Rachel Chocrón de Benchimol
Esta frase que se repite una y otra vez cuando ya estamos finalizando un año más en nuestro calendario. Pareciera trivial y casual, como por no dejar, y representa una realidad de peso absoluto en este 5780 que está por terminar.
En realidad, estos últimos seis meses, específicamente desde Pésaj hasta Rosh Hashaná, han pasado de manera vertiginosa, pero lenta y apesadumbrada a la vez.
La pandemia marcó sin lugar a dudas un antes y un después en nuestro ritmo de vida y en nuestra percepción de la realidad, que hasta hoy nos sigue marcando pautas de vida muy diferentes a lo que antes llamábamos rutina del día a día.
Cuánto ha pasado alrededor del mundo, y a la vez cuán paralizadas han estado nuestras vidas. Un día tras otro, confinados, encerrados en nuestros hogares evitando los efectos del contagio de una pandemia, sin duda alguna nos dejan un montón de reflexiones, que quizás en circunstancias “normales” jamás nos hubiesen pasado siquiera pasado por la mente.
La idea comprobada de la existencia de un Dios que controla cada paso, cada fenómeno, cada circunstancia de nuestras vidas, cobró en estos últimos seis meses más vigencia que nunca. La sensación de vulnerabilidad en que hoy en día nos encontramos, sin duda alguna dejará huellas en nuestro pensar y proceder de ahora en adelante.
Antes de llegar Elul y el cumplimiento de la teshuvá, la tzedaká y la tefilá como herramientas capaces de cambiar y erradicar decretos negativos sobre nosotros, ya desde Pésaj, incorporamos con vehemencia en nuestras vidas estos tres elementos, para despertar la misericordia divina y por ende la posibilidad de resguardarnos de la pandemia, que ha hecho estragos en la humanidad entera.
El solo hecho de pensar que ya desde el pasado Yom Kipur Dios había decretado la aparición de la pandemia para sacudir a todo el planeta Tierra, me produce escalofríos y me hace reflexionar aún más sobre la dependencia directa y total de la Voluntad Divina sobre el desarrollo de nuestras vidas.
Ahora, a pocos días de celebrar Rosh Hashaná, nos encontramos en un limbo de dudas y temores que aún no desaparecen, y que debemos tratar de vencer para llegar al día del juicio, confiados en que Dios pondrá fin prontamente a esta difícil situación a nivel mundial. Es ahora más que nunca que debemos trabajar en nuestra Emuná, a través de la tefilá sincera y que brota desde lo más profundo de nuestro corazón.
Cuánto ha pasado alrededor del mundo, y a la vez cuán paralizadas han estado nuestras vidas. Un día tras otro, confinados, encerrados en nuestros hogares evitando los efectos del contagio de una pandemia, sin duda alguna nos dejan un montón de reflexiones, que quizás en circunstancias “normales” jamás nos hubiesen pasado siquiera pasado por la mente.
Confiar en el Amo del mundo y agradecerle, hoy más que nunca, por cada amanecer que despertamos con salud y con fuerzas para enfrentar este difícil reto de nuestras vidas.
Lo escribo y pretendo internalizarlo como parte de un aprendizaje de vida, del cual sin duda alguna saldremos fortalecidos internamente con fe absoluta en nuestro Creador.
Solo me queda desear y rogar a Hashem que cuide y bendiga a nuestra hermosa kehilá. Que juntos podamos superar con salud esta difícil prueba, y que el año que está por comenzar traiga a todo Am Israel salud, buena y larga vida, paz, prosperidad y abundancia que caiga de los cielos, y que todos volvamos a retomar nuestras vidas apegados a Dios como nuestro escudo y brazo protector.
Que la dulzura de la miel que tomaremos como símbolo nos acompañe a través de todo el año, endulzando cada día y cada circunstancia de nuestras vidas.Shana Tová Umetuká, que Dios derrame Su misericordia y berajá sobre todo Am Israel y sobre toda mi querida kehilá.
Véase también: