Una vez más asistimos a un evento que nos pone de pie, y nos da esperanza de que la barbarie puede ser derrotada, con inteligencia, astucia, experiencia y coraje.
En condiciones casi imposibles para su ejecución, la Unidad Nacional Antiterrorista de Élite de la Policía de Israel, conjuntamente con la Agencia de Seguridad israelí, rescataron en el centro de Gaza a cuatro israelíes secuestrados el 7 de octubre cuando se encontraban disfrutando del festival de música Nova, cuyo motivo era la paz.
Esta operación, que quedará en los anales de la historia militar como asombrosa por la complejidad del entorno, porque al menos 200 terroristas de Hamás custodiaban a los cuatro secuestrados que se encontraban en dos apartamentos en edificios contiguos separados por escasos 200 metros y quienes portaban todo tipo de mecanismos de observación en los alrededores de ambos edificios, amén de la cantidad de armamento, granadas, misiles anti tanque RPG-7, etc. que utilizaron a gran escala y en toda dirección, cuando se encontraron sorprendidos por las fuerzas de élite israelíes.
Al menos 50 militantes de Hamás fueron dados de baja, decenas fueron arrestados, y el resto salió huyendo en cuanto pudo, recordando un dato no menor: Hamás no usa uniforme que los distinga, están de civil y se mezclan entre la población civil para encubrirse y protegerse. Esto es importante, porque aunque parezca algo obvio o evidente, las cifras de víctimas fatales en Gaza, que además las informa Hamás, se cuentan en un todo como de civiles, es decir, los más de 16.000 terroristas caídos en enfrentamientos se cuentan entre el número global de civiles.
Cabe la pena resaltar que toda muerte de personas inocentes en una guerra es una fatalidad, es irreparable, pero cuando el conflicto armado se presenta en ciudades, poblaciones, en una urbe, es algo lamentablemente inevitable. Por ejemplo, en Iraq, Afganistán, Libia o Ucrania han muerto un promedio de 60 personas inocentes por cada militar o terrorista caído, mientras que en Gaza el promedio es de 1,2; un dato no menor.
Los cuatro israelíes rescatados en esta nueva hazaña
(Foto: redes sociales)
Aprovecho para recordar otras hazañas del ejército de Israel, pero esta vez en 1991. En aquella oportunidad no era en legítima defensa, como nos tienen acostumbrados, esa vez se organizó para rescatar a más de 14.000 correligionarios de la comunidad Beta Israel ubicada en Etiopía.
Para ese año, Etiopía era gobernada por Mengistu Haile Mariam, un marxista-leninista con las políticas comunes de ese tipo de regímenes: colectivización, hambruna, persecución de la disidencia. Fue declarado dictador por gran parte del mundo, derrocado ese mismo 1991, y encontrado culpable en ausencia por la justicia etíope por cargos de genocidio en 2006.
Justamente en Israel aprovecharon la debilidad del régimen de Mengistu, por las constantes revueltas de grupos opositores que mantenían ocupado al dictador sofocando dichos levantamientos, para ejecutar esta osada e intrépida extracción de suelo etíope hacia Israel de exactamente 14.325 personas, realizada en 36 horas, en la cual se utilizaron 34 aviones de la línea nacional de Israel El Al.
En esos vuelos se registró un récord inédito, pues en uno de ellos fueron trasportadas 1087 personas en un Boeing 747, y nacieron dos bebés en ese trayecto entre Etiopía e Israel.
No conozco otro país del mundo que proteja, cuide y rescate a sus correligionarios como Israel, recordando también la increíble Operación Entebbe, cuando rescataron a más de 240 pasajeros de un avión de Air France secuestrado por terroristas palestinos y alemanes, que se encontraba en suelo ugandés de la mano del dictador Idi Amín Dada.
En estos días el pueblo judío celebra Shavuot, festividad en la que recordamos la entrega de la Torá a Moisés por parte de Dios, justo siete semanas después de la salida del pueblo judío de la esclavitud en Egipto, y que atesora una forma de vida y comportamiento denominado la Ética del Sinaí, que nos orienta y acerca a Él, y por cuestiones que solo el Creador sabe, en la parashá (fragmento de la Torá) que tocó leer la semana pasada, denominada Bamidbar, apareció la palabra “Argamani”, que es el apellido de la mujer rehén rescatada justamente el mismo día de la lectura de dicho texto bíblico.
Hoy, a pesar de todas las dificultades que podamos atravesar en lo personal, en lo comunitario, en lo universal, tenemos el compromiso de avanzar, de abrir caminos, de iluminar, hacer buenas obras por más pequeñas que nos parezcan, y ese es el llamado que hago a mis lectores.
Estamos en presencia de una sociedad desorientada, que levanta banderas y slogans sin la menor idea de qué es lo que defienden, manipulada en gran medida por las redes o editoriales comunicacionales con intereses y financiamiento particulares, por lo que el esfuerzo para la coexistencia y la fraternidad entre distintos debe ser aún mayor. Así que empecemos por nuestro entorno, y que de ahí se genere una oda expansiva que lo cubra todo.