Samuel Auerbach
S on terribles los ataques terroristas, pero peor es el olvido de la gente. Los momentos que siguen a un ataque terrorista son impactantes, como son drásticos los intentos que se hacen para capturar a los autores materiales del hecho e inútiles las medidas tendientes a evitar que no vuelva a suceder.
Los líderes mundiales solo reaccionan con sentidas frases de condolencia que no reportan solución alguna. Es que el mundo no quiere reconocer que la tercera guerra mundial tiene que comenzar, porque en realidad, ya ha comenzado de manera unilateral. La bomba de Sarajevo ha explotado varias veces en estos últimos años.
La yijad le ha mojado la oreja a la civilización en muchas oportunidades, pero la civilización vuelve la cara y mira para otro lado. La yijad pide a Occidente que responda a sus terribles provocaciones, pero Occidente no se atreve a comenzar una guerra. Es que la civilización detesta la violencia, pero la sigue soportando con tremendo dolor e insoportable frecuencia.
No hay otra solución. Se impone eliminar la boca del hormiguero. Y para eliminarla, está comprobado que las medidas tomadas hasta el presente no han sido suficientes. Solo han servido para incrementar y envalentonar al terrorismo. Tendremos que pisotear a las hormigas terroristas como se pisoteó a las poderosas hormigas nazis hasta eliminarlas por completo, cuando los aliados invadieron Europa desde las costas francesas de Normandía.
Estaba previsto que la invasión a Normandía produciría pérdidas de valiosas vidas humanas. Así fue. Las pérdidas fueron cuantiosas. Pero con ella, el 6 de junio de 1944, el famoso Día D, los aliados evitaron que el mundo entero se convirtiera en una inhumana y despótica dictadura.
Una nueva y valiente invasión se impone. Lamentablemente se volverán a perder valiosas vidas, pero de esta manera Occidente derrotará al terror islámico, que trata con insistencia de convertir a nuestra apreciada civilización en un triste crisol teocrático de tribus salvajes.
Fuente: Aurora. Versión NMI.