Esther Benayoun de Benhamou
P odríamos pensar que el primer séder de Pésaj que el pueblo judío celebró tuvo lugar en el aniversario de la salida de Egipto. Sin embargo, este fue justo antes de haber partido de la esclavitud a la libertad. El pueblo celebró tener algo aun antes de haberlo obtenido. ¿Por qué antes y no después? La respuesta es que en ese entonces surgió la necesidad de la visualización. La historia de Pésaj fue una sucesión de grandes milagros maniobrados por Hashem, con poder fuerte y brazo tendido. Empero, fue necesario que el pueblo unido se visualizara así para que, en efecto, alcanzara una libertad plena.
Mitzraim (Egipto), más que un lugar físico, es un lugar espiritual. Mitzraim significa estrecho, constreñido, limitado.
Tendemos a vivir nuestra propia esclavitud, muchas veces autoimpuesta. Construir una cerca imaginaria que nos aleja de ser libres. Que poco tiene que ver con vivir dentro del marco de nuestra religión, con ser cónyuge, hijo, madre, padre. Con ser empleado o empleador. Con pertenecer a un grupo de personas. Esta esclavitud más bien se relaciona con nuestras inseguridades, con nuestros prejuicios, con una fe limitada, con pensamientos que nos distancian de nuestra paz interna, con límites imaginarios que nos alejan de nuestras metas.
Un atleta sabe que puede correr una cierta cantidad de kilómetros, pero mucho antes de llegar a la meta, su mente trata de sobreprotegerlo, diciéndole que se detenga, cuando sus piernas todavía pueden dar más. Nos rendimos ante una meta antes de lograrla porque pensamos que ya hemos hecho suficiente. Tenemos exceso de autocompasión y defecto de compasión por los demás. Queremos ser amables con las personas que más queremos, sin embargo limitamos nuestra cordialidad y terminamos molestos si dimos más tiempo, energía o simpatía de la que estábamos dispuestos a dar. “Contabilizamos” nuestra bondad.
La estrategia para ser felices y lograr nuestras metas: confundir esas barreras. Saber que somos más grandes que el YetzerHara.
La palabra “cambio” nos paraliza. Sin embargo, la Torá nos enseña que una persona puede hacer Avodat Hamidot (trabajo en la mejora de las cualidades). Una persona me dio un ejemplo práctico de que sí se puede cambiar. Esta solía estar de mal humor, de repente un día llegó sonriendo. Y así lo siguió haciendo siempre. No creo que su vida haya dado un giro de 180 grados de la noche a la mañana, pero su actitud sí cambió.
Ser libre es saber que esos obstáculos son parte del camino de crecimiento ascendente. Ser libre es regirte por ciertos parámetros y a la vez estar en paz contigo. Es saber que está en tus manos actuar pero que los resultados dependen de Hashem. Una de las cosas que tendemos a limitar es la fuerza del rezo. Una vez escuché de un rabino: “Reza. Reza en grande. Pide todo lo que quieras. No resumas. No reduzcas”.
A veces nos proponemos cambios y solo por el miedo al “qué dirán”, o hasta el “qué diré”, tememos hacerlos. Si recibes a tu esposo en la casa con tu pinta más desaliñada y sabes que es algo que quieres cambiar, hazlo. Si tus hijos están acostumbrados a verte de mal humor, no temas que se impresionen (tú y ellos) al verte con una actitud amable y alegre. Si te conocen como impaciente, antipático, egoísta, preocupado, empieza a ser paciente, simpático, generoso, tranquilo. Puedes cambiar para bien las etiquetas puestas por ti o por alguien más. No temas las consecuencias de los cambios positivos. Sal de mitzraim, salta las barreras, rompe los miedos.
Cambiar es acercarte a tus metas en armonía con tu interior. Es como ir superando niveles en el videojuego en lugar de repetir, una y otra vez, el mismo nivel. “Pésaj” significa “pasar”. Pasar estos límites y alcanzar el potencial infinito que tiene nuestra alma yehudí. Lograr esa misión de vida que te fue encomendada en forma personalizada.
La libertad llega cuando –física y emocionalmente– cortamos las ataduras, en especial aquellas que nos envician, aquellos comportamientos autodestructivos, el exceso de autoindulgencia, aquellos comentarios que –a veces sin darte cuenta–podrían dañar a tu compañero. Así como en el juego de Nintendo, con cada nivel que vas superando, eres más fuerte; a la vez van creciendo los obstáculos. Ser libre es saber que esos obstáculos son parte del camino de crecimiento ascendente. Ser libre es regirte por ciertos parámetros y a la vez estar en paz contigo. Es saber que está en tus manos actuar pero que los resultados dependen de Hashem. Una de las cosas que tendemos a limitar es la fuerza del rezo. Una vez escuché de un rabino: “Reza. Reza en grande. Pide todo lo que quieras. No resumas. No reduzcas”.
Pide todo aquello que llene tus expectativas para bien. Imagina. Visualiza. Sin obsesionarte por no haber conseguido aún la imagen que esperas, pero deseándola con todas tus fuerzas.
Quiera Hashem que recibamos grandes milagros concatenados como en la historia de Pésaj, de la mano de una visualización y una acción positiva y alegre.