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“E sta es la descendencia de Yaacov, Yosef de diecisiete años de edad era pastor sobre sus hermanos en los rebaños, y se comportaba como adolescente con los hijos de Bilhá y los hijos de Zilpá, mujeres de su padre, y traía Yosef toda información negativa –de los hijos de Lea– a su padre” (Bereshit 37, 2).
El preferido de Yaacov, Yosef, era ni más ni menos quien se encargaba de enderezar las andanzas de sus hermanos. Es curioso porque por lo general esa labor se le asigna al mayor de los hermanos, ya que lo natural es que los demás hijos lo escuchen. Además, la experiencia de vida del hermano mayor y el celo por ver cumplida la voluntad de su padre sin margen de error han de llevarlo a completar su misión de manera satisfactoria. Pero en este caso Yaacov ve en Yosef a ese hijo maduro, serio y consciente a pesar de su corta edad; el más idóneo para mantener a la familia por el buen camino. ¿Por qué?
Yosef tenía un comportamiento ambiguo. Por un lado era como un pastor sobre sus hermanos –los hijos de Lea–, a quienes acusaba con su padre. Por el otro era compasivo y condescendiente con los hijos de las “sirvientas”, de forma que se veía a sí mismo como lo que realmente era –un joven– ante ellos… a su nivel.
Con su visión profética, Yaacov podía ver en realidad lo que debía dar cada uno de sus hijos: sus cualidades personales y objetivos de vida. Sabía que debía preparar a Yosef para lo que vino al mundo, ser el líder del pueblo de Israel en el exilio. Le correspondía mostrar dureza y severidad con aquellos que dicen ser los más fuertes en términos espirituales. También tenía que ser dulce y suave con los más alejados del núcleo judío, tarea que el mayor de los hermanos difícilmente podía llevar a cabo dada su elevada posición.
Yosef es el líder perfecto para Israel en la diáspora. Después de haber soportado la dureza del exterminio y la persecución, del pueblo judío no quedarán muchos que cumplan el servicio divino de manera plena. Para enderezar sus pasos se necesitará alguien que le hable con mucha paciencia y cariño. Yosef es ideal para esta labor.
No es por nada que al final de los tiempos llegará el Mashiaj ben Yosef antes de que se presente el Mashiaj ben David. El primero se encargará de hacer que todo Israel retorne a su Creador: tanto aquellos a quienes deba reprenderse con dureza –los que ya conocen la Torá y no la han cumplido de manera estricta– como esos a los que deberá acercarse con dulzura y suavidad pues aún no han logrado adquirir el conocimiento pleno de la palabra del Todopoderoso.
De hecho, en nuestra época es allí donde se enmarca la educación de todo yehudí. Por una parte muestra celo en cuanto a lo más preciado que tenemos, la Torá, pero también apela siempre al corazón de aquel a quien estamos educando y le muestra que “Sus caminos siempre son placenteros”.
Cada uno de nosotros posee cierto grado de conciencia sobre nuestros principios espirituales y a veces necesitamos un pequeño “jalón de orejas”. Del mismo modo tenemos esa inocencia respecto a algunos tópicos del judaísmo que deberán hacer que comamos con un poquito de miel.
Shabat Shalom
Yair Ben Yehudá