El chantaje de Arafat y Abbas a los países árabes ya no funciona
Alan Joseph Bauer*
Estados Unidos hace todo lo posible para impedir la paz en el Medio Oriente al seguir presionando por una solución de dos Estados, pero a ninguno de los países del Medio Oriente le interesa un Estado palestino. EEUU haría bien en aprender de ellos.
La Organización de Liberación Palestina (OLP), y más tarde la Autoridad Palestina (AP), ambas bajo el firme control de Yaser Arafat, se aseguraron de que nadie actuara para hacer la paz con Israel sin que los palestinos obtuvieran su propio Estado. Anwar Sadat hizo las paces con Israel en 1979 y pagó con su vida, cuando miembros de los Hermanos Musulmanes mataron al presidente egipcio que se atrevió a ir a Jerusalén para dirigirse a la Knesset. El difunto rey Hussein, a pesar de tantas fotografías sonrientes con Arafat, sobrevivió a numerosos intentos de asesinato orquestados por el líder palestino. La regla general en el pasado era que ningún país se acercaría a Israel si los palestinos no lo aprobaban.
No se puede exagerar el logro de Donald Trump y sus asociados al lograr que Dubai, Bahrein, Abu Dhabi y Marruecos firmaran acuerdos de paz formales con Israel a través de los Acuerdos de Abraham. Personalmente, nunca pensé que conocería ninguno de esos países, pero compañías como Emirates, que alguna vez se negaron a permitir que portadores de pasaportes israelíes subieran a sus aviones, hoy sirven comida kosher en sus vuelos diarios hacia y desde Israel.
Tanto el gobierno como el pueblo de Israel estuvieron mayormente inclinados a que se creara un Estado palestino y lo demostraron en varias oportunidades, pero la dirigencia palestina se opuso a todas las propuestas, lo que demuestra que en realidad no es lo que buscan
(Imagen: www.e-ir.info)
Los líderes de esos países, después de 70 años de doblegarse ante los palestinos y prometer no actuar sin su aprobación, finalmente se dieron cuenta de que sus intereses financieros, militares y tecnológicos se beneficiarían a través de relaciones directas con el Estado judío. Las conversaciones de paz entre Arabia Saudita e Israel supuestamente se encuentran en estado avanzado y, por primera vez, un ministro israelí encabezó oficialmente una delegación a una reunión en la capital saudita. Mi asesor contable cuenta que un amigo suyo llevaba una kipá en la cabeza y caminaba sin ser molestado por Riad. Una vez más, eso es algo que jamás hubiera imaginado. Todavía recuerdo cuando a un senador estadounidense no judío no se le permitió ingresar a Arabia Saudita para visitar a las fuerzas estadounidenses durante la Operación Tormenta del Desierto, porque tenía un sello israelí en su pasaporte. Solo un nuevo pasaporte de emergencia de la embajada estadounidense le permitió ingresar al país. ¡Cómo han cambiado los tiempos!
Entonces, ¿dónde deja eso a los palestinos? Prácticamente en el polvo. Todos los países que anteriormente los financiaban y decían que no habría paz antes de que los palestinos lograran sus deseos los han dejado atrás. Esos países se han dado cuenta de que un Irán nuclear y un Israel de alta tecnología requieren hacer nuevos cálculos. Se han realizado convenios e inversiones por miles de millones entre Israel y sus socios del Acuerdo de Abraham, y decenas de miles de israelíes han visitado países que hace solo algunos años estaban formalmente en guerra con el Estado judío. Los palestinos exageraron, esperando que los países se negaran a sí mismos para siempre el poder adquirir equipo militar avanzado y tecnología agrícola, mientras que el intransigente Arafat y su sucesor, de disposición similar, no hicieron nada para promover la paz con Israel.
Los líderes de varios países árabes, después de 70 años de doblegarse ante los palestinos y prometer no actuar sin su aprobación, finalmente se dieron cuenta de que sus intereses financieros, militares y tecnológicos se beneficiarían a través de relaciones directas con el Estado judío
Los palestinos esperaban que sus hermanos árabes siguieran esa línea para siempre, mientras que los líderes árabes se daban cuenta de que ya no podían seguirse autoexcluyendo de los posibles frutos del conocimiento y la inteligencia israelíes. Los Acuerdos de Abraham fueron un terremoto para los palestinos; un acuerdo de paz entre Arabia Saudita e Israel con plena normalización, vuelos, inversiones e intercambio tecnológico sería un tsunami que azotaría Ramala.
El quid de la cuestión es que a lo largo de décadas, los países árabes nunca se preocuparon por los palestinos. Una vez empleamos a un carpintero palestino de Hebrón, que contó que durante su estancia en Arabia Saudita los lugareños trataron a sus ovejas mejor que a él y a sus compañeros palestinos. El Líbano recuerda que Arafat y sus combatientes desestabilizaron ese hermoso país y ayudaron a hundirlo en 15 años de guerra civil. Incluso hoy, las fuerzas libanesas tienen que lidiar con la violencia en los campos de refugiados palestinos (que existen desde hace casi 80 años, pues los libaneses no tienen ningún interés en darles la ciudadanía). El miedo a Arafat y a sus asociados terroristas hizo que los países siguieran la línea; Incluso después de su muerte y el ascenso de Mahmud Abbas, los países árabes desconfiaban de cruzarse con los palestinos. El infrecuente caso de un atleta israelí jugando en un país árabe, o de algunos contenedores de productos israelíes apareciendo inesperadamente en uno de esos países, daba lugar a denuncias y promesas de que eso nunca volvería a suceder.
Estados Unidos, tan poco creativo como siempre, seguirá hablando de “dos Estados para dos pueblos”. Los Estados árabes de la región ya se dieron cuenta de que ese tren salió de la estación hace mucho tiempo
Los únicos países que realmente se preocupan por los palestinos son las potencias occidentales. Estados Unidos y los miembros del “Cuarteto” siempre están repitiendo el mantra de “dos Estados”, aunque aquí nunca podrá haber dos Estados, y no por falta de bienes raíces. Los palestinos no reconocen a Israel como Estado judío, y continuamente presentan exigencias sobre Tel Aviv y Haifa en los mismos términos utilizados para Gaza y Cisjordania. Los palestinos no reconocen ningún derecho de Israel a existir, y precisamente esta semana la principal organización estudiantil palestina en Estados Unidos celebró el comienzo de la Segunda Intifada hace 23 años. La intifada estuvo dirigida contra civiles; los palestinos no atacaron objetivos militares o gubernamentales: hicieron estallar autobuses, dispararon contra vehículos particulares y se detonaron en cafés y hoteles abarrotados de gente. Son asesinos de mujeres y niños y no tienen moral alguna. No se pueden comparar los ataques israelíes contra la infraestructura terrorista palestina y sus daños civiles colaterales, con ataques intencionales contra civiles de la manera más depravada posible. Me reuní la semana pasada con el médico que me extrajo un tornillo del brazo tras un atentado suicida en el centro de Jerusalén. Los palestinos quieren matar judíos y destruir a Israel. Esa es la suma total de su política exterior.
Lo palestinos no tendrán un Estado. No poseerán armamento pesado en unas fuerzas armadas reales. No controlarán fronteras internacionales como las de Jordania y Siria. Estados Unidos, tan poco creativo como siempre, seguirá hablando de “dos Estados para dos pueblos”. Los Estados árabes de la región ya se dieron cuenta de que ese tren salió de la estación hace mucho tiempo. Es posible que algún día los palestinos despierten y traten de conseguir el mejor acuerdo posible. Hasta entonces, pueden confiar en que Estados Unidos impulse algo que nunca sucederá. Los israelíes pagarán el precio de que Washington atienda las fantasías palestinas. Estados Unidos debería aprender del pragmatismo de los signatarios del Acuerdo de Abraham, y dejar de impulsar la creación de un Estado palestino.
*Bioquímico e inventor estadounidense-israelí que cuenta con más de 150 patentes. Durante la Segunda Intifada resultó herido de metralla en un atentado suicida en Jerusalén.
Fuente: Jewish Press (jewishpress.com).
Traducción y versión Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita.