Rachel Chocrón de Benchimol
Mis queridos lectores: con un sugestivo título que invita a dar rienda suelta a nuestra imaginación, doy inicio a este escrito cuya reflexión final fue de gran ayuda para mí en lo personal, y la cual quiero compartir con todos ustedes, comenzando con la narrativa de una breve historia.
Un hombre llamado Mótel Koplowich era el plomero de un pueblo, y lo que ganaba a diario era justo para el alimento diario de su familia. Un jueves estuvo esperando durante todo el día, pero nadie llamó a su puerta para solicitarle algún tipo de trabajo. Pasaban las horas, y el pobre hombre pensaba que para Shabat no tendría nada que ofrecer de alimento a su familia, compuesta por su esposa y cuatro hijos. Para colmo, tampoco tenía ninguna sobra en su despensa, y aún menos dinero de anteriores trabajos.
A altas horas de la noche, resignado a enfrentar su suerte pero a la vez firmemente convencido de que esa situación era puesta por Dios y por ende era por su propio bien, de lo más profundo de su alma salió un gran suspiro lleno de congoja a manera de petición, con el cual le expresó a Hashem que si realmente era Su voluntad el que sus hijos, su esposa y él no tuvieran nada qué comer para celebrar y honrar el Shabat, entonces él lo aceptaba de buena gana, sin reclamar ni entristecerse.
Terminando de expresar esos sentimientos, logró conciliar el sueño; a la hora exacta de haber exhalado su suspiro tocaron a la puerta solicitando sus servicios, pues el baño de la sinagoga estaba descompuesto y se había roto una tubería que urgía cambiar antes de Shabat. Por supuesto, nuestro amigo aceptó correr para arreglar dicha falla, y al momento de recibir lo correspondiente a su trabajo, pudo constatar que no solo le alcanzaba para comprar la comida de Shabat sino que hasta le sobraría dinero para ahorrar para la semana.
El Netivot Shalom, en su libro de emuná llamado Ki atá im adi (“Porque tú estás conmigo”), comenta con gran asombro: imaginen lo que logró “romper” el angustioso suspiro de ese pobre hombre, que aún a sabiendas de que tendrían que ayunar él y su familia durante Shabat, logró vencer su dolor y colocar la voluntad de Hashem por encima de la suya, aceptándola. No solo tendría que haberse roto la tubería del baño de la sinagoga, sino las de todos los baños del pueblo, pues la fuerza con la que aceptó lo que Dios tenía dispuesto para él, expresada a través de ese suspiro, logró despertar la compasión de Hashem y por lo tanto llegó la respuesta inmediata de berajá que cayó del cielo como recompensa ante tal actuación.
Queridos lectores, el mensaje de esta historia es espectacular, y la reflexión lo es aún más.
En nuestra vida diaria, y en las circunstancias personales de cada uno de nosotros, muchas veces no entendemos y nos cuesta comprender y aceptar la voluntad de Dios, e incluso hasta llegamos a cuestionarla, pues nuestro intelecto es limitado en comparación con la infinita sabiduría representada solamente en Dios.
Esta historia simple y sencilla de entender nos demuestra cuán importante es trabajar no solo nuestra emuná sino también el bitajón (seguridad) de que todo lo que manda Hashem es bueno para nosotros y está programado a nuestra medida, pues Él nos conoce detalladamente, y sabe y entiende de nuestras capacidades para crecer como seres humanos aun en la más difícil de las adversidades.
Debemos conservar siempre con nosotros la fe de que solo Él puede cambiar una difícil situación en un solo instante, convirtiéndola en algo bueno ante nuestros ojos; y si esa situación no llegase a cambiar, debemos trabajarnos internamente y aceptar que todo es por nuestro bien.
Hashem reconoce y entiende cuán difícil es aceptar situaciones que van en contra de nuestra voluntad y deseos. Y como Él reconoce nuestro gran esfuerzo por comprender lo que nuestra mente y corazón no son capaces de aceptar. Está escrito que Dios nos dice: “Si tú aceptas Mi voluntad ante la tuya propia, Yo te recompensaré por el solo intento de aceptar algo que no te gusta y que no entiendes”.
Existen diez canales para hacer tefilá, para que esta llegue al Shamáim de manera directa; es decir, diez caminos para rogarle a Hashem, y entre ellos está el suspiro. En este caso, es una mezcla de esperanza, de ruego y finalmente de aceptación
Mi querida amiga, la morá Miriam Allami, quien compartió conmigo a través de audios toda esta enseñanza, también me indicó algo realmente significativo para mí, pues la verdad es que yo en lo particular siempre suspiro y de ahora en adelante lo haré en forma de plegaria, pues está escrito que existen diez canales para hacer tefilá para que esta llegue al Shamáim de manera directa; es decir, diez caminos para rogarle a Hashem, y entre ellos está el suspiro. En este caso, es una mezcla de esperanza, de ruego y finalmente de aceptación. Además del suspiro existen el llanto, el canto y otros medios para hacerle tefilá a Hashem y que Él nos conteste.
Ya acercándonos a la celebración de Rosh Hashaná, festividad en la que se nos insta a coronar una vez más al Rey de Reyes como Amo del Mundo, quien controla y dirige todo a nuestro alrededor, aún el más mínimo detalle, es el momento de suspirar larga y tendidamente para demostrarle nuestra humildad como seres humanos frente a lo supremo de Su Ser, reconociendo que es Él quien gobierna sobre todos los reyes del mundo: Hashem Melej, Hashem Malaj, Hashem yimloj leolam vaed (“Hashem es Rey, Hashem reinó, Hashem reinará para siempre, eternamente”).
Ese suspiro que sale desde lo más profundo de nuestro ser, es el que Hashem reconoce como aceptación por nuestra parte de que todo lo que Él nos mande, bien sea bueno o malo a nuestros ojos, debemos aceptarlo con amor y pleno convencimiento de que es lo bueno y lo mejor para nosotros.
En Rosh Hashaná se nos brinda nuevamente la oportunidad de presentarnos frente al Amo del mundo para rendirle cuenta de nuestros actos, de las trasgresiones hechas con intención o sin ella, y es precisamente en esta ocasión cuando debemos emitir un largo y pronunciado suspiro en señal de aceptación de todos nuestros errores cometidos durante el año que recién termina, pero a la vez también con la firme convicción de que todos Sus designios para con nosotros estarán basados en la benevolencia y la piedad, que se destacan dentro de Sus 13 atributos, como nuestro padre que nos quiere, nos conoce y nos cuida amorosamente, y solo desea para nosotros el bien, con un plan trazado desde el comienzo de nuestras vidas.
Hagamos un esfuerzo superior por aceptar todo lo que venga de Él, con beneplácito, humildad y seguridad, anteponiendo Su voluntad por encima de la nuestra, y así con seguridad conseguiremos alcanzar nuestros sueños, metas y anhelos, y ser perdonados por todas las trasgresiones que como humanos cometemos. Así arribaremos a un año 5780 lleno de berajá, hatzlajá, salud y bienestar para toda esta querida y hermosa kehilá de Venezuela y para todo Am Israel. ¡Amén ve amén!
Shaná tová umetuká.
Véase también: