En Hervás, una aldea rural de 4000 habitantes, una herencia judía inventada se ha convertido en motivo de orgullo y una herramienta de mercadeo
Andrew Silverstein*
Un tendero de barba gris con una kipá blanca y larga túnica vende menorot, estrellas de David y medallones cabalísticos. Fuera de su tienda, el laberinto de estrechas calles medievales está lleno de artesanos; los hombres llevan solideos y las mujeres usan velos. Pero junto a los objetos de Judaica hay vírgenes Marías y cruces, y los atuendos son simplemente disfraces. Esta es la España moderna un sábado por la mañana.
La ocasión es el Festival de los Conversos, evento anual de un fin de semana que se celebra en Hervás, pueblo de la región de Extremadura famoso por su bien conservado Barrio Judío del siglo XIII. Desde 1996, el pueblo atrae a los turistas prometiendo celebrar “la coexistencia de judíos y cristianos, y su legado hasta hoy a través del teatro, la música y la comida”.
“Estoy bautizado”, dice el comerciante Pedro Ángel Gil Moreno. “Soy cristiano”. Pero agrega que, como muchos en Hervás, desciende de judíos que fueron obligados a convertirse al Cristianismo durante la Inquisición española y practicaron el judaísmo en secreto. Cada año, para el mercado del festival, él y muchos otros se visten como judíos del siglo XV con chilabas norafricanas.
El Gran Mercado Tradicional y Artesanal durante el Festival de los Conversos de Hervás
(Foto: María Montserrat / Forward)
Hasta hace 12 años, Gil Moreno, de 63 años, era camionero. Mientras las industrias agrícola, maderera y textil se tambaleaban en la región más pobre de España, muchos en este barrio de clase trabajadora abrazaron las raíces judías de la zona. Convirtió su casa familiar en un pequeño hotel, Apartamentos Estrella de David, con la tienda de regalos “Shalom Alecheim” en la planta baja (que está escrito correctamente en hebreo pero mal en español). Se sitúa en la Calle de la Amistad Judeo-Cristiana.
Los habitantes de Hervás han basado su economía —y en cierta medida su identidad— en su pasado judío. Sin embargo, gran parte de esta historia parece ser falsa, y ellos lo saben.
Vine al festival en Hervás, una aldea rural de 4000 habitantes, y me alojé en el Hotel Spa Sinagoga, que aparte de su nombre no es judío en absoluto. Tenía muchas ganas de ver la obra de teatro comunitaria, que se representa cada año a lo largo del rocoso río Ambroz, en la parte baja del Barrio Judío. El decorado se extiende a ambos lados del río e incluye un escenario flotante. Los edificios de ladrillo y adobe del siglo XIII sirven de telón de fondo para los habitantes del pueblo, desde niños de la escuela hasta jubilados, que visten elaborados disfraces y representan obras sobre la Inquisición en Hervás. Este año, la obra de teatro, Pacto entre Damas, empezó, al estilo español, a las 11 de la noche, todas las noches durante cuatro días.
También me intrigaba la perspectiva de ver a los españoles de juerga y comiendo jamón vestidos como judíos religiosos. Sin embargo, el mercado, el evento más grande del festival, me resultó más familiar que sorprendente. Ya había estado en mercados medievales en España. Los vendedores ofrecen productos hechos a mano y miel local, vino, quesos y embutidos. Bandas itinerantes tocan música folclórica y los residentes visten trajes regionales tradicionales, aunque eso generalmente significa cruces, no estrellas de seis puntas.
Algunas fiestas de este tipo conmemoran algún acontecimiento local de la Edad Media, como el bautismo de Cervantes, pero suelen ser alegres y no históricamente rigurosas. Aun así, la forma en que los españoles interpretan su pasado medieval refleja cómo se ven hoy a sí mismos.
Los habitantes de Hervás han basado su economía —y en cierta medida su identidad— en su pasado judío. Sin embargo, gran parte de esta historia parece ser falsa, y ellos lo saben
A las afueras de Toledo, el parque temático Puy du Fou España es operado por un grupo conservador francés, cuyo parque original en la región del Loira de Francia recibe más de dos millones de visitantes cada año. Entre elaboradas decoraciones, 300 actores, bailarines, halconeros y jinetes recrean escenas de cristianos españoles derrotando a los moros y descubriendo América, pero dejan de lado a los judíos españoles.
Mientras que la derecha siente nostalgia por un imperio católico español en ascenso, los liberales prefieren ver la España medieval como un modelo de coexistencia entre cristianos, musulmanes y judíos. Esta celebración de las “tres culturas”, aunque sigue pasando por alto la violencia anterior a la Inquisición, atrae a una sociedad española que pasó de una dictadura católica a una democracia multicultural en el último cuarto del siglo XX.
Según los hispanistas Daniela Flesler y Adrián Pérez Melgosa, coautores del libro The Memory Work of Jewish Spain (2020), a principios de los años 90, tras el 500 aniversario de la expulsión de los judíos, se produjo un aumento del interés por Sefarad, el nombre ladino de la Península Ibérica. “Las comunidades de todo el país”, escriben Flesler y Melgosa, “reclaman su condición de herederas de Sefarad, en un esfuerzo por mostrar su plena pertenencia a la modernidad y a Europa occidental”.
Estas comunidades también descubrieron que sus raíces judías podían atraer euros turísticos.
El Barrio Judío sirve de telón de fondo para la obra de teatro sobre el río Ambroz
(Foto: Andrew Silverstein / Forward)
Hervás fue pionera, ya que había comercializado su barrio judío ya en la década de 1960, cuando el Ministerio de Cultura español la declaró Conjunto Histórico-Artístico. En 1995 cofundó, junto con otras cuatro localidades españolas, entre ellas Toledo y Córdoba, la Red de Juderías, que promueve el turismo judío en España. Otras ciudades y pueblos pequeños siguieron su ejemplo, aprovechando su historia judía con la esperanza de atraer turistas lejos de las playas españolas. La Red de Juderías cuenta ahora con 20 localidades.
Hacer resurgir las raíces sefardíes puede resultar un desafío después de siglos de borrar meticulosa y violentamente el patrimonio judío. Hoy en día, menos del 0,1% de los españoles son judíos. El país cuenta con pinturas rupestres paleolíticas, palacios árabes y ruinas prerromanas, pero aunque alguna vez fue el hogar de la comunidad judía más grande del mundo, solo sobreviven cuatro sinagogas medievales que se han convertido en iglesias. Los museos están repletos de reliquias romanas, pero el museo judío nacional en Toledo exhibe principalmente objetos sefardíes modernos.
“Es una herencia invisible”, afirma Rebeca Farran, guía turística que trabaja para la Oficina de Turismo de Hervás. En sus visitas guiadas explica las reglas del kashrut y descubre la influencia judía en la región española, conocida por sus cerdos de alta calidad. Algunos ejemplos parecen razonables. Las floretas, un pastel frito en forma de flor, dice, descienden de un postre de Janucá; y el nuegado, dulce navideño de nueces, miel y naranja, es una receta judía trasmitida por las abuelas. Otros ejemplos parecen más inverosímiles. Que los españoles se laven las manos antes de las comidas”, dice, es “muy hebreo”.
Mientras que la derecha siente nostalgia por un imperio católico español en ascenso, los liberales prefieren ver la España medieval como un modelo de coexistencia entre cristianos, musulmanes y judíos. Esta celebración de las “tres culturas”, aunque sigue pasando por alto la violencia anterior a la Inquisición, atrae a una sociedad española que pasó de una dictadura católica a una democracia multicultural en el último cuarto del siglo XX
Durante el recorrido, Farran nos muestra dónde se encontraba la sinagoga en la calle Rabilero, y cómo después los conversos rezaban en secreto en la casa del rabino de al lado. El nombre de la calle, dice, es una bastardización de “rabino”. De pie en la estrecha y tortuosa calle o en la cercana calle Sinagoga, con sus casas centenarias decoradas con jáis y menorot, se puede “sentir la historia”, como dicen las guías de viajes en línea.
Pero según el historiador local Marciano Manuel Martín, eso no es cierto. En su libro de 2023 Judíos, trabajadores y comerciantes de Hervás, escribe que no hay evidencia de una sinagoga en la calle Rabilero ni de que el nombre de la calle fuera de origen judío.
El pueblo nunca tuvo un gueto judío. Los registros históricos muestran que solo un pequeño número de familias judías vivió en Hervás durante menos de un siglo, no en la zona baja —ahora conocida como Barrio Judío— sino en el barrio modernizado de la parte superior, considerada como la zona cristiana. Al igual que en el caso de la calle Rabilero, no hay pruebas documentadas de que existiera una calle Sinagoga antes del siglo XVII, mucho después de la expulsión.
“No sé por qué dice esas cosas”, responde Farran cuando le pregunto por lo que afirma Marciano. “Todos nos ganamos la vida con esto”. Cuando empezó a ofrecer visitas guiadas hace diez años, el investigador y escritor seguía a sus grupos y los perturbaba.
Le pregunto quién cree que es más fiable. “Esa es la cuestión, él es la mejor fuente”, dice.
Marciano, de 67 años, fue en su día el mayor impulsor del Barrio Judío. En un documental israelí de 1992 sobre la visita a España del primer presidente sefardí de Israel, Itzjak Navón, se le ve dando al dignatario extranjero una visita guiada por la calle Rabilero. Era el guía de referencia de la Oficina de Turismo, y todavía se le cita en las guías oficiales de Hervás. En 1983 publicó un libro, El Barrio Judío, que desarrollaba la narrativa que todavía se repite hoy. Pero en 1997 se retractó de gran parte de ello en un artículo académico titulado “La invención de una tradición: leyendas apócrifas de los judíos en Hervás”. Desde entonces, su investigación ha ido minando la historia oficial.
Hacer resurgir las raíces sefardíes puede resultar un desafío después de siglos de borrar meticulosa y violentamente el patrimonio judío. Hoy en día, menos del 0,1% de los españoles son judíos. El país cuenta con pinturas rupestres paleolíticas, palacios árabes y ruinas prerromanas, pero aunque alguna vez fue el hogar de la comunidad judía más grande del mundo, solo sobreviven cuatro sinagogas medievales que se han convertido en iglesias
La esposa de Marciano tiene una tienda de regalos en el Barrio Judío. Todo el mundo parece conocerlo, pero no le prestan demasiada atención a su investigación.
“Sabemos que en Hervás vivían judíos”, dice, encogiéndose de hombros, la propietaria de una librería que me vendió el libro de Marciano; “y Hervás tiene una sección medieval bellamente conservada”. El pueblo está honrando su historia judía, argumenta, y si los detalles son incorrectos, eso tiene poca importancia.
Encontré a Marciano, de barba gris y sombrero de paja, fuera del Barrio Judío, lejos del mercado, vendiendo libros usados para apoyar a la Asociación Felina de Hervás. Charlamos, pero se negó a darme una entrevista debido al “sesgo de los medios” en la cobertura del turismo judío en Hervás. El tema lo puso visiblemente nervioso.
Marciano, en sus artículos y libros, muestra minuciosamente cómo Hervás reprimió su historia judía y luego “cubrió los vacíos de la memoria con la invención de una tradición judía”. En 1887, A. Manzano Calzado, un maestro de escuela, sentó las bases de esta invención. Especuló erróneamente que el nombre de la calle Sinoga (ahora Sinagoga) denotaba la ubicación de una sinagoga, y escribió que un dicho local, “En Hervás, judíos los más”, era prueba de una gran comunidad judía. Marciano explica que la frase, que todavía se repite con frecuencia, usa “judío” para significar “codicioso”.
En las décadas posteriores, escritores locales embellecieron el mito de cómo el barrio bajo, un sector marginal donde muchas casas aún carecían de agua corriente en la década de 1970, conservó su carácter judío a lo largo de los siglos.
Pedro Ángel Gil Moreno, comerciante y pequeño hotelero, vestido como judío sefardí con una kipá y una larga túnica norafricana. Cree que es descendiente de judíos
(Foto: Andrew Silverstein / Forward)
Hoy en día, los blogueros de viajes describen un callejón de Hervás de apenas medio metro de ancho como un ejemplo de “arquitectura judía”. Hace un siglo, los escritores e investigadores que visitaban Hervás proyectaban influencias judías en la cocina y las tradiciones locales, como el lanzamiento de pan durante las bodas. Se decía que un juego infantil tenía referencias ocultas al asesinato de Cristo. Y después de la Guerra Civil Española, el hecho de que el barrio se aliara con los republicanos contra los fascistas se consideró anticristiano y desleal, una prueba de su judaísmo. Con el tiempo, la marca de la vergüenza en la parte inferior del pueblo se convirtió en mercancía. Las 17 calles de la zona medieval pasaron a ser conocidas como Barrio Judío.
Pero sin cuestionar su historia de antisemitismo, los viejos estereotipos se mantienen inevitablemente. O como dice Marciano, “el antisemitismo histórico ha evolucionado hacia el turismo filosemita”.
La obra teatral de este año trataba sobre una mujer judía que urde un plan con una duquesa de frío corazón para salvar a su hijo de la Inquisición. Los personajes judíos resultan simpáticos, pero cada uno de ellos es un terrateniente rico o un prestamista astuto. Del mismo modo, la ciudad de Zaragoza se propone celebrar la tolerancia en su Mercado Medieval de las Tres Culturas, pero falla en ello con su taller de acuñación de monedas, que se supone que representa a los judíos.
Para muchos españoles, los judíos son sinónimo de riqueza. En 2014, el columnista de Forward Josh Nathan-Kazis contó que un funcionario de turismo de la ciudad de Lucena intentaba impulsar las conexiones sefardíes de su ciudad basándose en “algo vagamente antisemita sobre el dinero judío”.
“Los habitantes de Hervás solo utilizan el barrio judío para obtener beneficios económicos”, señala Abigail Cohen, israelí que creció en un kibutz y durante 15 años fue la única judía en el barrio judío de Hervás. “No les interesa nada judío”. Cohen conversó conmigo por teléfono desde las afueras de Toledo, donde vende pasteles basados en recetas de su abuela judía siria. Hasta 2019 tenía un restaurante sefardí, una pastelería y un hotel “Bed and Breakfast” en Hervás. Dice que no le importa que los lugareños se aprovechen de la herencia judía de España, pero cree que es una falta de respeto que los españoles usen kipot mientras comen tapas de jamón en Shabat.
Farran comienza sus visitas guiadas con la advertencia de que habla de los judíos de Hervás de la Edad Media, no de los “conflictos actuales”. “Cuando se habla de la comunidad judía medieval, la gente siente cierta pena”, afirma, “pero si el tema cambia y se habla del conflicto actual, cambian de tono y dicen que los judíos son malos”
Le gustaría que los españoles tuvieran un interés más significativo en la cultura judía. “Hacen muchas cosas relacionadas con las tres culturas”, comenta, “pero basándose en su propia interpretación”.
Desde el 7 de octubre, sus ventas de pasteles han caído. Durante la Segunda Intifada, las protestas contra Israel en Hervás la hicieron sentir tan incómoda que se quedó encerrada en casa por unos días. En ese momento, el pueblo retiró silenciosamente una placa que indicaba “Plaza del Estado de Israel”. Fue la única vez que se sintió mal recibida en el pueblo. Israel es el prisma a través del cual la mayoría de los españoles ven a los judíos modernos. Farran comienza sus visitas guiadas con la advertencia de que habla de los judíos de Hervás de la Edad Media, no de los “conflictos actuales”. “Cuando se habla de la comunidad judía medieval, la gente siente cierta pena”, afirma, “pero si el tema cambia y se habla del conflicto actual, cambian de tono y dicen que los judíos son malos”.
Cohen cree que una comunidad con una calle de “Amistad Judeo-Cristiana” debería ser más comprensiva con Israel, pero la fascinación por los judíos del siglo XV parece desconectada de los judíos actuales. Hablar de Israel y Palestina con los participantes del Festival de los Conversos es como preguntarle al elenco de Broadway de Aladino su opinión sobre la política del Medio Oriente.
Algunos lugareños dicen que las floretas, un postre frito, son una antigua tradición de Janucá
(Foto: Andrew Silverstein / Forward)
Los escritores Flesler y Pérez Melgosa advierten contra la idea de considerar el turismo judío en España como una apropiación cultural puramente oportunista. “Una vez puesta en marcha, la renovada y amplia atención pública a la herencia judía de España también ha puesto de relieve historias, afectos y aspiraciones personales y comunitarias, desencadenando una serie de consecuencias inesperadas”.
La promoción que hace Hervás de su herencia judía llevó a Marciano a estudiar profundamente la historia local y judía. Cohen también elogia a un grupo musical local, La Karamba, que interpreta música sefardí auténtica, aunque con trajes judíos. Farran dice que los lugareños se han vuelto más sensibles a la cultura. En el festival de este año, la oficina de turismo no exhibió grandes maniquíes judíos estereotipados como en el pasado, y los actores de la comunidad no hablaron hebreo falso en su obra.
Más fundamentalmente, Flesler y Pérez Melgosa escriben que a medida que las localidades españolas crean espacios judíos y celebran Sefarad, los lugareños han comenzado a verse a sí mismos de manera distinta.
“Soy judía”, dice Eladia Valle, una mujer de 95 años que creció en el Barrio Judío. Su hijo sugirió que sus tatarabuelos podrían haber sido conversos, pero al identificarse como judía está expresando un sentido de orgullo por ser de su barrio de clase trabajadora, el Barrio Judío.
“Judío”, término que durante mucho tiempo se utilizó como insulto contra la comunidad más pobre, ha adquirido en las últimas décadas una connotación positiva. El barrio marginal abandonado es ahora el orgullo del pueblo. Ser judío tiene prestigio. Los vecinos decoran sus casas con estrellas de David.
“Judío”, término que durante mucho tiempo se utilizó como insulto contra la comunidad más pobre, ha adquirido en las últimas décadas una connotación positiva. El barrio marginal abandonado es ahora el orgullo del pueblo. Ser judío tiene prestigio. Los vecinos decoran sus casas con estrellas de David
“Mi abuelo era judío”, me dijo Gil Moreno desde el interior de su tienda, “pero perdimos nuestras tradiciones”. Está rodeado de chucherías con símbolos judíos y una traducción al español de la Torá. Su sustento se basa en la identidad judía del barrio, aunque no fuera cierta. Le pregunté cómo le va.
“No puedes hacerte rico con esto”, responde.
*Escritor independiente radicado en Nueva York, cofundador de Streetwise New York Tours. En 2023 fue designado “Mejor freelance del año” por la Asociación de Prensa Judía Estadounidense.
Fuente: Forward (forward.com).
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.
1 Comment
El autor generaliza y eso no es correcto. Visité Hervás durante la década de los 60 y puedo afirmar que entre sus habitantes y la realidad física del llamado Barrio Judío había un abismo. No obstante, el simple hecho de que que aquellas construcciones existieran y con tal identificación era y debe ser motivo de estudio, y más si con ello se activan los recuerdos personales y familiares. El vacío no existe.