Hapoel Katamon de Jerusalén no tiene hinchas. Tiene miembros, que son su esqueleto, su fuerza vital y, básicamente, su alma. Se dicen tolerantes y pluralistas y luchan, en una ciudad dividida, contra la homofobia y el racismo. Por eso, su ausencia en el fútbol pos-coronavirus deja un hueco que se siente más allá de las butacas vacías.
Es miércoles, 19 de febrero, y la lluvia invernal golpea fuerte en el estadio Teddy de Jerusalén. Los cerca de 300 presentes están acurrucados unos con otros en las gradas para darse calor, formando una pequeña mancha roja en medio de miles de butacas azules vacías. No saben, no se imaginan, ni siquiera lo temen, pero es la última vez que verán a su equipo en su estadio en, por lo menos, varios meses. Tampoco saben, ni se imaginan y ni siquiera temen, que deberán organizar videollamadas para pensar cómo hacer para pagar los salarios de los jugadores o para mantener sus actividades comunitarias.
La jugadora Uri Aharoni y el director general de Hapoel Katamon, Uri Sheratzky, reciben el «Escudo de Honor» del presidente Reuvén Rivlin.
(Foto: Kobi Gideon)
El equipo, primero en Israel en ser regentado por sus aficionados, y que hoy pelea por ascender a la primera división, regresó este 1° de junio a las canchas tras el primer fin de semana de fútbol profesional en Israel desde su suspensión a principios de marzo. Fue una victoria por 1-0 para el Katamon, creado en 2007 por hinchas del ahora desaparecido Hapoel Jerusalén, con una ideología ligada al sionismo socialista y una concepción cooperativista que chocaron con los manejos de la dirigencia del club.
Aunque los tiempos en los que al finalizar los partidos se cantaba el himno de la Internacional Socialista hayan quedado atrás, y el mensaje hoy sea uno de tolerancia a todas las ideologías e identidades, algunos aficionados siguen alternando sus banderas rojas y negras características con otras con mensajes anticapitalistas y símbolos anarquistas y comunistas. Para Oren Feld, socio del club, estos ya no son representativos, ya que «Katamon también tiene aficionados liberales, centristas y de derecha», aunque todos comparten un mensaje: no al racismo y no a la homofobia.
Él prefiere la palabra «pluralista», y más que en el aspecto político, pone el foco en el área social de la institución que, aunque ahora se haya interrumpido por la pandemia, es uno de los pilares fundamentales del Katamon.
Una competición semanal entre equipos integrados por personas con discapacidad, una escuela de fútbol donde jóvenes en situación de riesgo reciben apoyo escolar y una liga de barrio que mezcla a niños musulmanes, judíos y cristianos de más de 25 escuelas de la ciudad, son algunas de las principales iniciativas que posicionan al club como un actor comunitario más que como un simple equipo de fútbol.
Durante los meses de confinamiento por la COVID-19, el Katamon llevó a cabo múltiples actividades para recaudar fondos con el fin de ayudar a algunas de las comunidades con las que colabora, y gestionó una enorme red de voluntarios que se encargaron de comprar provisiones para personas en situación de riesgo.
Kike Rosenburt, argentino-israelí que sigue al equipo desde su fundación, se enorgullece de que de los cerca de 900 socios del club casi 50 sean latinos, algo que lo llevó a crear la peña Latinos de Katamon, que se hizo presente durante la reciente visita del presidente argentino Alberto Fernández al país, de donde se llevó una camiseta y una bufanda rojinegras y se declaró «hincha del Katamon».
Inicialmente atraído por los valores comunitarios del club, Kike destaca sobre todo su manejo democrático y horizontal, su defensa de los derechos de la comunidad LGBT y del rol del la mujer en el fútbol israelí, algo que queda plasmado en el hecho de que el equipo tenga hoy a la primera presidenta mujer en la historia de los clubes de fútbol del país.
Shay Aharon, máximo goleador y actualmente director deportivo del club, agrega en este sentido que la escuela de fútbol femenino del Hapoel Katamon es cuna de uno de los mejores equipos israelíes de mujeres y lleva el nombre de Shira Banki, joven asesinada por un judío ultraortodoxo durante el desfile del orgullo gay de Jerusalén en 2015. «La historia de este club es una historia de gente, gente simple, que cambió su realidad a través del fútbol», señala Aharón, quien en 2010 pasó del Hapoel Jerusalén al Katamon, donde cobra un sueldo mucho más bajo y en una liga muy inferior, algo que quedó grabado en la memoria de los hinchas.
Uno de los puntos sobre el que más insiste el directivo es la unicidad de Katamon como institución en Jerusalén, como proyecto deportivo construido a pulmón, como espacio comunitario y social y, principalmente, como única alternativa al poderoso Beitar Jerusalén, el club más importante de Israel, conocido por el racismo de una parte de sus aficionados y su política de no contratar a jugadores árabes.
«En las escuelas, los padres de chicos jóvenes se están acercando al Katamon. La gente se fija en nuestros procesos, ven que creemos en la gente como personas, y les damos herramientas para desarrollarse como futbolistas. Aquí no importa tu color, si tienes dinero, tu religión o de dónde seas; si quieres jugar al fútbol, este es el lugar», cierra Aharón.
Fuente: EFE y Aurora. Versión NMI.