L as ciudades más populares del mundo entre los turistas cuentan con enormes sistemas de iluminación. La luz eléctrica está conectada y repotenciada en todo el lugar. Durante fiestas y celebraciones, aumentan la cantidad de esplendor, de adornos, de estímulos visuales que te confunden, y no logras discernir si es de día o de noche.
Toda festividad judía tiene su simbolismo, y Janucá es la fiesta de las luces. Sin conocer a lo que se refiere, podríamos imaginar que luciría como uno de esos lugares con alumbrado eléctrico infinito, iluminando hasta lo más sombrío y haciendo lucir todo espectacularmente mágico. Sin embargo, nada más lejos de la verdad. Janucá es la celebración de la luz que puede propagar una llama en la oscuridad, es el suiche que en un santiamén convierte tiempos de adversidad en tiempos de esperanza y de resolución de crisis. Janucá es dar una mano amiga aun cuando más nos cuesta darla. Es saludar a esa persona con quien no congenias tanto, incluso en el más malhumorado de tus días. Janucá es tiempo de milagros, como en la historia, siglos atrás, y también en años anteriores.
Iluminar a través de la bondad se logra a través de frases, gestos, miradas, y también a través de evitar decir cosas que puedan herir, de evitar presumir todo lo que eres capaz de hacer, de lucir, de ganar o de tener, de saber que no podemos juzgar al otro porque realmente nunca hemos estado en sus mismos zapatos, ni tampoco tenemos sus mismos pies.
Cuando todo está en orden, cuando las cosas fluyen, cuando se siente un ambiente de armonía y paz, y viene alguien y te da una sonrisa, la sensación es agradable, es algo que va acorde con todo lo demás. Sin embargo, cuando vives tiempos difíciles, cuando hay crisis, cuando las cosas que antes dabas por sentadas ahora se hace más cuesta arriba tenerlas, mantenerlas y disfrutarlas, viene alguien y te da un lindo saludo, un lindo gesto, te puede cambiar e iluminar el momento. Cuando tienes miedo y te dan una palabra de aliento y de coraje, tienes aquello que necesitabas para dar el salto de fe, y así, con la ayuda de Hashem, lograr tus objetivos.
De eso se trata Janucá, de iluminar justamente en tiempos oscuros, porque en tiempos de luz ya está todo iluminado.
Las mitzvot en el Judaísmo son actos espirituales que se realizan a través de actos materiales con una intención sagrada, con el fin de santificar el momento. Para ello, se utilizan diferentes elementos que Hashem creó, que se conectan con la real esencia de la mitzvá. Las uvas, por ejemplo, representan importancia y dulzura, y con ellas se fabrica el vino, con el cual se bendice y se procede a disfrutar de un Shabat, de una festividad o una boda, de un momento alegre en tono de festejo y Kavod. Las aceitunas, a diferencia de las uvas, son amargas. De las aceitunas se extrae el aceite de oliva, el cual se utiliza para encender, entre otras, las velas de Janucá, que son luces que iluminan y dan luz paralelamente en nuestras vidas.
Janucá es, como de las olivas el aceite, extraer tu fuerza a partir de tus retos difíciles. Es reencontrarte con el poder que hay dentro de ti, que eres una llama de la creación de Hashem. Hay una parte de ti que puede manifestarse solamente al lograr tolerar a esa persona que tanto te cuesta, pero que Hashem invariablemente otra vez la pone en tu camino. En tiempos de dolor, confusión, incertidumbre, injusticias, es cuando salen nuestros mejores potenciales y nos podemos conocer más a fondo para dar pie a alcanzar las grandes misiones que cada uno de nosotros tenemos.
El pueblo judío se ha caracterizado por defenderse ante ataques, pero la mayoría de las veces por usar como espada la luz. Nuestros enemigos no van a nuestras fronteras, más bien atacan con cuchillos, con fuego, con periódicos y con fotografías, con altavoces y con mutismo, apuntando al blanco más vulnerable. Sin embargo, nuestra respuesta a esos ataques es más luz. Atacan las sinagogas y nosotros rezamos aún más. Atacan lugares de estudio y nosotros brillamos con la fuerza de la Torá. Incendian hogares y nosotros acogemos más familias en los nuestros, para que no les falte nada. Hieren y nosotros sanamos con un acto de bondad a nuestro compañero, mostrando amor a nuestro pueblo y al resto del mundo. Emitiendo luz.
Las velas de Janucá, ahí, encendidas, sencillas pero potentes, defienden al vulnerable, sanan al enfermo, dan vida al que está cansado, liberan al oprimido, satisfacen al necesitado, arreglan el tic-tac del reloj para mejorar las horas. Estas velas son un paralelismo con lo que es y ha sido nuestro pueblo a lo largo de muchas generaciones; nos construimos a partir de la dificultad, contraponemos al ataque siendo aún mejores, y más fuertes. Los músculos crecen solamente cuando los ejercitamos. Janucá es dar una palabra de aliento e iluminar así el día de alguien, que hasta el momento no estaba muy claro. Es sobreponerse a una prueba y salir de ella más fortalecido.
Que la luz de esta hermosa festividad ilumine nuestros hogares, nuestra comunidad y nuestro pueblo. Que derribemos las barreras que sin querer hemos construido y por ende nos separan, y que juntos veamos el Mashíaj en nuestros días.
Tal vez son más cosas las que hemos de dejar en las manos de Dios.
Nota: Con ideas del video Janucá: Fighting the darkness with light.