Texto de la ponencia ofrecida por Alberto Moryusef durante el foro del mismo nombre organizado por la Federación Sionista de Venezuela, la Agencia Judía para Israel y la Fraternidad Hebrea B’nai B’rith, el 16 de abril de 2018
UNA NACIÓN, MUCHOS LOGROS es el acertado título que escogió la Federación Sionista de Venezuela para este acto con el que celebra el 70 Aniversario de la independencia de Israel.
Los logros no se dan de forma casual, para alcanzarlos hay que partir de una idea y trabajar en ella.
Celebrar a Israel significa celebrar el emprendimiento más exitoso de la historia moderna y contemporánea.
No se me ocurre con qué otro episodio se puede comparar el triunfo del movimiento sionista que consistió en convertir en realidad el sueño de los judíos de recuperar su patria ancestral, después de 2.000 años de exilio, en un lapso de apenas 50 años, los que trascurrieron entre el Primer Congreso Sionista en 1897 y la declaración de independencia en 1948.
Y es desde la perspectiva histórica que les invito a asomarnos a algunos de los logros de Israel en estos 70 años.
El Estado de Israel es uno países más jóvenes del mundo pero el pueblo judío en la tierra de Israel constituye la nación más antigua del Medio Oriente.
Me explico. Israel es el único país soberano de la región cuya población mayoritariamente practica la misma religión y habla el mismo idioma de hace más de 3.000 años. El país conserva el mismo nombre del reino judío de entonces. Los valores de su cultura y los fundamentos de su moderna democracia se inspiran en la Torá, la ley judía. Muchos de sus habitantes viven en ciudades que datan de esa época y su capital política, a la vez su centro espiritual sigue siendo el mismo, Jerusalén.
No hay declaración de la Unesco que pueda cambiar esa realidad.
La región donde Israel se halla tiene una historia igualmente milenaria pero las modernas naciones que ahí se hallan tienen poco que ver con los imperios que se alternaron en el dominio de esa parte del mundo en tiempos de los Jueces y Reyes de Israel y Judá.
Israel tiene muchas cosas en común con sus vecinos de hoy, a la vez que grandes diferencias. El Medio Oriente incluyendo el norte de África es un vecindario complicado.
La comunidad internacional ha fijado mediante acuerdos las metas que deben alcanzar los países para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
El Índice de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sintetiza a través de complicadas fórmulas las dimensiones de salud y educación conforme al producto Interno bruto per cápita, para otorgar a cada país un puntaje que lo ubica en una posición relativa con relación a los demás.
Israel ocupó en 2017 la posición #19 a nivel mundial. Cada tantos años sube un peldaño. La lista la encabezan Noruega, Australia y Suiza, con un puntaje que supera a Israel en apenas un 5%.
Dicen que todas las comparaciones son odiosas, me voy a permitir ser odioso por un momento.
El país del Medio Oriente mejor posicionando en el Índice de Desarrollo Humano después de Israel es uno de los más ricos y extensos del mundo, Arabia Saudita, quien ocupó en 2017 la posición 38, 19 puestos por debajo de Israel. Los vecinos inmediatos de Israel, es decir Líbano, Jordania, Egipto y Siria alcanzaron respectivamente los puestos 76, 86, 111 y 149. Siria apenas sobrepasa la mitad de los parámetros establecidos por el PNUD.
La prestigiosa posición de Israel significa, de paso, que los casi dos millones de ciudadanos árabes del país, el 18% de la población, tienen una calidad de vida superior a la de sus hermanos en países vecinos.
Pero para los ciudadanos de Israel, árabes y judíos por igual, no debe bastar estar por arriba de los menos afortunados. Supongo que nadie se conforma con ser el rey tuerto en el reino de los ciegos.
A pesar de la diferencia de tamaño de territorio y población, en muchos elementos específicos de desarrollo, Israel supera a Francia, Gran Bretaña, Japón, Rusia y hasta los mismos Estados Unidos. Podríamos dedicar los próximos minutos, no lo vamos a hacer, a enumerar descubrimientos científicos e inventos tecnológicos de Israel en los últimos 50 años, y de manera vertiginosa en los últimos 20. Me limitaré a comentar una encuesta en la que se les preguntó a los mismos israelíes cuales eran para ellos los 70 mejores inventos de Israel en estos 70 años. Los cuatro que encabezaron la lista en orden ascendente fueron el USB flash drive de 1996, el sistema de riego por goteo de 1959, el navegador móvil Waze de 2006 y el sistema de defensa contra misiles cúpula de hierro de 2007, que quedó en primer lugar.
La tecnología israelí está mejorando vidas alrededor del mundo y abriendo buenos negocios.
Dan Senor y Saul Singer, en su best seller de 2009 “Start Up Nation, la historia del milagro económico de Israel” consideran a este país la única nación en el planeta que de por sí es una empresa de alta tecnología. Los autores no solo describen el éxito de Israel, más bien tratan de explicarlo. Para ello identifican e indagan elementos de la sociedad israelí y de su historia reciente, y en esa indagación demuestran que ello tiene relación con ciertas condiciones que solo se dan en Israel.
Una de ellas es la diversidad, diversidad en origen, culturas, religiones, nivel de práctica de la religión y pensamiento político.
La otra característica, que parece ser exclusiva de los judíos es la jutzpá.
Jutzpá es algo así como osadía o desenfado. La jutzpá impulsa a querer mejorar las cosas y para eso hay que enfrentar lo que existe y a quien lo representa. Cuestionar al superior parece ser la única ley que todos los israelíes cumplen. El hijo reta al padre, el alumno al maestro, sobre todo en la yeshivá, el ciudadano al policía de tránsito, e incluso el soldado a su oficial, algo insólito en la doctrina militar tradicional. Al soldado israelí se le exige pensar con cabeza grande, con rosh gadol, se le pide que entienda la razón de sus acciones, que no cumpla órdenes de forma automática. En el ejército de Israel una decisión bien tomada en base a una improvisación será reconocida incluso si hubo que desobedecer al superior.
Recordemos que todos los israelíes, investigadores, empresarios, políticos, profesores universitarios, obreros, todos hicieron el servicio militar obligatorio antes de ocupar su lugar en la sociedad.
El cuestionamiento a la autoridad permite el equilibrio del Estado, como en toda democracia plena. Los poderes legislativo y ejecutivo se controlan mutuamente y el judicial analiza de oficio cada actuación del gobierno por ejemplo cada campaña militar. Los resultados a veces conmocionan a la sociedad y al espectro político israelí.
El turista que visita a Israel percibe ese ambiente dominado por la jutzpá. La sensación para el extranjero es la de un país en el que la norma y la improvisación conviven en extraña armonía y en el que a la final las cosas funcionan muy bien.
El ex primer ministro y ex presidente de Israel Shimon Peres escribió que los pioneros que llegaron a la Palestina del Mandato Británico a principios del siglo XX con la idea de redimir la Tierra para el futuro hogar nacional, judío solo traían con ellos eso, jutzpá, osadía.
El trabajo directo de la tierra de Israel formaba parte de la sociedad idealizada por los pioneros, pero autoabastecerse de productos agrícolas también era una necesidad. Enfrentaron terribles adversidades: ausencia de infraestructura, escasez de agua, enfermedades y hostilidad de bandas armadas opuestas al ideal sionista. La tierra era santa pero hacer que manara leche y miel, como lo prometió Dios, requería mucho esfuerzo.
La ex primer ministro de Israel Golda Meyer, quien antecedió a Gal Gadot como la primera Wonder Woman, Mujer Maravilla de Israel, dijo una vez con relación a Moisés el profeta «Nos arrastró 40 años por el desierto, para traernos al único lugar en todo el Medio Oriente donde no hay petróleo»
En los kibutzim, las aldeas agrícolas colectivas, los pioneros trabajaban y estudiaban. No nos debe extrañar, el estudio forma parte del ADN del pueblo del libro. En los momentos más oscuros de la diáspora, una forma de reprimir a los judíos era prohibirles el estudio de la Torá. Antes y después de la emancipación los judíos se dedicaron a estudiar las ciencias y a las humanidades.
Haim Weizman, el principal líder sionista después de Herzl y posterior primer presidente de Israel fue un destacado químico. Es considerado el padre de la fermentación industrial. Una bacteria que él estudió para ese proceso lleva su nombre, lo que es un gran reconocimiento en el mundo de las ciencias, aunque entre los amigos sea objeto de bromas.
Estos pioneros en los kibutzim estudiaban historia, política y ciencia, materias fundamentales para la construcción de una nación.
Esa generación de agricultores enfrentó con osadía cada uno de los problemas que se le presentó, imaginó una solución y estudio como llegar a ella. Pero ahí no terminaba todo, la solución encontrada debía servir para algo mayor, se le podía sacar aún más provecho, se podía transformar en lo que hoy llamamos un nuevo emprendimiento.
Pongamos un ejemplo. Técnicos israelíes, en los primeros años que siguieron a la fundación del Estado, lograron desarrollar métodos de riego innovadores y fertilizantes de mayor eficiencia que permitieron impulsar la agricultura. Esta rama de la producción fue por mucho tiempo el motor de la economía del país. Pero los israelíes sabían que la poca extensión territorial a la larga iba a ser una limitante para una potencial potencia agrícola y los costos de transporte siempre iban a ser altos, aún más para un país sometido a boicot petrolero. En algún momento los productores y los emprendedores concluyeron que debía ser más rentable exportar la tecnología, en este caso los métodos de riego y los fertilizantes que el país había desarrollado para su propio uso, que vender y transportar a otros países los mismos productos agrícolas.
Eso nos ayuda a entender, con algo más de imaginación, como el país pasó en 70 años de exportar naranjas a exportar, por ejemplo, microprocesadores.
El mismo proceso llevó a que Israel aprendiera a cuidar su pequeña geografía: hoy es líder mundial en el uso de energía solar, en aprovechamiento de agua reciclada y en reforestación. Es el único país del mundo que tiene hoy más árboles que a mediados del siglo XX.
Nada de eso podría darse sin un modelo económico consecuente.
Los padres fundadores establecieron que la independencia política de la nación debía estar acompañada del mayor grado posible de independencia económica con la expectativa de crear un sistema basado en valores compartidos y no solo en las leyes de la oferta y la demanda.
El estado nació como un país socialista, con un estado centralizado y fuerte, que le permitió superar la escasez de los primeros años mientras absorbía a centenas de miles de inmigrantes. El estado controlaba la moneda, construía viviendas, manejaba el transporte y era dueño de casi toda la industria. La economía funcionaba y el producto interno bruto llegó a superar por mucho el crecimiento de la población a pesar de la enorme inversión en defensa. Recordemos que en los primeros 25 años, hasta 1973, el país enfrentó cuatro guerras y decenas de incursiones armadas.
Por muchas razones internas que no tenemos tiempo de analizar, pero sobre todo por el avance de la economía global, el modelo entró en crisis a finales de los 1970 y principios de los 1980. Fue precisamente un gobierno de izquierda, el primero de Shimon Peres, del mismo partido que había establecido ese modelo, quien supo hacer el cambio para traspasar las fortalezas del estado al sector privado de la economía de manera exitosa. Para ello se logró un pacto nacional en el que todos los sectores aportaron su cuota de sacrificio. Las reformas tuvieron su costo político pero dieron resultados. En un año la inflación bajó del alarmante 400% a menos del 3%.
La economía pasó por una nueva prueba en 2003 que se resolvió apuntando a un esquema aún más liberal, cuyo beneficio se hizo evidente con la crisis financiera mundial de 2008 de la que Israel incluso lograr sacar alguna ventaja comercial.
La solidez económica de Israel tiene que ver con la posición que hoy ocupa en la comunidad de naciones.
Israel tiene embajadas o representaciones en 160 países, muchos de ellos musulmanes, incluyendo a Egipto y Jordania, dos antiguos enemigos. La mayoría de los pocos países que no tienen relaciones con Israel son gobernados por dictadores y tiranos. Por algo será.
La alianza con EEUU pasa por un buen momento, el inminente traslado de su embajada a Jerusalén tiene un significado importante. Pese a constantes roces, hay buenas relaciones con los países de la Unión Europea. El gobierno de Netanyahu ha sabido manejarse con Rusia, un amigo incómodo, y mantenerse a la vez al margen de la guerra en Siria, efectuando intervenciones militares puntuales para contrarrestar el riesgo que implica tener una sucursal de Irán como vecino.
Los foros internacionales siguen siendo adversos a Israel, ellos parecen un universo paralelo donde amigos y enemigos se intercambian caretas. No obstante el año pasado por primera vez un embajador de Israel fue electo vicepresidente de una asamblea general de la ONU.
Técnicos israelíes recorren África, Asia y Latinoamericana compartiendo sus experiencias al combatir problemas similares. La tecnología israelí ayuda a los países menos favorecidos a salir de la pobreza. La ayuda que brindan rescatistas israelíes cuando suceden tragedias naturales o provocadas es esperada y reconocida. Ese es quizás un modo de cumplir el mandato bíblico de servir de luz para otras naciones.
Otro factor que contribuye a la posición de respeto que Israel ostenta es el prestigio de sus Fuerzas de Defensa.
El ejército constituye el crisol de los inmigrantes y de los miembros de las distintas etnias que conviven en el país. Además en él sirven por igual hombres y mujeres, ricos y pobres, judíos, musulmanes y cristianos, heterosexuales y homosexuales. En las Fuerzas de Defensa de Israel los soldados completan su educación y desarrollan el sentido de responsabilidad social.
Hace tiempo los enemigos de Israel se dieron cuenta de que nunca podrán destruirlo en una guerra convencional. Por eso optaron por ejecutar acciones terroristas asesinando a civiles y soldados para amedrentar a la nación. Israel ha ido aprendiendo a contrarrestarlas: cabecillas del terror han sido ubicados y neutralizados, los ataques de suicidas-asesinos se han reducido gracias a la cerca de seguridad, los disparos de misiles son interceptados por la cúpula de hierro. El recurso más nuevo para atacar a Israel es la campaña mundial BDS, boicot, desinversión y sanciones en toda área, comercial, educativa, artística, pero la ilegalidad de esa campaña y los beneficios que el intercambio con Israel ofrece han logrado contrarrestar su efecto.
Un Israel fuerte, es garantía de seguridad para Europa y esperanza de paz para los regímenes moderados de la región. Así lo deberían entender.
No quiero quedar como ingenuo, obviando las amenazas externas e internas que hoy enfrenta Israel.
La República Islámica de Irán ha jurado destruir al estado judío y no parece casualidad que esté desarrollando un programa nuclear. Controla un corredor de la muerte que a través de Siria y El Líbano le da acceso al mediterráneo. No se puede descartar la posibilidad de una nueva guerra con Hizbola, el brazo armado de Irán, quien ha fortalecido su arsenal misilístico ni un enfrentamiento directo entre Israel e Irán.
El proceso de paz con los palestinos está estancado por la ausencia de un liderazgo responsable en la Autoridad Palestina que gobierna en Cisjordania. Hamas quien controla la franja de Gaza, ahora monta espectáculos para la prensa que, usando a los mismos palestinos como carne de cañón, consiguen alguna que otra condena mediática.
Dentro de Israel continúa la lucha por cuotas de poder entre sectores de su diversa sociedad. La dinámica entre religiosos y seculares es muy distinta a la de hace 70 años. El análisis de ese cambio genera controversias.
La lucha contra lo corrupción es estricta en Israel. Un primer ministro estuvo preso y el actual está bajo investigación, ambos por haber recibido sobornos, cuyas cifras son ridículas si las comparamos con las de la corrupción en nuestro continente. Otra comparación odiosa.
Hemos comentado algunos logros de Israel, pero hay otros que no tienen parámetros de comparación con otros países, porque están asociados a la particular condición del estado judío.
La unidad del pueblo judío alrededor del mundo es uno de los principios básicos del ideal sionista. Bajo ese principio se creó el Estado de Israel como estado nación del pueblo judío, donde quiera que se encuentre.
La Declaración de Independencia, el credo de la nación, consagra el derecho de todo judío a establecerse en Israel. Sobrevivientes del holocausto en Europa comenzaron a llegar tan pronto se proclamó el estado, algunos fueron directamente de los barcos al frente de batalla. Cientos de miles de judíos que habitaban en naciones árabes emigraron a Israel durante los siguientes 30 años, algunos solo por realizar el sueño sionista, los más huyendo del hostigamiento, otros expulsados de su país de origen. Hoy apenas quedan judíos en países de mayoría musulmana.
Durante los últimos setenta años, prácticamente cada día, familias enteras, parejas de jubilados y hombres y mujeres jóvenes desembarcaron en el puerto de Haifa o en el aeropuerto de Tel Aviv para establecerse en Israel. Cuando se abrieron las puertas de la Unión Soviética en 1989 los judíos pudieron dejar ese país y más de un millón de ellos emigraron a Israel en los años siguientes.
En 1948 el 6% de los judíos del mundo vivían en Israel, hoy lo hace el 44%. Israel alberga desde hace más de una década la comunidad judía más grande del mundo.
La unidad del pueblo judío permite afirmar que gracias a que hoy existe Israel nunca más habrá otro holocausto. En 1976 el espectacular rescate en Entebbe de los pasajeros de un avión secuestrado y en 1984 el traslado en secreto a Israel de 8.000 judíos desde Etiopía que desfallecían por la hambruna en ese país, sirvieron para recordar que el país hará siempre lo que pueda y más, para garantizar la vida y la seguridad de los hijos de Israel donde quiera que se encuentren. Sus puertas siempre estarán abiertas para los judíos que quieran o necesiten llegar ahí.
Bajo ese principio de unidad, judíos de la diáspora contribuyeron económicamente con la construcción del país. Esas contribuciones fueron fundamentales para Israel durante décadas. La recolección de fondos continúa hoy pero a diferencia de entonces, gran parte del dinero se reinvierte en las comunidades de la diáspora en la forma de programas educativos y culturales.
La ayuda de la diáspora en forma de apoyo social y político fue y sigue siendo importante. En 1946 por iniciativa de la comunidad judía de Caracas un grupo de ilustres venezolanos constituyó un Comité que permitió mostrar a la sociedad gentil la justicia y la urgencia del reconocimiento de la nación judía en vísperas de que el caso fuera llevado a la ONU. El voto favorable de Venezuela demostró el éxito de la labor del Comité. En los países democráticos la opinión de la comunidad judía es tomada en cuenta a la hora de fijar la política exterior hacia Israel. Judíos de todo el mundo apoyan a Israel con actividades culturales o de esclarecimiento, tratando de mostrar a la opinión pública la otra cara de las noticias.
Este año 2018 tiene la particularidad de que los aniversarios de las independencias de Israel y Venezuela coinciden el mismo día, el jueves 5 de iyar del calendario hebreo y el 19 de abril del calendario gregoriano. Podría no suceder nunca, pero está feliz coincidencia se da una vez cada 19 años. En 1948 el 5 de iyar coincidió con el 14 de mayo.
En este 70 aniversario, los judíos venezolanos celebramos los avances de Israel a la vez que lamentamos el desmoronamiento de nuestra Venezuela. Triste paradoja. Una de las consecuencias del desastre es el éxodo de venezolanos hacia el exterior.
En un reciente foro que tuvo lugar fuera de Venezuela, el ex canciller y ex juez de la Corte Penal Internacional Asdrúbal Aguiar recurrió a la imagen de la diáspora judía para preguntarse, a manera de advertencia, si los venezolanos que salen hoy al exilio llevan consigo algo equivalente al Talmud judío, que les permita mantener su identidad, como los judíos supieron mantener la suya.
Parece ser, agrego yo, que el pueblo judío vuelve a servir de inspiración para otros pueblos.
Entre los que se van de Venezuela también hay judíos, algunos de los mayores nunca imaginaron tener que enfrentar el dilema de la emigración por segunda vez en sus vidas y ver crecer a sus nietos en otras tierras. Todos saben que de escoger la propia, Israel dejarían de ser judíos errantes, pero por ahora solo unos pocos toman esa opción. Nos cuesta asimilar las lecciones de la diáspora.
Los judíos venezolanos que aquí seguimos, recorremos el décimo año desde que el gobierno de Venezuela rompió relaciones con Israel. Su retórica antiisraelí se mantiene constante y coincide, a veces supera, con la de los que incitan al odio y a la destrucción, que pregonan la guerra en lugar de la paz.
Y es precisamente la paz, el logro que Israel aún tiene pendiente. Pero justamente por eso, porque la paz es una meta que no se puede alcanzar por la propia cuenta: negociar la paz es una empresa para la que se necesita tener de socio … al enemigo.
Líderes de Israel han buscado la paz por distintas vías: paz por tierras, paz por seguridad, la paz de los valientes, paz por necesidad o paz por paz. Mucho se ha avanzado en ese sentido, y falta mucho por avanzar. La búsqueda debe continuar, Israel así lo quiere y el mundo así lo espera.
Cada sábado y cada día de fiesta, en las sinagogas de todo el mundo se recita una oración de bendición por el Estado de Israel, “reshit gueulatenu”, el principio de nuestra redención, en ella se pide que a Israel llegue la paz.
David Ben Gurión fue el principal mentor del estado judío, fue quien proclamo la independencia el 14 de mayo de 1948 y fue el primer Primer Ministro, cargo que ocupó por muchos años. “El viejo”, como lo llamaban, era un hombre estudioso, idealista y pragmático. En 1956 dijo una frase que cada año se hace más vigente, de tener twitter en aquel momento se habría hecho viral. Ben Gurion dijo: “En Israel, para ser realista se debe creer en milagros”.
Para el creyente todo sucede con la ayuda de Dios. De Dios depende que la paz llegue a Israel y que la prosperidad retorne a Venezuela. El sabrá cuando y como hacerlo.
Al kol ele, por todo esto, larga vida para Israel, Am Israel Jai.