“Y relató el ministro de copas su sueño a Yossef, diciéndole: ‘En mi sueño he aquí que había una viña frente a mí. Y en la viña, tres racimos; era como si florecieran y brotara su retoño, y las uvas del racimo maduraron. La copa de Paröh estaba en mi mano, tomé la uvas y las exprimí en la copa de Paröh, y di la copa en la palma de Paröh’. Y dijo Yossef: ‘Esta es su interpretación… te restituirá en tu puesto, y darás la copa de Parö en su mano” (40, 9-12).
Todos conocemos el desenlace de la historia. Yossef solicita de este ministro que lo recuerde ante Paröh, pero este se olvida de él, renegando del favor que le hizo. No será sino hasta después de dos años que Yossef será recordado y saldrá en libertad.
Aparentemente, podría considerarse como un acontecimiento trivial, no muy simpático para Yossef HaTzadik. Sin embargo, el Midrash (Rabá cap. 88, inciso 5) lo considera de suma importancia, hasta el punto de que, gracias a haberse recordado la palabra “copa” en cuatro ocasiones, nuestros sabios determinaron la mitzvá de beber cuatro copas de vino en la noche de Pésaj.
Todos conocemos la importancia de ellas, pues si no son tomadas de la forma correcta, será preciso volver a beberlas, deberán ser de vino tinto no cocinado, etc.
La pregunta es: ¿Por qué de este acontecimiento nuestros jajamim aprendieron esta mitzvá tan delicada? Explica el Kelí Yakar, ZT”L: “Lo dicho en el Midrash es realmente sorprendente, pues ¿qué fue lo que le quiso demostrar Dios al copero? ¿Qué tiene que ver este sueño con las cuatro copas de la noche de Pésaj?
Sugiero la siguiente explicación. Se sabe que levantar una copa y beber vino es manifestación de salvación de cierta tragedia. Como está escrito: ‘La copa de la salvación alzaré’. Y las cuatro copas de Pésaj lo demuestran. Toda persona que ha sido apresada se encuentra rodeada de cuatro principales desgracias, como lo señala el profeta Yirmiyahu: ‘Así dijo Dios: Quien haya de pasar por la espada, por la espada pasará, y quien por la muerte, a la muerte irá, y quien por la hambruna, por el hambre pasará. Aquel que deba ir al encierro, al encierro irá’ (15,2). En el Tratado de Babá Batrá (8b) figura: ‘Dice R. Yojanán: Cada una de ellas es peor que la anterior… y así el encierro es la más grave de todas, ya que en ella se encuentran todas las demás, pues el opresor tiene el poder de matarlo de hambre, por medio de la espada, o hacerlo sufrir de alguna otra forma’.
De esta manera, quien logra salir del encierro a la libertad, por ley deberá beber cuatro copas de salvación, ya que en su situación había los cuatro tipos de opresión. Y al salir de ahí se encuentra a salvo de ellas. Por este motivo se menciona sobre el copero cuatro veces la palabra copa, pues se le demostró a través de su sueño que saldría de prisión y se salvaría de estos cuatro males.
A partir de este evento estudiaron nuestros sabios que en Pésaj es obligatorio que cada uno de nosotros beba las cuatro copas de la salvación, ya que Israel se encontraba también en el profundo encierro de Egipto, bajo cuatro tipos de males, como se mencionó. Y no solamente Dios rescató a nuestros padres de ahí, sino a nosotros mismos, como decimos en la Hagadá.
Tal vez sea esta la intención de nuestros jajamim en el Tratado de Julín (92ª), quienes comparan a los tres racimos de uva con tres ministros gentiles, o con nuestros patriarcas Abraham, Itzjak y Yaäcov, etc., pues de muchas formas aprenden que este suceso tiene que ver directamente con la salvación de Israel de Egipto.
Ciertamente es así, ya que la primera redención de Yossef fue por medio del copero, y gracias a lo que le sucedió, fue que Yossef tuvo acceso a toda la importancia y posición que le dieron más tarde”. Hasta aquí sus palabras.
Como se sabe, todos nuestros exilios están condensados en el de Egipto, así como toda opresión, persecución y muerte que sufrimos durante nuestra historia ya se encontraban en la realidad desde nuestro comienzo como pueblo, de la misma manera nuestra redención final y absoluta.
Todos sabemos que Yossef permaneció en prisión dos años más de lo que originalmente debía estar, porque reiteró su solicitud al copero de que lo recuerde ante el faraón para sacarlo de ahí. Es decir, en su elevado nivel, Yossef manifestó una falta de confianza en Dios, pues depositó su futura libertad en manos de ese ministro.
Siempre oímos –y los hechos lo demuestran– que estamos muy próximos a la llegada del Mashíaj, y lo que nos hace falta es no extender más el tiempo de su venida, recurrir a nuestra plena confianza en Dios. Dejemos de lado las noticias, los comentarios de tal o cual, las estadísticas, las estrategias de las potencias mundiales, etc., ellos solamente nos alejan de la clara visión de que todo está en manos de Dios.
Si a un simple copero se le demostró en esa noche su inminente liberación a través de una visión profética, sin duda podemos esperar por la nuestra, levantar entonces nuestras copas y decir con plena seguridad: “Le Jaim, llegó el momento de nuestra redención”.
¡Shabat Shalom!
Yair Ben Yehuda