¿Qué más podría decirse de la muerte?
¿Qué más podría agregarse al dolor inconmensurable de semejante atrocidad humana?
Ayer el pueblo judío conmemoro un año más a la memoria de las víctimas del holocausto, una cantidad inmensa de vidas segadas por el solo hecho de ser judías, inclusive miles de ellas, quizá cientos de miles, no eran judías pero tenían en su árbol genealógico algún familiar judío. Así era la demencial política de exterminio de dicha población, que según las mismas fuentes alemanas ascendían a seis millones, de acuerdo a las cifras ofrecidas por los inculpados en el Juicio de Núremberg.
Yad Vashem, en su sede principal de Jerusalén, ha informado que a pesar de las inmensas dificultades para identificar a cada una de las víctimas, tienen en sus archivos plenamente identificados casi cinco millones de judíos asesinados en la Shoá, y estima que pudieran llegar a cinco millones doscientos mil en los próximos años, a sabiendas de que el resto no podrá ser registrado por razones obvias.
Hoy voy a mencionar la historia de una joven judía que, al igual que Ana Frank, dejo un diario muy importante: ambas tuvieron un triste final. Se trata de Etty Hillesum, quien nació en Holanda y murió en el campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, el más brutal de toda la Shoá, donde fueron asesinados solo en ese campo más de un millón cien mil judíos.
Etty Hillesum
Etty escribió su diario entre 1941 y 1943, el cual dejó de escribir un día antes de su deportación, entregándolo a María Tuinzing para que esta a su vez se lo hiciera llegar al escritor Klaas Smelik. Allí narra los dos años que vivió en Ámsterdam bajo la ocupación nazi. Su vida ha sido llevada al cine, y su diario traducido a varios idiomas.
En uno de sus pasajes, escribió: “10 de mayo de 1942. La vida se torna cada vez más amenazante y el terror aumenta día a día. Me envuelvo en las plegarias como si fueran un grueso muro de protección, me retiro a ellas como a un cuarto de monjes, después regreso y salgo afuera más fuerte y más consolidada. Con la ayuda del poder de concentración construyo a mi alrededor altas paredes y nuevamente me encuentro dentro de ellas, reúno todas mis partes dispersas y las uno en un solo todo”.
En su diario describe los desfiles de los soldados nazis por las calles de la ciudad, los decretos y las prohibiciones que impedían a los judíos tener una vida normal, y finalmente su deportación al campo de Westerbork, donde estuvo por más de un año, y de allí a la muerte e el campo de Auschwitz-Birkenau, en noviembre de 1943.
Lo que hemos venido atestiguando en este artículo, sobre la importancia de la identificación de las víctimas, es cónsono con las expresiones aportadas por un sobreviviente y Premio Nobel de la Paz, Elie Wiesel: “Olvidar a las víctimas es como matarlas nuevamente; queda claro que nunca podremos entender la crueldad y la falta de humanidad del verdugo o la pureza humana de las víctimas, no obstante, la cuestión aquí no es comprender los hechos, sino conocerlos”.
Yad Vashem tiene en sus archivos plenamente identificados casi cinco millones de judíos asesinados en la Shoá, y estima que pudieran llegar a cinco millones doscientos mil en los próximos años, a sabiendas de que el resto no podrá ser registrado por razones obvias
Por otro lado, y estrechamente vinculado con el recuerdo de las víctimas, justamente hoy también debemos mencionar uno de los hechos más heroicos de ese periodo oscuro de la historia, que fue el levantamiento del Gueto de Varsovia, que se inició el 19 de abril de 1943 y tuvo como finalidad evitar las deportaciones, que para ese momento eran del conocimiento general, inclusive para los mismos aliados, que las personas deportadas iban a campos de exterminio como Treblinka, Sobibor o Auschwitz entre otros.
750 Jóvenes liderados por Mordejai Anielewicz pudieron luchar para resistir al ejército más poderoso de Europa por casi un mes, ya que el 16 de mayo el gueto fue tomado y destruido, al igual que la sinagoga principal de Varsovia. Pero el heroísmo demostrado por estos jóvenes, como el de miles más que en diferentes pasajes de ese periodo lucharon en poblaciones y bosques en la resistencia, causando en muchos casos el pánico en las filas nazis, es imperecedero.
Se imaginaran que hay miles de historias que contar como la que aquí les dejé, una muy especial y poco conocida como la de Etty, que su memoria como la de los seis millones de judíos asesinados haya sido bendecida por el Creador. Que todos ellos nos sigan inspirando para disipar nuestros miedos, para preservar nuestra memoria milenaria, para hacer de este un mundo mejor, más afectivo, más fraterno; un mundo más humano.