E n el valle de San José, Costa Rica, tiene lugar un inusitado acontecimiento que ha sido motivo de admiración, por el logro que permanentemente lleva a cabo Enrique Hane.
Un joven judeo-colombiano, de extracto familiar distinguido en Barranquilla, emigró a Costa Rica en circunstancias provocadas por un infortunado accidente que lo sometió a una incapacidad motora de los miembros inferiores. A pesar de esa condición, Enrique ha constituido un hogar y tiene tres hijos.
En el aspecto netamente comercial, es de observar que la destreza en la actividad culinaria, adquirida desde su infancia en el hogar y con el proceso de shejitá (beneficio de animales según la tradición judía), le ha permitido desarrollar una extraordinaria expansión de locales denominado sports bars.
La vocación de servicio, la severa disciplina y puntualidad en lo administrativo, y el autodominio en todas las funciones de recorrido, traslado y supervisión, resulta a veces incomprensible hasta para quienes con todas las facultades se nos hace difícil. Enrique ha superado barreras, al extremo de considerar seguir ampliando su red de locales en otros países.
Haber conocido a Enrique es reflexionar ante un reto de invencibilidad, de lucha diaria en un entorno competitivo y de constante innovación. Suele sorprenderme con sus explicaciones e imágenes sobre curiosos platos de exquisita variedad, así como la proyección de diseño futurista para una adecuación a la nueva era social. No cabe duda de que en cada local que Enrique inaugura se respira el éxito anticipado, así como un potencial lugar de esparcimiento para el público costarricense.
Mi intención con este corto ensayo es plantear cómo pueden superarse las dificultades y retos de la vida, con la voluntad de vencer todos los obstáculos y encarar cualquier proyecto, de la naturaleza que fuere, con decisión, entereza y a pesar de una limitación física. Enrique ha demostrado poseer una voluntad de acero.