El actual clima mundial de exacerbación de lo “políticamente correcto” y la “auto-virtud” ha causado que muchos monumentos hayan sido dañados o destruidos. Se comenzó con los antiguos esclavistas, pero luego este fenómeno se desató, cebándose en personajes como Cristóbal Colón, Winston Churchill y hasta George Washington. El pasado mismo parece estar bajo ataque.
El diario canadiense Ottawa Citizen informó hace algunos días sobre otro monumento agredido, esta vez solo con pintura. Se trata del cenotafio a unos miembros de las Waffen SS ubicado en el cementerio ucraniano de San Volodymyr (Vladimir) en la localidad de Oakville, Ontario.
Sí, en Canadá existe un monumento a miembros de las SS nazis.
El graffiti decía “Monumento de guerra nazi”, y la policía regional de Halton lo está investigando como un “crimen de odio”. La escultura es un homenaje a ucranianos que se unieron a las Waffen SS (rama militar de las SS) para formar la 14ª División de ese cuerpo del terror hitleriano, y fueron responsables de crímenes de guerra.
“Demasiados cadáveres en el closet”: monumento a los soldados ucranianos de las Waffen SS en Oakville, Ontario, Canadá
(Foto: Ottawa Citizen)
La policía no publicó la imagen de la pintada “para impedir la propagación del mensaje”. Pero el investigador Moss Robeson, quien ha escrito artículos sobre los ucranianos que colaboraron con los nazis, proporcionó detalles sobre el graffiti y el monumento en su cuenta de Twitter, lo que generó preguntas sobre por qué la policía cree que miembros de las SS pueden ser objeto de “crímenes de odio”. Cuando el Ottawa Citizen le hizo precisamente esa pregunta al portavoz de la policía de Halton, este respondió: «El incidente ocurrió en un monumento y el graffiti parece apuntar a un grupo identificable”, lo cual según la legislación constituiría crimen de odio.
La 14ª división de las Waffen SS, también conocida como División Galitziana por la zona en que operó, fue creada en 1943. En mayo de 1944 el propio líder de las SS, Heinrich Himmler, se dirigió en persona a sus miembros exclamando: «Su patria se ha vuelto más bella desde que se deshizo —por iniciativa nuestra, debo decir— de residentes que eran una mancha para el buen nombre de Galitzia, es decir, los judíos. Y sé que si yo les ordenara liquidar a los polacos, les estaría dando permiso para hacer algo que están ansiosos de hacer de todos modos». Este discurso fue recibido con aplausos.
Para ese momento, efectivamente, casi todos los judíos de Ucrania ya habían sido exterminados.
El monumento de Oakville conmemora concretamente la batalla de Brody, donde la 14ª División luchó contra el Ejército Rojo soviético que avanzaba hacia el oeste; más de tres cuartas partes de los Waffen SS ucranianos murieron en ese encuentro.
Existen denuncias de que miembros de la 14ª División participaron en el asesinato de cientos de civiles polacos en 1944 en la aldea de Huta Pieniacka. Algunos ucranianos lo niegan, argumentando que solo “algunos elementos de la unidad, y bajo el mando nazi”, estuvieron involucrados en esas masacres. Otros defienden abiertamente a la 14ª División, diciendo que fueron héroes que lucharon contra los soviéticos.
En 2017, un juez polaco emitió una orden de arresto por crímenes de guerra contra Michael Karkoc, entonces de 98 años, quien fue comandante adjunto de la 14ª División. Karkoc, quien vivía en Estados Unidos, murió poco después sin haber sido juzgado. Estaba acusado de coordinar la masacre de 44 civiles, incluidas mujeres y niños, en la aldea polaca de Chłaniów en 1944.
El monumento a la 14º División ya había aparecido en los titulares en 2017, cuando la embajada de Rusia en Canadá publicó imágenes en su cuenta de Twitter, reseñando los “monumentos nazis en Canadá”. Claro que esto se inscribía una campaña de propaganda por el conflicto entre Moscú y Ucrania, tras la ocupación rusa de Crimea y la guerra que se desarrolla en la provincia de Donbass.
En Canadá viven 1,3 millones de personas de origen ucraniano, y ese país ha apoyado a Ucrania en el actual conflicto. Pero varios académicos han apuntado a la necesidad de que los ucraniano-canadienses afronten el pasado con honestidad. “Sería una especie de auto-sanación si los ucranianos pudiesen ofrecer una visión de su pasado reciente que incluyese todos los aspectos de esos eventos, reconociendo que los héroes también pueden ser criminales”, escribió David Marples, profesor de la Universidad de Alberta, en un libro sobre la historia de Ucrania.
En la década de 1980, una comisión de investigación sobre criminales de guerra en Canadá llegó a la conclusión de que no había evidencia de que los miembros de la 14ª División que inmigraron a ese país hubiesen cometido ese tipo de crímenes. Ese fue el final de la historia, al menos desde el punto de vista legal. Pero la controversia continúa, pues esa comisión no investigó las actividades de los integrantes de la 14ª División antes de unirse a las SS; unos cuantos ya habían servido en unidades policiales dirigidas por los nazis, según Dominique Arel, quien dirige los estudios sobre Ucrania en la Universidad de Ottawa.
En Canadá existe otro monumento a un personaje acusado de crímenes de guerra: un busto de Roman Shukhevych ubicado en el complejo de la Unidad de la Juventud Ucraniana en la ciudad de Edmonton. Shukhevych luchó, en determinados momentos, contra los soviéticos y contra los nazis, después de haber combatido junto a estos últimos a principios de la Segunda Guerra Mundial. Según Dominique Arel, él creó una milicia que jugó un papel importante en la matanza de judíos y polacos en Ucrania, y otras investigaciones señalan que en 1942 dirigió un batallón de la policía alemana que estuvo implicado en masacres a civiles en Bielorrusia. Es considerado un héroe de la independencia por los ucranianos.
En una entrevista del Ottawa Citizen en 2017, Aidan Fishman, entonces director interino de la B’nai B’rith de Canadá, no consideró que esos monumentos contribuyeran al antisemitismo o la discriminación, ya que “no glorifican crímenes de guerra”; pero agregó: “Pienso que las comunidad que creó esos monumentos, es decir los ucraniano-canadienses, deberían dirigir una mirada crítica a esos acontecimientos, y recordarse a sí mismos que muchas de esas personas estuvieron involucradas en colaboración con los nazis. Eso cambiaría la forma en que esas personas son representadas y percibidas en su propia comunidad”.
Hace algunos años se creó Ukrainian Jewish Encounter (Encuentro Judío-Ucraniano), organización cuya finalidad es la reconciliación con el pasado; reúne a historiadores ucranianos y judíos en mesas de trabajo para crear una “narrativa común”. Pero como señala Dominique Arel, las organizaciones ucraniano-canadienses no han mostrado disposición real a discutir esos temas: “En general existe mucha resistencia”.
Un ejemplo es lo ocurrido a John-Paul Himka, otro académico de la Universidad de Alberta y de origen ucraniano. Desde 2010 ha tratado de sacar a la luz pública investigaciones sobre la responsabilidad de Ucrania en el Holocausto, por lo que ha sido vetado en la mayoría de las publicaciones ucraniano-canadienses y prácticamente ha sido “excomulgado” de esa comunidad. “Ya es tiempo de que alguien le preste atención a este tema”, dice Himka. “Esta es solo una investigación. El hecho es que el gobierno ucraniano y su diáspora han estado honrando a perpetradores del Holocausto y criminales de guerra durante largo tiempo. Tienen demasiados cadáveres en el closet, y ya están empezando a oler mal”.
Sami Rozenbaum