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E l nazismo es el capítulo más oscuro de la historia universal. Por ello, la Shoá es utilizada por muchos como vara de medición de otros genocidios y tragedias; y todo el período nazi, desde el ascenso de Adolfo Hitler al poder hasta los juicios de Núremberg, se toman como parámetro de evaluación de otros regímenes racistas, xenófobos, totalitarios, populistas y violatorios de los derechos humanos. Según Ian Kershaw, los nazis son una “advertencia de la historia”.
“Las analogías históricas son generalmente erróneas. Las analogías con el Holocausto son siempre equivocadas y a menudo ofensivas”, escribió Alan Dershowitz en un artículo a raíz de la desacertada comparación efectuada por el secretario de prensa de la casa Blanca, Sean Spicer, entre Bashar al-Assad y Hitler con relación al uso de armas químicas contra civiles indefensos (NMI Nº 2052). La de Spicer fue una más de las comparaciones descontextualizadas e irresponsables entre el período citado y hechos actuales, de protagonistas y procesos, en las que incurren con frecuencia personajes públicos, hacedores de opinión y gente común.
En nuestra Venezuela, sacudida estos días por los violentos enfrentamientos callejeros entre oposición y gobierno, vimos con asombro como se difundió en las redes sociales, a propósito de la situación, una imagen compuesta por dos fotografías adosadas. En la superior, tomada durante una marcha de la oposición, un guardia nacional ofrece un gesto amable a una anciana. La inferior era una foto de archivo histórico, en la que Hitler hace lo propio a una pequeña niña rubia. Sin existir a nuestro entender ningún paralelismo entre personajes y situaciones, la composición circuló, quizá con intención, en Yom Hashoá, la fecha escogida por el pueblo judío para recordar a las víctimas del nazismo.
Relativizar o banalizar la Shoá significa desconocer su especificidad como único genocidio universal en el que la víctima estaba sentenciada a muerte desde antes de nacer, y no tenía ninguna opción de revertir la sentencia. Pareciera que la línea que divide el mensaje aleccionador que se puede desprender de la tragedia del riesgo de relativizarla es extremadamente delgada. Guardar la memoria de la Shoá nos obliga a cuidar que la línea no sea traspasada.