pregunta es por qué quienes decidieron, decidieron juntar estos dos días uno al otro. ¿Cómo un pueblo que en la mañana se encuentra en los cementerios intimando con sus seres queridos caídos y llorando su perdida puede celebrar su independencia esa misma noche?
La verdad es que no es el único contraste que encontramos es esta era. Estamos en la época de Sfirat Haomer, días que en su origen eran de esperanza y alegría, entre la salida del pueblo judío de Egipto y la entrega de la Torá. Tiempo en el que el pueblo judío debe preparase cada año nuevamente para ser digno del regalo que Dios nos ha dado. Pero por desgracia durante la Historia estos días se convirtieron en días de duelo por la muerte de los veinticuatro mil alumnos de Rabí Akiva y también por las Cruzadas que destruyeron y borraron comunidades judías enteras. Esperanza mezclada con muerte.
También encontramos muestras de sentimientos encontrados en la parashá que leímos la semana pasada. Allí la Torá nos habla sobre el día de la inauguración del Tabernáculo: día lleno de felicidad y esperanza por la presencia divina que se le iba a revelar al pueblo. Eran momentos de exaltación especialmente para Aarón, el gran sacerdote, responsable de todo el trabajo divino de este día. Pero, precisamente en estos momentos y por el entusiasmo de Nadav y Aviu, dos de los hijos de Aarón, estos hijos fallecen. La alegría se mezcla con duelo.
Pero mientras los últimos dos ejemplos son casos que ocurrieron así, la decisión de unir el día de la conmemoración de los caídos en las guerras de Israel con el día de la independencia fue una decisión intencional. Y la pregunta, de nuevo, es: ¿por qué enlazaron estos dos días?
Pienso que aquí hay un doble mensaje, uno para las familias dolientes y el otro para todos nosotros.
Les decimos a estas familias: sepan que su sacrificio no ha sido en vano. Por su entrega nosotros hemos obtenido un país tan especial como lo es el nuestro. Gracias a ellos es que podemos hoy en día festejar nuestra independencia. Tu hijo, tu papá o tu hermano son, como lo escribió Jaim Jefer, la bandeja de plata sobre la que hemos recibido el bello Estado de Israel.
El segundo mensaje es para nosotros y no es menos importante. A través de este hecho debemos aprender el valor de la vida humana. El duelo que nosotros sentimos es precisamente porque reconocemos el valor de la vida. Hay un dicho muy famoso que dice: “en su muerte nos ordenaron la vida”. Además del simple significado (por ellos podemos nosotros vivir), hay en este dicho algo mucho mas profundo. El término de una vida es la orden de continuar viviéndola. El duelo y la angustia por la pérdida son el reconocimiento del valor de esa pérdida y por ella hay que continuar y vivir la vida que otros entregaron por nosotros. Y esto cada uno de nosotros puede y debe hacerlo. Porque no es nada complicado, nada difícil. Es simplemente vivir. Vivir como judíos. Continuar con nuestras tradiciones. Amar a Israel. Estar pendientes de que nuestros hijos sepan y valoren el sacrificio que hicieron miles y miles de jóvenes judíos durante las guerras. Después de cumplir con este sentido deber es cuando podemos festejar en Yom Haatzmaut, una verdadera alegría junto con los agradecimientos a Dios por habernos dado un país independiente después de dos mil años de exilio.
La Gemará nos relata que muchos de los observantes no comían carne y no bebían vino después de la destrucción del templo. Cuando Rabí Yeosua les preguntó el porqué, le contestaron: ¿cómo podemos comer carne y beber vino que se ofrecieron en sacrificio en el altar y ahora el altar se encuentra destruido? Les dijo Rabí Yeosua: entonces tampoco comamos pan, ni frutas ni tomemos agua que también fueron ofrecidos en el altar. Sus amigos guardaron silencio.
Si analizamos esta historia podemos entender que las dos opiniones querían llegar a la misma idea para conmemorar y sentir la pérdida del templo. Uno pensó hacerlo interrumpiendo la vida, el otro continuándola. Y la ley es como en la opinión de Rabí Yeosua.
La vida debe continuar. Recordar y estudiar la historia, reconocer y recordar a los caídos y continuar: esto es lo que deseaban los caídos. Vivir y permitirnos a todos nosotros vivir: esto es lo que festejamos en Yom Haatzmaut.
Ojalá siempre podamos festejar sin tener que perder una sola vida más de nuestros mejores hijos. Amén.
Por el rabino Eitan Weisman