Editorial del semanario Aurora
E s fácil comprender, tanto para los que lo admiran como para quienes lo rechazan, que la estrategia política del primer ministro Benjamín Netanyahu se basa fundamentalmente en tirar la pelota afuera, al córner, a los laterales, a cualquier lado, pero lo más lejos que pueda. Simplemente, se trata de ganar tiempo hasta que suba Donald Trump, Ted Cruz o Marco Rubio en Estados Unidos. Hasta que la derecha se encumbre en el viejo continente europeo —o que la izquierda adopte los programas de derecha, tal como está sucediendo— como consecuencia de la avalancha inmigratoria proveniente del Oriente Medio y la exportación del conflicto, el hartazgo de la inmoral filosofía de lo “políticamente correcto”, el relativismo cultural del posmodernismo y el fiasco del multiculturalismo.
Además, la idea es que el inevitable enfrentamiento del Islam político con Occidente reencontrará nuevamente a Israel con los países europeos que ahora lo censuran.
Sin embargo, por el momento, el gobierno de Netanyahu siente la presión de un movimiento de pinzas. Al etiquetamiento de los productos de los asentamientos por parte de la Unión Europea, se ha sumado Washington que sacó a relucir del viejo baúl los archivos perdidos de una vieja ley de 1995, que exige una separación entre los productos de Cisjordania e Israel. En este espíritu se enmarcan las extraordinarias críticas del secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, en un artículo en The New York Times, por las políticas de asentamientos, y el ultimátum del ministro de Exteriores de Francia, Laurent Fabius, sugiriendo la convocatoria a una conferencia internacional y amenazando con reconocer al “Estado palestino”, si continúa el estancamiento de las negociaciones. La pregunta del millón es cuán lejos la llamada “comunidad internacional” está dispuesta a transitar por este camino.
Mientras tanto, la reciente ola de violencia, sangrienta pero de baja intensidad —en comparación con la región— es funcional a la dirigencia de la Autoridad Palestina para que la cuestión palestina no abandone la escena internacional ante la crisis de los refugiados y las guerras civiles en Siria, Iraq, Yemen, Libia, etc. Mientras tanto, Hamás renovó sus túneles y sus comandos marinos.
Sin embargo, no puede decirse que Netanyahu no tenga ninguna estrategia: para afrontar la inestabilidad de la región, está forjando una alianza estratégica con Grecia y Chipre con vistas a fortalecer la seguridad del Mediterráneo oriental, y tonificar los lazos con Italia y Egipto, y en el futuro tal vez con Turquía.