Nuestra porción semanal presenta la más grandiosa e impresionante revelación de Dios en el mundo. De hecho, la Torá relata de manera textual que el Todopoderoso descendió sobre el Monte Sinaí ante los ojos del pueblo.
U na de las acciones preliminares que debía realizar Moshé Rabeinu para dar comienzo a este evento era limitar el Monte Sinaí. Quien no era apto no podía subir a él, o siquiera tocarlo, so pena de muerte.
Y así dice Dios a Moshé: “Y limitarás al pueblo alrededor (del Monte) diciendo: Cuídense de subir al Monte y tocarlo en sus extremos; todo quien se atreva a tocarlo morirá” (19, 12).
No obstante, unos versículos más adelante, cuando el Eterno pide a Moshé que descienda del Monte para advertir al pueblo que no suban, él responde: “Y dijo Moshé a Dios: No podrá el pueblo subir al Monte Sinaí, puesto que tú nos has hecho testimoniar diciendo: Limita el monte y santifícalo” (19, 23).
Pregunta el Meshej Jojma, rabí Meir Simja, ZT”L: “No se entiende por qué la Torá hace referencia a limitar el Monte con la expresión de cercar al pueblo, si en realidad la idea era crear un cerco alrededor de la montaña para que nadie pudiera subir a él, o siquiera tocarlo.
La Torá devela un gran fundamento. La presencia divina se extendía hasta el lugar que ocupaba el pueblo de Israel frente al Monte. Resulta que ellos mismos, quienes se encontraban rodeándolo, se convirtieron en un cerco de honor. La montaña misma era como el Kodesh HaKodashim (Santo Sanctórum) y ellos mismos eran como la construcción alrededor de él, el Ejal, como en el Tabernáculo. A partir de ahí prevalecieron con esa santidad eternamente. Como está escrito: ‘Y yo (Dios) habitaré dentro de ustedes’. Por este motivo, si se exiliaban en Babel, la presencia divina marchaba con ellos, como si fueran ellos mismos las vigas del tabernáculo, cuya santidad es perpetua. No así el Monte Sinaí, pues su santidad se limitó únicamente a ese momento”
Indudablemente el pueblo de Israel, por medio de su sola presencia en el mundo, demuestra que el Todopoderoso lo acompaña a todas partes. Y el gran milagro que se revela por medio de nuestra sola existencia no es precisamente una maravilla, como lo aseguraba el escritor norteamericano Mark Twain, sino una fórmula natural: Quien recibe la presencia divina, logra superar los límites temporales.
Pero no solamente tuvimos el mérito y el honor de ser receptores de la manifestación divina en el mundo, sino que, además, nos convertimos en la cerca que diferencia lo santificado de lo secular, en lo que media entre lo puro y lo impuro, en lo cercano a Dios y lo que está “alejado de él”. Y esta idea nos propone algo más, ya que si empleamos a fondo este distintivo y nos convertimos en verdaderos representantes de los límites que estableció Dios en su mundo, cumpliendo de forma cabal todas y cada una de sus mitzvot, nos convertiremos en verdaderos recipientes de su presencia, de forma que nos acompañará a todo lugar y estará con nosotros en cualquier contratiempo y dificultad, en las buenas y en las malas.
En resumen, las mitzvot no solamente limitan y regulan nuestro comportamiento diario para evitar perdernos en el mundo material, sino que nos definen y confieren esa característica única de ser portadores del nombre de Dios. Como está escrito: “Porque el nombre de Dios será nombrado sobre ti”.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda