Uno de los sucesos más polémicos de nuestra historia aparece en nuestra parashá, la famosa venta de Yossef.
Está por demás intentar evaluar o siquiera entender por qué razón los hijos de Yaacov vendieron a su hermano, nuestro criterio es ínfimo al lado de las tribus de Dios. No obstante, una enseñanza perecedera es posible obtenerla de este episodio.
Dice el Sefat Emet, ZTL: «Y escuchó Reubén y lo salvó (a Yossef) de sus manos y dijo: ‘No lo matemos’.
He aquí que Reubén hizo una mitzvá con intenciones correctas y verdaderas. Pero fue al regresar y no a ver a su hermano en el pozo cuando pensó: ‘Tal vez mi decisión no dio frutos, sin duda me equivoqué’. Pero la Torá testifica que realmente lo salvó de una muerte inminente, pues de no ser por su iniciativa Yossef hubiera muerto a manos de sus hermanos.
Esto mismo nos enseña sobre toda intención que surja de un núcleo verdadero y sincero y que impulse a la persona a llevar adelante una buena acción. Aun cuando le parezca que no dio buenos resultados, sin lugar a dudas no fue en vano y los frutos se verán a corto o a largo plazo”
“Al final se dan los hechos, pero el pensamiento es precedente”. Así decimos en Kabalat Shabat (rezo de recepción del Shabat). Ninguna acción está desligada del ideal que lo originó. Construcciones, países, ideologías, productos comerciales, instituciones, libros, seres humanos; tarde o temprano reflejarán de qué están hechos de verdad. Los ideales que han movido masas a lo largo de la historia no han trascendido por mucho tiempo porque en sus orígenes siempre hay un interés personal, una marca de egoísmo, de búsqueda de la fama y honor. En otras ocasiones, cuando sí prevalecen y parece no terminar su influencia, si observamos con detenimiento, caeremos en cuenta que han hecho mucho más daño de lo que han beneficiado; se vuelven entes destructivos.
El hombre tiene la ventaja de estar siempre en constante construcción. Gracias a Dios que nos dio la conciencia y la capacidad de discernir y escoger nuestro futuro, pues por medio de ellos podemos decidir cómo formarnos constantemente; eligiendo las intenciones que habrán de marcar el sentido de nuestras acciones durante los 120 años de vida, y el impulso que dejaremos detrás de nosotros para las generaciones por venir.
De esta manera, nunca una buena intención quedará fuera del marco de la acción, y todo hecho positivo que prevalece, es porque lo sostiene una amplia base de correctas, sinceras y desinteresadas intenciones.
Quiera Dios que nuestras vidas estén en constante y productivo crecimiento.
Shabat Shalom