Siempre se hace referencia a los judíos masacrados en el Holocausto, pero menos a las condiciones en que quedaron los sobrevivientes. Esta crónica, publicada en nuestro antecesor El Mundo Israelita apenas finalizada la Segunda Guerra Mundial, refleja dramáticamente lo que sucedía con las llamadas “personas desplazadas” en Alemania, el papel de las organizaciones judías internacionales, y cómo el yishuv de Palestina, a través de la Brigada Judía que había participado en la contienda, trabajó para ayudarlos a emigrar a Éretz Israel
El 25 de julio tuvo lugar un acontecimiento histórico en el hospital St. Ottilien, cerca de Landsberg, Alemania. Ese día se reunieron los delegados de los judíos que sobrevivieron a los campos de concentración y están todavía en Alemania, para discutir sus problemas y establecer un mecanismo para un programa coordinador de ayuda mutua.
Asistieron 91 delegados, en representación de unos 35.000 judíos. Venían de tan lejos como Bergen Belsen; había delegados de Austria, de las 16.000 personas desplazadas que se calcula hay en ese país, y del campamento totalmente judío de Feldafing y Landsberg, así como de campos de la zona francesa. La conferencia fue inspirada, organizada y patrocinada por la Brigada Judía de Palestina.
He pasado algún tiempo con esos muchachos. Son excelentes en inteligencia y lealtad a su causa. Y saben hacer las cosas. En pleno apogeo del gobierno de Hitler en Europa, se decía frecuentemente que había que visitar el Museo Alemán para ver a un judío en Múnich; y en tanto que ahora se ven muchos judíos en la zona de Múnich, su centro de operaciones es el Museo Alemán. Es allí donde tiene su oficina el Comité Judío para la región de Baviera, donde cientos de errantes judíos se detienen cada día para revisar la lista de sobrevivientes y descansar un poco. La conferencia se había organizado en el museo, pero a última hora se trasladó a St. Ottilien, a unos 60 kilómetros de la ciudad.
Por la carretera 2, que conduce a Landsberg, se da un viraje a la derecha en una angosta carretera de tierra que avanza en zigzag a través del fértil campo alemán. A tres kilómetros de la carretera se alza el hospital de St. Ottilien, el único que está bajo supervisión en toda Alemania. El doctor Grinberg, de Kovno (Lituania) y después del campo de Dachau, está a cargo del hospital. La novela de cómo logró requisar el hospital para uso de los judíos enfermos y moribundos, su notable mejoría bajo el vigilante cuidado de dos médicos judíos que lo ayudan, la cooperación de los médicos alemanes y monjas que han permanecido en la instalación, dan una idea del carácter de este hombre.
Cuando visité St. Ottilien en mayo, había allí unos 450 pacientes; el 25 de julio había más de 750, a pesar de que muchos del grupo original habían sido dados de alta. Hoy, todos los judíos enfermos de la región de Baviera, excepto los tuberculosos que son enviados al sanatorio de Gauting, están concentrados en St. Ottilien. La atención médica y las facilidades sanitarias son buenas, pero faltan materiales y alimentos.
Fue en el teatro del hospital, adornado con banderas sionistas, donde tuvo lugar la conferencia. En las paredes había letreros que decían “Aliá, la ruta de la esclavitud a la libertad”. El teatro se colmó rápidamente cuando los miembros de la orquesta del hospital afinaron sus instrumentos. Los delegados ocupaban las filas delanteras, que los pacientes, deseosos de escuchar la palabra de los oradores, se apiñaban en las demás localidades.
A las siete de la noche el doctor Grinberg inauguró la conferencia, y pidió a los miembros de la presidencia ocupar sus puestos. Después, Grinberg llamó dramáticamente al niño de seis años Bezalel Shulman, prisionero número 87.875, único sobreviviente de esa edad de las cámaras de gas de Oswiecim [Auschwitz], para que se uniera al presídium. A través de las lágrimas me pareció ver a mi pequeño hijo Stephen atravesar el escenario.
Nos pusimos de pie cuando la orquesta tocó la canción de los guerrilleros judíos [partisanos]; la letra fue recitada por dos sobrevivientes, Farulein Durmaschin y Herr Schamker. El doctor Grinberg pronunció entonces el discurso de apertura, en el que pasó revista a la trágica historia del judaísmo europeo desde el advenimiento del hitlerismo, y pidió a todas las naciones del mundo que abran las puertas de Palestina a sus sobrevivientes. Todos los que pudieron hacerlo se pusiermientras on de pie mientras el capellán Lifshitz, de la Brigada Judía, recitaba el Maalé Rajamim y recitaba el Kadish por los millones de víctimas, mientras los asistentes lloraban abiertamente.
El capellán Klausner, del ejército estadounidense, quien ha estado trabajando en esa zona desde junio y ha hecho mucho por nuestro pueblo en los campamentos, pronunció un discurso sobre la situación actual de los judíos en Alemania. Después, el capitán Choter Yishat formuló un saludo en nombre de la Brigada Judía, Eliahu Dobkin habló por la Agencia Judía, y quien esto escribe por el Congreso Judío Mundial. Choter habló en hebreo, y Dobkin y yo en idish. A continuación cantamos canciones de Palestina, con el acompañamiento de la orquesta. El Hatikva puso término a esta sesión de apertura de la conferencia.
Tras un breve descanso para comer, los delegados volvieron a reunirse para desarrollar la labor que se habían propuesto y escuchar los informes sobre las condiciones imperantes en los campamentos. Los judíos están comenzando a hacer algo en su propio favor, para su rehabilitación material y espiritual. Empiezan a reponerse del abatimiento que siguió a su liberación física. En Fingafeld están confeccionando ropa con telas “requisadas” a los alemanes; en Landsberg y otros campos se han organizado clases para los muchachos; en St. Ottilien están volviendo a la salud centenares de hermanos. En el “Kibutz Buchenwald” los judíos están cultivando la tierra y preparándose para la aliá.
El fondo de casi todos los informes no ofreció, sin embargo, un cuadro alentador. Es una historia de raciones de hambre, rudos oficiales norteamericanos que desobedecen las órdenes militares respecto al trato a los judíos sin nacionalidad, de franco antisemitismo, de mala comida, vestidos harapientos de campamento y dormitorios atestados de refugiados; de confinamiento en solitario sin comida por protestar contra el trato inhumano ante la población alemana; de presión para que regresen a sus países de origen; de oficiales estadounidenses subalternos que se comportan en forma dictatorial, abusan de los judíos húngaros, se codean con los polacos fascistas y tratan a los demás refugiados como si fueran bestias; de recintos rodeados de alambradas, con guardianes armados y tanques que lo hacen a uno sentirse como un criminal perseguido.
Uno de los temas más importantes fue la desilusión por la falta de ayuda por parte de las organizaciones judías. ¿Dónde estaban sus representantes políticos y filantrópicos?¿Dónde estaban las toneladas de ropa que se decía habían reunido para ellos cuando aún estaban en los campos de concentración? No había llegado ni un par de zapatos, ni un solo paquete había sido recibido, no se había escuchado ni una sola palabra de consuelo. ¿Sabían sus dirigentes cuántos miles habían muerto desde la liberación debido a la alimentación inadecuada, falta de tratamiento médico y negligencia o indiferencia? Traté de hacerles comprender que los dirigentes habían hecho lo más que habían podido, que eran obstaculizados por el papeleo oficial y la indiferencia de los funcionarios, pero eso no les satisfizo. Nunca podría satisfacer a personas que habían continuado su lucha contra los enemigos en las calles de Varsovia, que habían luchado en los guetos, que habían ofrecido resistencia a la sombra de los crematorios. Esas eran personas que estaban vivas porque así lo habían querido, porque a pesar de estar esclavizadas por los nazis habían permanecido espiritualmente libres. Hablaban de sus esperanzas en el futuro. Solo había una única salvación para ellos: Palestina. Nunca más regresarán a los países de su nacimiento, donde los judíos son aún destruidos, a ciudades que despiertan en ellos recuerdos de padres e hijos asesinados. Solo Palestina puede curar sus heridas, aunque las cicatrices y el dolor les quedarán para siempre.
Formularon una petición firmada por miles de judíos, y dirigida a los gobiernos de Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética. Dice en parte: “Nosotros ya no tenemos hogar. No tenemos a dónde regresar. Fuimos salvados, pero aún no somos libres. Solo hay un lugar en la Tierra donde podemos comenzar nuestras vidas sin temor al odio ni al derramamiento de sangre, ese era el sueño de millones de nuestros hermanos mártires. Ese sueño es su legado, y nuestra fe nos ha dado el valor para seguir viviendo”.
Pienso volar a Londres la próxima semana para entregar esa petición a nuestros dirigentes.
Día Internacional de Conmemoración del Holocausto