Sharonah Fredericko
Shavuot señala uno de los grandes acontecimientos en la historia de la Humanidad: el otorgamiento de los Diez Mandamientos, como código, tanto moral como teológico, de comportamiento para el pueblo judío. Posteriormente, dicho código, con sus preceptos de justicia social (no robarás, no matarás, no codiciarás), servirá como ejemplo para los libertadores de las revoluciones de índole universal, desde José de San Martín a George Washington.
No obstante el carácter nítidamente religioso de cualquier festividad judía, existe también un trasfondo histórico cargado de importancia, sea cual fuere la pertenencia teológica del judío en cuestión: ortodoxo, laico, reformista, culturalista, etc.
¿Y cuál es ese trasfondo? La fecha del 6 de Siván para la celebración de Shavuot quedó fijada cuando se promulgó el calendario judío en su forma actual, en el año 420 de la era común. En la antigüedad la duración de los meses era variable, pues Rosh Jodesh (el novilunio o finalización y comienzo de los meses) era determinado por el Sanedrín de Éretz Israel. Como resultado de ello, variaba la fecha del día quincuagésimo después de Pésaj, que caía el 5, 6, o 7 de Siván.
Shavuot es una de las Shalosh Regalim, las tres grandes festividades del calendario judío que antiguamente implicaban peregrinar al Templo de Jerusalén
(Imagen: Orthodox Union)
Estos hechos sorprenderán a los que creen que los días sagrados judíos son inmutables. Pero vale recordar la advertencia del gran filósofo Maimónides, quien dijo que Dios habla al hombre de modo tal que este lo comprenda, pero a veces la comprensión humana puede tardar en captar la realidad.
La denominación de Shavuot, que significa “semanas”, es mencionada en Shemot (Números), capítulo 34, versículo 22. Otras denominaciones de la fiesta son: Jag Hakatzir (Fiesta de la siega), Jag Habikurim (Fiesta de las primicias), Atzéret (Asamblea) y Zman Matán Torateinu (Tiempo de entrega de la Torá). Las denominaciones Jag Hakatzir y Jag Habikurim también tienen su origen en Shemot 23:16: “La fiesta de la siega de la primicia de tus labores”. Atzéret es el nombre que usa la Mishná. Zman Matán Torateinu es la denominación basada en la interpretación tradicional del capítulo 19 de Shemot, que relata la recepción de la Torá por el pueblo hebreo. De acuerdo con esta interpretación, el acontecimiento tuvo lugar el 6 de Siván.
Pero no hay que olvidar que Moisés sufrió una decepción muy amarga en el primer intento por entregar las Tablas de la Ley. Al descender del monte Sinaí, según el relato, se encontró con los desvaríos de su propio pueblo, que había decidido erigir una enorme estatua pagana, el becerro de oro, clara evidencia histórica de que los resabios politeístas estaban aún muy vigentes entre el pueblo recién liberado. Y la decepción fue aún más profunda al ver que el organizador de la fiesta pagana fue nada menos que su hermano Aarón, quien había cedido a las presiones de un pueblo que no estaba aún en condiciones de autogobernarse.
Y es que la libertad degenera rápidamente en amargura si no hay un sistema de leyes que apoyen y fijen el marco en que la misma habrá de funcionar y manifestarse. Esta cuestión es sumamente relevante hoy, cuando nos preocupamos por la supervivencia de sistemas democráticos en sociedades donde el mayor peligro es dar la democracia por sobreentendida
Aarón y Moisés representan dos polos diametralmente opuestos de liderazgo: Aarón sucumbe a la voluntad popular, en tanto que Moisés busca constantemente dirigirlo hacia una meta más elevada. Moisés quebranta las primeras Tablas de la Ley y vuelve a subir para comenzar la tarea desde el principio. En lugar de desesperarse, entiende aún más la necesidad de entregar a su pueblo un sistema de leyes. En lugar de desistir, se empeña, y la segunda vez tendrá éxito. La historia nos alecciona mucho en cuanto al carácter que debe tener un líder: tenacidad y compromiso, virtudes necesarias para la realización de cualquier sueño.
Y es que la libertad degenera rápidamente en amargura si no hay un sistema de leyes que apoyen y fijen el marco en que la misma habrá de funcionar y manifestarse. Esta cuestión es sumamente relevante hoy, cuando nos preocupamos por la supervivencia de sistemas democráticos en sociedades donde el mayor peligro es dar la democracia por sobreentendida.
Es usual organizar en Shavuot una sesión colectiva de estudio durante toda la noche, con el objeto de estar preparados para el momento en que, al día siguiente, se conmemore la recepción de la Torá. Y el texto principal sigue siendo el Decálogo (Shemot, cap. 20):
El significado de los mandamientos de índole “social” (5-10) es bastante claro. Pero ¿qué pasa con la relevancia del resto de los mandamientos para el ateo, para el que no cree en Dios? ¿Se debe ser religioso para apreciar todas las normas?
La prohibición contra la idolatría (tener otros dioses ante el único) es igual de relevante, tanto para el fanático que sostiene hablar en nombre de Dios como para el materialista que propone con su modo de vida, muchas veces, reemplazar el concepto del omnipotente con otro medio (¿el dinero, la computadora?). Y el mandamiento sobre el Shabat es de una trascendencia inconmensurable, tanto para el obrero como para el capitalista, para recordar que quien trabaja es un ser humano libre, no un esclavo. Hay que respetar a todo aquel que trabaja y darle su descanso. Es esta una filosofía que tuvo un resonante impacto en el pensamiento de los grandes adalides del sionismo socialista (A. D. Gordon, Ber Borojov, etc.).
Baruj Spinoza habló de la relevancia de la Biblia como nuestro libro de historia, no anulando su significado religioso sino enfocándose en sus aspectos filosóficos y humanistas. Es indudable que la fiesta de Shavuot sobresale en la trayectoria histórica del pueblo judío, de la que la Biblia es su producción suprema.
Fuente: wizo.org.il.
Publicado originalmente en NMI en 2009.