No cabe la menor duda de que uno de los desafíos más grandes de nuestra generación es la continuidad judía de nuestra familia y de nuestra comunidad. No por las conversiones forzadas a otros credos, ni por la violencia, ni por las persecuciones mortales. Este desafío se caracteriza por el decaimiento de una identidad judía genuina y duradera.
Justamente en la parashá Vayejí hay un versículo que llama mucho la atención, y del cual podemos aprender lo que sucede en estos tiempos. Antes de que Yaacov se encontrara con Esav, Yaacov pronuncia una plegaria: «Sálvame por favor de la mano mi hermano, de la mano de Esav». ¿Acaso no sabemos que el único hermano que tenía Yaacov era Esav? Entonces, ¿por qué tiene que especificar «de la mano mi hermano, de la mano de Esav»?
El Or Jayim Hakadosh explica que Esav podía aparentar venir hacia él como un hermano (que lo quiere y estima) y aprovechar para hacerle daño; o podía venir como Esav el malvado (al descubierto). De cualquier manera era peligroso. De hecho, Yaacov primero pidió que lo salvara si venía como «su hermano».
Sucede lo mismo cuando la identidad del yehudí se ve amenazada. A veces es por la fuerza, por medio de la violencia, y otras veces porque adoptar las filosofías y estilos de vida de otras sociedades y culturas parece muy atractivo, y sin darnos cuenta vamos dejando lo nuestro. En una o dos generaciones, estas actitudes, en muchos casos, resultan en la asimilación total.
Se puede ser abiertos a otras culturas e ideas; sin embargo, debemos estar alertas y saber el valor de lo que es nuestro, preservándolo tanto como sea posible por medio de una educación judía de excelencia, y viviendo comprometidos con nuestro legado, a veces sacrificando cosas que aparentemente tienen un valor más elevado.