En muchos países, la legislación exige que, para el cargo de primer ministro o presidente, el candidato sea nativo de país, no un naturalizado. Esta norma parece algo discriminatoria algunas veces, pues quien se dedica al servicio público de su lugar de residencia y arraigo, no debería merecer esta limitante.
En su momento se trató de descalificar a Benjamín Netanyahu porque había pasado buena parte de su juventud en Estados Unidos, cuando su padre tenía una cátedra en una universidad norteamericana. Su excelente inglés, su título del MIT y su perfil “republicano” jugaron algo en su contra pero, al final, él supo capitalizar sus características especiales para convertirse en el primer ministro con más días en el poder, y el candidato de su partido que encabezó la lista en más elecciones. Por supuesto, contaba con varios avales: su respetado padre, su hermano Yoni que fue el héroe de Entebbe, y él mismo sirvió en una unidad de élite del ejército, nada más y nada menos que junto a Ehud Barak.
Naftali Bennett, el nuevo primer ministro, nació en Estados Unidos. Tiene una brillante carrera profesional y sirvió en la misma unidad de élite del ejército de Benjamín Netanyahu. Como político ha sido también exitoso; fue líder del partido nacional religioso, Habait Hayehudí; luego pasó a fundar el partido Yamina, y ahora llega a primer ministro. Alcanzar tal posición requiere de inteligencia, carisma, habilidad y suerte. No cualquiera ha podido lograrlo.
Yair Lapid, de 58 años, ha sido periodista en prensa y televisión, además de compositor y autor de 12 libros. En las elecciones de 2013 sorprendió a todos cuando el partido que fundó, Yesh Atid (“Hay futuro”) fue el segundo más votado después del Likud
(Foto: AP)
La historia terminará por dar un veredicto sobre el año de Bennett como primer ministro. Sus detractores se afincarán en sus fallos, en las promesas incumplidas y en la imposibilidad de sostener una coalición de ocho partidos tan diferentes y con posiciones encontradas.
Bennett ciertamente cambió de posición al ver la posibilidad de ser primer ministro, siendo el único de los líderes de los partidos que no querían de vuelta a Netanyahu capaz de sentarlos en una misma mesa, ponerlos de acuerdo y arrancar con una coalición de semi-unidad nacional. Pareciera que privó en su juicio el espíritu del judío diaspórico amante de Israel, ese judío que ve en todos una cualidad primaria de unidad y solidaridad. Creyó que sería capaz de sentar a Méretz y Nueva Esperanza, que tienen posiciones diametralmente opuestas respecto a Judea y Samaria, en una misma mesa, porque el bien nacional está por encima de la agenda individual. Prometió no ir con Yair Lapid, pero llegado el momento, al no tener una coalición de derecha, juzgó mejor una coalición de compromiso que unas nuevas elecciones o irse con el Likud de Netanyahu.
En los días finales de su corto período, siempre creyó que podría mantener la coalición. Se imaginaba que el bien mayor de evitar nuevas elecciones, la necesidad de seguir enfrentando la crisis económica sin mayores interrupciones, y la lealtad de sus compañeros de partido primero y de coalición después, serían suficientes. No fue así.
En los días finales de su corto período, Bennett siempre creyó que podría mantener la coalición. Se imaginaba que el bien mayor de evitar nuevas elecciones, la necesidad de seguir enfrentando la crisis económica sin mayores interrupciones, y la lealtad de sus compañeros de partido primero y de coalición después, serían suficientes. No fue así
Hace más de un año, Bennett ofreció una entrevista al incisivo comentarista Yaakov Berdugo. Aún eran amigos. Bennett contó que su madre le preguntó una vez qué significaba la palabra fraier. En Israel se llama fraier a aquella persona de quien se aprovechan los demás, que está dispuesto a hacer favores sin recompensa, pasando muchas veces por estúpido al servir a los demás haciendo el bien. Los israelíes se burlan mucho de una persona así, y muchos evitan ser catalogados como tal. Cuando Bennett le explicó a su madre el término, esta última le dijo que no le parecía nada mal ser un fraier.
Como un yanqui en la corte del Rey Arturo, Bennett fue una especie de extranjero en la primera magistratura, en la posición más álgida que se puede alcanzar. Si hubiera sido israelí de nacimiento, aun habiendo vivido afuera un buen tiempo, quizá no habría cometido ciertos errores o caído en trampas, aquellas que tiende más la buena fe que la ambición de ocupar un cargo o la vocación de servicio.Lo bueno de los jutznikim es que juzgamos con benevolencia, asumiendo ante todo buenas intenciones y acciones. Jutznik es un apelativo en hebreo que señala a los judíos que viven fuera de Israel.