Mi zeyde conservaba una fotografía de la escuela de su infancia de antes de la guerra en Bratislava, Checoslovaquia,. La mayoría de sus compañeros de clase fueron asesinados por los nazis, pero quienes sobrevivieron al Holocausto permanecieron conectados por el resto de sus vidas
Nomi Kaltmann*
Mi abuelo, Yossi Kaltmann, tenía una foto de su clase del colegio sobre la chimenea de su sala. La fotografía en blanco y negro, donde aparecen él y más de 30 de sus compañeros, siempre tuvo un lugar destacado.
Para la mayoría de las personas, mirar una foto de sus amigos del colegio es una forma de nostalgia. Para mi zeyde era un homenaje, porque la mayoría de sus compañeros de clase fueron asesinados por los nazis. Tomada durante el año escolar 1936-37 en la escuela Yesodéi HaTorá de Bratislava, Checoslovaquia, la imagen retrata a niños judíos de entre 8 y 9 años, muchos de los cuales solo vivirían unos pocos años más antes de ser aniquilados.
La fotografía de clase de mi zeyde era una copia del único original conocido. Su amigo de toda la vida, Ernst Neugroschl, quien había crecido con él en Bratislava (antes Pressburg), también sobrevivió a la guerra, durante la cual Ernst había logrado esconder algunos objetos personales y fotografías debajo de un techo en Nitra, Eslovaquia, lo que recuperó después de la guerra.
Mi abuelo es el tercero desde la derecha en la fila superior, con Ernst en la misma fila, sexto desde la derecha.
Después de la guerra, Ernst, quien era hijo único y cuyos padres también sobrevivieron milagrosamente, se mudó a Washington, D.C. Mi zeyde, único superviviente de su familia, eligió Melbourne, Australia. A pesar de la distancia geográfica, siempre se mantuvieron en contacto.
Mi abuelo y Ernst tenían el mismo acento. Ambos habían vivido en Israel después de la guerra y sabían lo que era sobrevivir a la destrucción de los judíos europeos. Debido al estrecho vínculo que existía entre ellos, siempre he sentido como mis primos a la familia Neugroschl, aunque no estemos emparentados.
Sorprendentemente, la foto que Ernst escondió en Nitra tenía en el reverso las firmas de muchos de los chicos de su clase. Me encanta ver la firma de mi zeyde, en sus garabatos infantiles, deletreando su nombre como Jozef Kaltmann, usando la grafía alemana de su nombre, Joseph. El nombre de Ernst también se encuentra en el reverso. Mientras que la mayoría de los niños parecían haber escrito su nombre y apellido, Ernst y Jozef, siempre mejores amigos, escribieron sus nombres completos.
Para mí, esa foto es como una ventana a un vibrante mundo judío que se ha desvanecido en la historia. También es una rara oportunidad de ver a mi zeyde cuando era niño. Solo logró salvar unas pocos fotos después de la guerra, gracias a unos vecinos que habían escondido cosas para su familia. Después de que mataron a sus padres, hermana y hermano, mi abuelo fue el único que quedó vivo para recuperar los artículos.
Hasta donde mi abuelo y Ernst sabían, solo hubo unos pocos sobrevivientes de esa foto de la escuela, y se aseguraron de enviar una copia a todos los demás que conocían. Zeyde se mantuvo en contacto con Anton Fisher, en la foto quinto desde la izquierda en el medio de la fila inferior. Fisher también decidió vivir en Melbourne después de la guerra.
Cuando hablé con la viuda de Fisher, Masha, ella estaba familiarizada con la foto, ya que es la única que existe de Anton cuando era niño. «No tengo más fotos de su infancia», dijo, señalando que ninguna había sobrevivido a la guerra.
Zayde y Ernst también enviaron una copia a Benny Grunhut, quien a sus 97 años vive en Tel Aviv.
Esa foto fue muy importante para quienes sobrevivieron. En un correo electrónico de 2010, Ernst sugirió que mi abuelo, que tenía una memoria legendaria, se sentara con mi padre y escribiera los nombres de todas las personas que recordaba. Ernst agregó: “El maestro es el señor Seidl, está en el medio de la imagen. Si puedes, amplíala y pídele a tu padre que escriba los nombres de los otros niños que recuerda”.
Mi padre se sentó con mi zeyde para hacer precisamente eso, pero lamentablemente, a pesar de nuestros diligentes esfuerzos por encontrar la foto, en ese momento no pudimos localizarla; estaba extraviada.
Con la muerte de mi abuelo en 2016 y la de Ernst en 2021, la tarea de identificar a los otros niños de la foto plantea más preguntas: ¿Cuántos de ellos sobrevivieron? ¿Qué pasó con los que no lo lograron?
Mientras miraba la foto en vísperas del Día Internacional en Memoria del Holocausto a principios de este año, decidí rastrear los nombres a partir de sus firmas. Sé que no todos firmaron la foto (por ejemplo, el nombre de Anton no está), pero a pesar de saber que no podría identificarlos a todos, quería ver si podía honrar la memoria de aquellos que habían sido asesinados. Utilizando los archivos de Yad Vashem, comencé a investigar.
Mi primera búsqueda fue la firma de V. Pessl. Casi inmediatamente lo encontré: Valter Pessl. Un documento de testimonio presentado en Yad Vashem en 1957 registra que un niño de Bratislava con ese nombre fue asesinado en Auschwitz en 1942. Mientras miraba el documento el peso de la historia se apoderó de mí, y no pude evitar preguntarme sobre los hechos no contados, las historias, el potencial de su vida robada, y el profundo impacto que los acontecimientos de 1942 tuvieron en él.
Mi siguiente búsqueda de A. Gutnik, y arrojó un resultado igualmente trágico. Coincidía con un registro de Yad Vashem para Alfred Gutnik, también de Bratislava, quien nació en 1930 y murió a los 12 años tras ser deportado a Auschwitz en 1942.
Es una forma de homenaje encontrar sus nombres y rastrear lo que les sucedió. En los casi 90 años trascurridos desde que se tomó la foto, y más de 80 desde que muchos de esos niños fueron asesinados, estamos diciendo: “Te recordamos. No olvidamos. Damos testimonio”
Cuando ingresé O. Malmed en el archivo, el velo digital se levantó para revelar a Otto Malmed, quien, al igual que sus compañeros de clase, fue deportado a Auschwitz en 1942 y asesinado en ese campo de exterminio. Él también tenía 12 años. J. Horovitz parecía coincidir con el récord de Jakov Horovitz, también de Bratislava y registrado por un miembro de la familia como no sobreviviente a la guerra.
¿Cómo procesa uno el trauma de la tragedia de la historia judía? Estas no son personas al azar. Estos eran los amigos y compañeros de clase de mi zeyde y Ernst, de la escuela Yesodéi HaTorá. Eran hijos, hermanos, parientes y compañeros de juego de alguien.
Más de 80 años después del Holocausto, ¿cómo se puede comprender el asesinato de niños inocentes?
Y sin embargo, hay una forma de homenaje en encontrar sus nombres y rastrear lo que les sucedió. En los casi 90 años trascurridos desde que se tomó la foto, y más de 80 desde que muchos de esos niños fueron asesinados, estamos diciendo: “Te recordamos. No olvidamos. Damos testimonio”.
Por las historias que me contó mi zeyde sobre Yesodéi HaTorá en Bratislava, todos los niños recibieron una educación judía excepcional. Los chicos aprendían todo de memoria; hasta el día de su muerte, mi abuelo podía recitar versículos de la Torá que aprendió allí.
Cuando hablé con la viuda de Ernst, Joan, ella me confirmó que Ernst había recibido la misma educación: “Antes de enfermarse, Ernst recordaba mucho beal pé. Aprendieron muy bien la Torá. No lo sé, tal vez fue la forma en que aprendían, el cariño que tenían”, reflexionó.
Claramente, los vínculos entre los chicos de Yesodéi HaTorá también eran profundos. En 2016, cuando mi abuelo estaba en el hospicio donde murió de cáncer a los 87 años, Ernst lo llamó. A pesar de que el zeyde estaba a horas de morir y deliraba, cuando le dijimos que lo llamaba Ernst por teléfono, supo exactamente quién era y tuvo una de sus últimas conversaciones lúcidas.
Zeyde y Ernst ya han fallecido y, sin embargo, nuestras familias siguen siendo amigas, testimonio de una amistad que ha durado casi 100 años.
Hace varias semanas, mi hermana se casó en Jerusalén. Extendimos invitaciones a nuestros familiares más cercanos y queridos, incluida la familia Neugroschl. Para nuestro deleite, el hijo de Ernst, Jeff, junto con su esposa y cuatro de sus cinco hijos, estarían de vacaciones en Jerusalén desde Nueva York. Estábamos absolutamente emocionados.
Cuando el fotógrafo tomó una imagen de todos nosotros, me recordó la foto grupal original que ha unido tan estrechamente a nuestras familias durante tantos años. Solo había una cosa que gritar para la foto; en lugar de cheese, exclamamos: “¡Bratislava! ¡Yesodéi HaTorá 1937!”
*Corresponsal en Australia de la revista digital Tablet.
Fuente: tabletmag.com.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.