Sería el año 1988 o 1989 y estaba yo recientemente graduado de la universidad, con intenciones de casarme y con la imperiosa necesidad de conseguir una vivienda propia. Los precios de muchas parecían asequibles, pero las condiciones de pago y los intereses del mercado financiero (que estaban entre 30% y 40% y llegaron hasta 80%) hacían absolutamente imposible esa compra. Fui a donde Manuel Arcaya, mi primo banquero, quien me dijo que nada podía hacer el banco donde él trabajaba para mejorarme esas condiciones; pero me dijo: “Vete a la Constructora Sambil a ver qué están vendiendo, ellos hacen edificios para todos los sectores y además financian directamente a los compradores al 12% fijo”.
No puedo explicar lo que eso significaba para mí y para tantas miles de familias venezolanas que buscaban acceder a una vivienda. Llamé a mi amigo Mauricio Gómez Sigala, que andaba en la misma búsqueda, y nos fuimos a unas modestas oficinas en un viejo edificio de la Avenida Francisco de Miranda en El Rosal. Ambos reservamos unos bonitos apartamentos de dos habitaciones en las residencias Doramil de Montecristo, que creo que costaban como unos $80.000 al cambio. El precio de la reserva eran unos $2.500, luego había que pagar una inicial de 30% del precio, y el saldo te lo financiaba la misma constructora a diez años a la increíble tasa fija de 12% anual. La reserva de $2.500 te garantizaba el precio y el apartamento por 30 días, mientras conseguías la inicial.
El día que fuimos a pagar la reserva nos atendió el mismo señor Salomón Cohen , quien muy amablemente se sentó a explicarnos las ventajas del apartamento, la razón por la cual él financiaba directamente a tan bajas tasas, y un poco su filosofía de trabajo y vida. A mis 24 años yo no tenía idea de lo importante que era el señor Cohen , pero sabía que era el dueño, y me impactó el tiempo que nos dedicó. Fue uno de esos encuentros que te dejan una marca imperecedera, por la mezcla de grandeza y humildad que destilaban sus palabras.
Yo tenía intenciones de vender mi carro y una moto para obtener la inicial del soñado apartamento. Al vencerse los 30 días de la reserva no había logrado avanzar nada en ese objetivo, y me encontraba en el mismo proceso de obtener la inicial, así que decidí volver a Sambil y pagar una nueva reserva de $2.500 (que también me acreditarían al saldo final), y así tener más tiempo para vender mis vehículos, lo que no resultó como esperaba (el carro se vendió por la mitad de lo que pensaba y la moto me la robaron). Conclusión: adiós vehículos, adiós reservas y adiós a la compra de la vivienda.
Un mes más tarde, Mauricio Gómez fue a la Constructora Sambil para firmar en el Registro el documento de compra de su apartamento, y lo atendió el mismo señor Salomón Cohen . Durante la firma, Cohen se acordó de la conversación (realmente amena) que habíamos tenido el día de la reserva, y le preguntó a Mauricio por qué yo no había comprado. Mauricio le contó mi situación y el señor Cohen , sin pensarlo un minuto, le dio su tarjeta y le dijo: “Dile que me llame mañana”. Al día siguiente me citó a la misma oficina y, al darme la mano, me entregó un cheque por el monto total de mi segunda reserva (lo que era una fortuna para mí) y me dijo que él ganaba su dinero trabajando, pero que no trabajaba solo para ganar dinero; que la filosofía de su empresa era proveer viviendas para darles oportunidades de crecimiento a las personas. Que su historia y la de su familia era un ejemplo de trabajo y perseverancia, donde los valores humanos siempre estaban por delante del lucro. Que ganarse una segunda reserva en mi caso no entraba dentro de esa filosofía, y que por eso me había llamado.
Con los años entendí y admire más la filosofía de vida del señor Cohen. Lo vi en algunas ocasiones desayunando en el Hotel Lido, y siempre tenía alguna frase oportuna e inteligente. Pocos grandes empresarios venezolanos como Salomón Cohen, Gustavo Vollmer, Eugenio Mendoza, Hans Neumann, Lorenzo Mendoza o Henrique Machado, pusieron siempre el país, la gente, la familia y el desarrollo de Venezuela por delante del puro “crecimiento” de sus empresas; por eso ese crecimiento es más notable y más hermoso.
Venezuela ha perdido un gran hombre, que llenó de obras y de progreso al país, pero que al mismo tiempo, con anónimos e imperceptibles gestos como el que tuvo conmigo, impactó a miles de familias y llenó de generosidad este mundo.
*Salomón Cohen, un hombre que apostó por Venezuela
*La mejor enseñanza, por Celina Bentata
*Salomón Cohen : un Quijote, por David Bittan Obadía
*Algo más sobre Salomón, por Paulina Gamus
*Salomón Cohen Z’L, por rabino Pynchas Brener
*Salomón Cohen , un vecino ejemplar, por Simón Trujillo
*El legado de Salomón, por Luis Vicente León