“Y le dijo [Dios a Yaacov] Yo Soy el Eterno, Dios de tu padre, no temas de descender a Egipto, pues una gran nación haré de ti allá” (46, 3)
Es el comienzo del primer y más duro exilio, el que le fuera anunciado a Abraham en el pacto de “Entre las Mitades”. Yaacov temía no por la dureza de la esclavitud, que eventualmente habrían de sufrir sus nietos, sino por la asimilación, por la pérdida de las tradiciones y del sentido de pertenencia a la casta de Abraham e Itzjak. Por este motivo Dios le comunica: “No temas, ya que te convertiré ahí mismo (en el núcleo de la impureza y la idolatría) en un vasto pueblo”.
Y la pregunta salta a la vista: ¿de qué manera conseguiría Dios mantener a la familia de Yaacov al margen de los idólatras y hechiceros de Egipto? ¡A Yosef mismo casi lo seducido la mujer de su patrón! ¡Desde una perspectiva lógica parecería ser un proyecto imposible de materializar!
Es Seforno, ZT”L, da la siguiente explicación: “Dios le dijo a Yaacov: si tú y tu familia se quedan aquí en la tierra de Cnaan, se asimilarán y se mezclarán con ellos, no así en Egipto, pues los egipcios tienen prohibido comer con los hebreos. De esta forma serán una nación separada y se mantendrán firmes en sus tradiciones. Justamente afuera de esta tierra se destacarán y fortalecerán”.
Este es el punto crucial en lo relativo a nuestra existencia y a nuestra sana relación con los gentiles: separarnos de ellos.
En aquella época los egipcios se encargaron de marginarnos –gracias a Dios–; hoy en día nosotros debemos levantar barreras y establecer un cortés distanciamiento, si queremos darle continuidad a nuestro judaísmo. Asegurarnos que nuestros hijos e hijas, nietos y bisnietos, sean orgullosamente hebreos.
No se trata de perder las buenas relaciones, la amabilidad y cortesía que le debemos a la gente de los países donde habitamos. Estamos obligados a reconocer el favor de aceptarnos en su territorio y proporcionarnos medios para vivir de forma honorable pero, mano a mano, debemos defender nuestra identidad a capa y espada.
De hecho, nuestros sabios establecieron normas para facilitarnos esta empresa, mediante las prohibiciones de comer alimentos cocinados por gentiles, panes y distintas piezas horneadas, vino que ellos toquen, etc. Todas las prohibiciones apuntan a limitar nuestro trato con los gentiles y a fortalecer nuestra identidad y objetivos por los cuales nos pusieron en este mundo.
Shabat Shalom