«La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido».
Leonard Bernstein
Comisión de Cultura de la UIC
La música es una aliada inseparable del ser humano, banda sonora que nos ampara desde la mocedad hasta la senectud. Esta cualidad se vincula de manera estrecha con la unión fraternal que siempre ha reinado en el pueblo judío; interpretada en sinagogas, en Shabat, en las Zemirot, y por aquellos que eran llevados a la muerte en la Shoá o en sus múltiples persecuciones a lo largo de la historia; porque la música no es un ente ajeno a los eventos políticos, históricos o sociales, y en lo que respecta a la vertiente judía, estas circunstancias la han modelado de manera definitiva.
Enraizado en el Medio Oriente, específicamente en el período bíblico, hallaremos el punto de partida de los cimientos musicales judíos. Los éxodos posteriores trascenderán las fronteras geográficas, propiciando una síntesis (ya en condición de exiliados) con manifestaciones foráneas en un lapso de 2000 años. A partir de la presencia en un mar cultural diverso, y sin perder ni un ápice de su identidad, los judíos irán integrando elementos ajenos a su corriente principal antes de sucumbir absolutamente a toda influencia externa. La música del judaísmo errante, es, en esencia, intercultural.
Con Las notas judías nos hemos propuesto trazar una cartografía del amplio e inconmensurable espectro musical del quehacer del “pueblo elegido”. Desde tiempos inmemoriales en parajes remotos, evocando los dulces tañidos de la lira de David, pasando por los cantos, tanto religiosos (piyut, nigun) como mundanos (klezmer), impregnados de los ecos del destierro en el destino de turno; hasta asistir al deslumbramiento ante genuinas cumbres del firmamento melódico, desde las cotas más elevadas de la música académica (Mahler y Mendelssohn, por citar dos nombres), siempre en alegre contrapunto con lo netamente popular (los gasn nigun: melodías callejeras que se escuchaban en los desfiles o cuando se acompañaba a los novios en una boda), una constante que se prolongará a través de los años, como podemos advertir en fenómenos masivos como el solemne God Bless America, del incombustible Irving Berlin; los ritmos rabiosamente frenéticos de Rhapsody in Blue, de George Gershwin; las volcánicas creaciones del poliédrico Leonard Bernstein; el pop edulcorado del Brill Building; desembocando en los acordes de una guitarra en ristre, voz desgarrada, pelo enmarañado y letras como puños de un tal Bob Dylan, anunciando que “los tiempos están cambiando”.
Con ocasión de la celebración de los 70 años de Israel, pasamos revista a la compleja mezcla de elementos provenientes de las culturas del Medio Oriente y de los judíos europeos; el legado de cada oleada de inmigrantes, y el aporte de estilos autóctonos al rico escenario musical israelí.
En nuestros lares no vamos a la zaga. El abanico de estilos y ritmos es largo y tendido; de la impagable labor de difusión de la tradición sefardita por parte de Esther Roffé, pasando por el brillante legado del cantautor Ilan Chester (el mote de “el músico de Venezuela” es más que elocuente); los contagiosos sones de Alberto Slezynger con su grupo Daiquirí; las estremecedoras baladas de Karina; la tesonera labor educativa de Harold Vargas; la presencia del grupo vocal Koléinu… Valiosas figuras que han contribuido de manera significativa al panorama musical judío venezolano.
La música no para. Estos vertiginosos años que llevamos de tránsito en la aldea global del siglo XXI, nos encuentran sumergidos en una vorágine de ofertas sonoras, gracias a la presencia de las nuevas tecnologías; así que no tienen excusas: pueden conmoverse hondamente con el soul electrizante de Amy Winehouse, “echar un pie” en la pista de baile al compás febril del DJ David Guetta, o simplemente llenarse de gozo, cantando a todo pulmón el Hava Naguila… el asunto es que nadie permanezca indiferente ante el vibrante palpitar de Las notas judías.
La idea de Las notas judías surge a raíz de la inquietud de Emanuel Abramovits, de realizar una exposición a partir de las investigaciones que ha desarrollado en la última década sobre el aporte del talento judío en la música popular del siglo XX, premisa que se fue tornando más ambiciosa, hasta llegar a la conclusión de que el evento también resultaba propicio para pasar revista a los momentos estelares del hecho musical judío en todas las épocas. Así, con la coordinación de Olga Hariton (quien también llevó la batuta en cuanto al diseño gráfico de la exhibición), el trabajo mancomunado de Sonia Zilzer, Néstor Luis Garrido, César Núñez (en la recopilación de información y redacción de los textos) y Nelson Hariton en la elaboración de la parte audiovisual, fue tomando cuerpo esta muestra que aspira a satisfacer por igual a melómanos avezados y a aficionados advenedizos, con el inconmensurable legado musical del pueblo elegido.