Independientemente de quién gane las elecciones presidenciales de Estados Unidos, ese país seguirá por un camino aislacionista. Los israelíes debemos hacer más para mantenernos firmes y defender nuestros intereses vitales. Como Estado fuerte y soberano, podemos lograrlo
Michael Oren*
La elección presidencial de Estados Unidos está repleta de posibles repercusiones cruciales para el Estado de Israel. El ex vicepresidente Joe Biden, a quien conocí bien, es claramente un hombre pro-Israel comprometido con la alianza estratégica entre Jerusalén y Washington. Asimismo, la senadora de California Kamala Harris, con quien también trabajé en el pasado, también es pro-Israel. Ella y Biden estuvieron entre los únicos candidatos demócratas que se opusieron a los esfuerzos para presionar a Israel reteniéndole la ayuda.
Sin embargo, una administración de Biden desafiaría a Israel en dos temas centrales: el primero es un proceso diplomático que vería al gobierno eludir el «acuerdo del siglo» del presidente Donald Trump, para regresar al marco adoptado por los ex presidentes Barack Obama y Bill Clinton, es decir una solución de dos Estados basada en las fronteras de 1967 con una capital palestina en el Este de Jerusalén.
El gobierno reabriría la embajada palestina en Washington, cerrada por Trump, así como el consulado estadounidense en Jerusalén Este, que antes de Trump funcionaba como la embajada estadounidense de facto para los palestinos. La administración renovaría aún más la ayuda estadounidense a la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, UNRWA, así como a otras instituciones palestinas aisladas por Trump. Washington también volvería a oponerse a la construcción israelí en Judea y Samaria, así como en la Jerusalén unificada, que considera un «obstáculo para la paz».
Sin embargo, desde nuestra perspectiva, es la intención declarada de Biden traer de vuelta a Estados Unidos al acuerdo nuclear con Irán y revocar las sanciones al régimen de Teherán lo que resulta más problemático. Tal movimiento salvaría al régimen iraní de la ruina financiera, y ayudaría a Teherán a conquistar una vez más porciones significativas del Medio Oriente para utilizarlas como puestos de avanzada contra Israel. Esto representaría una verdadera amenaza estratégica.
Por el contrario, si el presidente Trump gana un segundo mandato ciertamente se adherirá a su política actual, que ha sido la más pro-israelí de cualquier presidente estadounidense desde la fundación del Estado judío. Estos no son solo gestos, como el traslado de la embajada de EEUU a Jerusalén y el reconocimiento de la soberanía israelí en los Altos del Golán, sino pasos importantes, como apoyar a Israel en la ONU y otras organizaciones internacionales.
Por primera vez en la historia, no ha habido una sola condena estadounidense a ninguna actividad política o militar de Israel en los cuatro años del mandato de Trump. Sin embargo, Trump no ha ocultado sus intenciones de entablar negociaciones con Irán. Si gana la reelección, Israel debería estar preparado para tal escenario.
Independientemente de quién gane, Israel debe expresar públicamente sus intereses y expectativas ante cualquier nuevo acuerdo entre Estados Unidos e Irán. No lo hicimos en 2015, cuando se forjó el acuerdo nuclear, lo que permitió a Obama afirmar astutamente que ningún convenio sería lo suficientemente bueno para Israel.
Del mismo modo, si Trump gana la reelección, Israel haría bien en no desperdiciar una vez más la excelente oportunidad para «encargarse» de Hamás y Hezbolá, y posiblemente incluso de Irán, mientras cuente con el apoyo militar, político y legal de Washington.
Es en este contexto que debemos preguntarnos cuál será el destino de los acuerdos de paz recién firmados entre Israel y los Estados árabes. Es poco probable que una Casa Blanca de Biden invierta tanto en ello como lo haría una administración Trump. Este punto podría resultar crítico en el caso de Sudán, que necesita urgentemente la ayuda estadounidense.
Por otro lado, si Estados Unidos vuelve a incorporarse al acuerdo nuclear con Irán, esto obligaría a muchos Estados árabes a establecer una alianza estratégica abierta con Israel. Es probable que necesitemos ser flexibles con los Estados árabes que no reciben incentivos estadounidenses, y aceptar a esos países que nos necesitan cuando se trata de Irán.
Independientemente de quién gane, el presidente tendrá que manejar las crisis financieras, sociales y políticas internas; Estados Unidos continuará retirándose de los asuntos exteriores y tomando un camino aislacionista. Los israelíes tendremos que hacer más para mantenernos firmes y defender nuestros intereses vitales. Como Estado fuerte y soberano, podemos lograrlo.
*Historiador, escritor y ex embajador de Israel en Estados Unidos.
Fuente: Israel Hayom.
Traducción NMI.