El asalto a las ciudades israelíes fue tan cruel como Hamás pudo ser, y cada minuto de agonía fue trasmitido a los israelíes como un mensaje y una humillación. Ahora viene la respuesta israelí
Haviv Rettig Gur*
Fue un horror interminable, imposible. Hora tras hora, las familias se escondían en sus casas esperando ser rescatados de los combatientes de Hamás que atravesaban sus ciudades y aldeas.
Las familias fueron masacradas a sangre fría. En una casa, un terrorista mató a tiros a los padres, tomó el teléfono celular de un niño y comenzó a trasmitir todo en vivo en su cuenta de Facebook. Abuelas fueron llevadas en sillas de ruedas a vehículos que las esperaban para llevarlas como rehenes a Gaza. Luego las madres con bebés. En las redes sociales circularon imágenes, publicadas por Hamás, de un niño israelí preguntando a su madre si los hombres armados que los rodeaban iban a matarlos. “Dijeron que no lo harán”, respondió la madre, mientras los llevaban afuera hacia un destino desconocido.
El flujo de videos no se detuvo. El cuerpo de un soldado de las FDI fue exhibido en Gaza. Una mujer joven, sangrando, fue sacada de un automóvil halándola del cabello después de ser secuestrada y llevada a la Franja. Y todo esto fue trasmitido al mundo por Hamás con alegre orgullo, provocando celebraciones en Teherán, Ramala y una parte no pequeña del mundo activista propalestino en línea.
Restos de la destruida estación policial de Sderot (Foto: AP)
Y mientras tanto, llegaba un torrente de mensajes en Twitter y Whatsapp de israelíes todavía rodeados de pistoleros ambulantes, amigos y familiares que rogaban por un rescate que nunca llegó.
Hora tras agonizante hora.
¿Dónde estaba el ejército? ¿Dónde estaba el poderoso Estado israelí? La policía, que luchó valientemente en varios lugares y vio morir a unas dos docenas de agentes el sábado, era demasiado escasa y estaba demasiado mal armada para repeler el ataque.
Las grandes y cacareadas Fuerzas de Defensa de Israel, una institución que cuesta 64.000 millones de shékels al año, parecieron evaporarse en el momento de más desesperada necesidad de Israel. Y no solo por la sorpresa inicial. Cinco horas después, los batallones aún no se habían materializado y los ministros del gobierno no explicaban los hechos. Todos parecían conmocionados. Todo el aparato estatal, desde los políticos para abajo, desapareció.
Y un gran y mortal silencio pareció invadir el cuerpo político israelí.
Hasta el sábado, los israelíes creían que eran fuertes y estaban seguros. El sábado empezaron a creer ninguna de las dos cosas.
Con ese simple cambio, el ataque de Hamás tuvo un enorme éxito.
Como lo expresó el portavoz de la Yijad Islámica Palestina, Abu Hamza, mientras el ataque aún estaba en marcha: “Este poderoso enemigo es una ilusión hecha de polvo y capaz de ser derrotado y destruido. Nuestros héroes convirtieron al enemigo en algo pequeño y humillado, sintiendo la muerte por todas partes”.
Abundan las teorías sobre las razones de Hamás para el ataque. Muchos sugieren que se trata de interrumpir la normalización entre Israel y Arabia Saudita, por orden de Irán. Otros se centran en la política interna palestina, y sugieren que Hamás se está posicionando, incluso a costa de una inevitable y aplastante represalia israelí, como líder indiscutible de la lucha palestina tras la muerte de Mahmud Abbas. Otros dicen que las razones son más simples: los dos líderes de Hamás en Gaza que prepararon y lanzaron la operación fueron el jefe militar, Muhamad Deif, y el jefe político, Yihye Sinwar. El primero perdió a su familia en un ataque aéreo israelí dirigido a él, el segundo pasó 22 años en una prisión israelí. Ninguno necesitaba una lógica geopolítica para armar tal operación.
La “resistencia” palestina, tal como la concibe Hamás, es mucho más que asentamientos, ocupación o la Línea Verde. Está en marcha una teoría más amplia de la “restauración islámica”
Probablemente haya algo de verdad en todas estas teorías. Todo tiene sentido. Pero ninguna de ellas es la forma en que el propio Hamás explicó la operación en tiempo real.
Aquí reside una parte del pensamiento y discurso palestino que muchos de los defensores occidentales de Palestina ignoran, tanto porque es difícil de vender al público occidental como porque ellos mismos realmente no lo entienden. La “resistencia” palestina, tal como la concibe Hamás, es mucho más que asentamientos, ocupación o la Línea Verde. Está en marcha una teoría más amplia de la “restauración islámica”. Al anunciar el inicio del ataque del sábado, el comandante militar de Hamas, Deif, dijo que tenía como objetivo interrumpir una planeada demolición israelí de la mezquita de Al-Aqsa. Y cuando el jefe político de Hamás, Ismail Haniye, llamó el sábado a “todos los musulmanes de todo el mundo y todos los pueblos libres del mundo a participar en esta justa batalla en defensa de Al-Aqsa y la misión del Profeta”, quiso decir precisamente eso, que la lucha era sobre las cosas santas, sobre la promesa redentora del Islam.
Esta recuperación de la dignidad islámica mediante la derrota definitiva de los judíos ocupa gran parte del pensamiento político de Hamás, impregna su retórica y moldea profundamente su pensamiento sobre los judíos israelíes y cómo podrían ser derrotados. Israel es más que un mero ocupante u opresor en esta narrativa: es una rebelión contra Dios y la trayectoria divinamente ordenada de la historia. Y se piensa que al mostrar a los israelíes en su debilidad, de alguna manera los israelíes en realidad se debilitarán. Para cumplirse, la redención solo requiere la fe de sus creyentes; y ver, como dicen, es creer.
Edificación destruida por un cohete de Hamás en Tel Aviv (Foto: AP)
Las imágenes del sábado, los vídeos compartidos alegremente por los partidarios de Hamás, incluso en algunos círculos occidentales de extrema izquierda, no fueron una aberración. Los pistoleros de Hamás no se “dejaron llevar”, como explicaron algunos. Es la esencia de toda su acción. Es el mensaje básico de Hamás a los israelíes: que no los estan matando y secuestrando solo para obtener una ventaja táctica en la lucha por la independencia palestina, sino que más bien están siendo humillados y deshumanizados como traidores contra Dios.
Fue su mensaje en todo momento. En un vídeo difundido para que lo vieran los israelíes, un pequeño niño israelí, de unos seis años, fue colocado dentro de un círculo de niños de Gaza, a quienes se les dijo que lo intimidaran y aterrorizaran, mientras él permanecía allí indefenso. Fue un momento planificado y decidido. La debilidad de los israelíes fue exhibida por las calles de Gaza y celebrada en las redes sociales. Ese era el punto.
Hamás hizo todo lo posible para escandalizar a los israelíes, humillarlos y horrorizarlos, secuestrando niños, profanando cadáveres y luego alardeando de ello ante el mundo.
Y los israelíes observaron todo, minuto a agonizante minuto. Y estuvieron de acuerdo. Su debilidad se había vuelto clara, inevitable.
Y muy, muy peligrosa.
El Israel que surgió de la operación “Diluvio de Al-Aqsa” de Hamás es diferente del que entró en ella. Se ha producido un cambio tectónico en la sique del país. Los horrores infligidos por Hamás han provocado tanto ira como una intensa vulnerabilidad. Mientras Hamás siempre había parecido un enemigo implacable pero, en última instancia, controlable, ahora demostraba que podía llevar el peligro a hogares y dormitorios, que podía masacrar niños y secuestrar abuelas, mientras todo el alardeado edificio de las Fuerzas de Defensa de Israel permanecía impotente para detenerlo.
Hamás se había convertido en una amenaza intolerable.
Cadáveres en la carretera principal cerca del kibutz Gevim (Foto: AFP)
El cambio es tan profundo y palpable que muchos analistas israelíes, aparentemente asumiendo que Hamás comprende las consecuencias que este golpe sicológico tendrá para Gaza, argumentaron el sábado que el grupo terrorista fue sorprendido por su propio éxito.
“En mi opinión”, tuiteó el analista Avi Issacharoff, “los dirigentes militares y políticos de Hamás no esperaban estos éxitos. Tenían la intención de secuestrar a dos o tres como parte de una matanza masiva. ¿Pero tantos? Su problema es que este éxito puede convertirse en una victoria pírrica. Me parece que ahora hay un consenso en la élite israelí y entre el público de que lo que fue ya no será más. Debemos esforzarnos por destruir a Hamás”.
Los oponentes árabes de Israel hablan a menudo de él como una construcción artificial y desarraigada, condenada a colapsar frente a la fe y la resiliencia palestinas. En el fondo, dicen, es un proyecto colonialista que, a pesar de todo su poder exterior, carece de la autenticidad interna y la convicción para sobrevivir.
Esa interpretación de Israel no es solo un menosprecio. Es un llamado a la acción, especialmente el tipo de terrorismo y crueldad sostenidos que expulsaron a proyectos colonialistas como los franceses de Argelia o los británicos de Kenia. Esta interpretación de Israel es la lógica básica detrás de los atentados suicidas palestinos, el lanzamiento de cohetes y toda la serie de tácticas terroristas empleadas por Hamás el sábado.
Un Israel fuerte puede tolerar a un Hamás beligerante en su frontera; uno más débil no puede. Un Israel seguro puede dedicar mucho tiempo y recursos a preocuparse por las consecuencias humanitarias de una guerra terrestre en Gaza; un Israel más vulnerable no puede hacerlo
Y siempre, siempre falla. Década tras década, los israelíes son cada vez más numerosos. No son inmunes en el sentido de que no estén traumatizados por este terrorismo (los israelíes no poseen más coraje o convicción que cualquier otro pueblo), sino en el sentido de que no pueden responder a él de la manera que Hamás quiere que lo hagan. A pesar de lo que prometió Haniye el sábado, no pueden optar por abandonar su patria. No hay ningún lugar al que puedan ir.
La amenaza de Hamás, entonces, tiene doble filo: la cruda crueldad del ataque, por un lado, y la imposibilidad de satisfacer alguna vez las demandas del agresor, por el otro.
Y así los israelíes se están uniendo, de izquierda a derecha, desde liberales hasta haredíes. Ninguna de las fracturas internas se cura, ninguno de los problemas políticos se resuelve. Pero Hamás hizo comprender a los israelíes la intolerable debilidad de un Israel dividido. Y el Israel más débil que ahora se enfrenta a Hamás, y con él a los numerosos aliados e ideólogos asesinos que lo respaldan desde el Líbano hasta Irán, piensa que no le ha quedado otra opción que luchar desesperadamente para garantizar que las imágenes del sábado nunca se vuelvan a repetir.
Hay muchos tipos diferentes de poder. Uno es el poder de los que tienen confianza, seguridad y fuerza. Pero también hay otro tipo: el poder de los heridos, los débiles y desesperados. «Un tigre herido», escribió Arthur Golden en Memorias de una geisha, «es una bestia peligrosa».
El primer ministro Netanyahu y su Estado Mayor, reunidos en la sede del Ministerio de Defensa (Kiriá) en Tel Aviv, coordinan la llamada Operación Espadas de Hierro
(Foto: GPO)
Es una imagen con una larga tradición en el pensamiento estratégico israelí. Se dice que Moshé Dayan instó a Israel a actuar como un “tigre herido”, impredecible y desesperado, para disuadir a sus enemigos de atacar. Los palestinos a veces utilizan la imagen para restar importancia al impacto de un ataque de represalia israelí.
Hamás está poniendo ahora a prueba ese viejo dicho. Los israelíes pueden soportar la humillación; los mueve menos la política del honor que a sus enemigos. Pero estos herederos de una memoria colectiva, forjada en los desastres del siglo XX, no pueden soportar la experiencia de indefensión que Hamás les ha impuesto. Hamás pareció hacer todo lo posible para cambiar la sicología israelí, de una fe cómoda en su propia fuerza a una sensación de extrema vulnerabilidad. Y pronto conocerá la magnitud de ese error de cálculo.
Un Israel fuerte puede tolerar a un Hamás beligerante en su frontera; uno más débil no puede. Un Israel seguro puede dedicar mucho tiempo y recursos a preocuparse por las consecuencias humanitarias de una guerra terrestre en Gaza; un Israel más vulnerable no puede hacerlo.
Un Israel herido y debilitado es un Israel más feroz.
Hamás fue alguna vez una amenaza tolerable. Simplemente se ha vuelto intolerable, al tiempo que convenció a los israelíes de que son demasiado vulnerables y débiles para responder con la antigua moderación.
*Analista principal de The Times of Israel.
Fuente: The Times of Israel.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.