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"Y el fuego eterno arderá sobre el altar, no se apagará…”
Las porciones de la Torá que estamos leyendo estas semanas nos indican sobre la naturaleza, los tiempos y las modalidades de cada uno de los sacrificios ofrendados en el Santuario de Dios, el Tabernáculo. Pero por sobre todas las cosas, la Torá exige que el fuego que se encontraba sobre el altar de cobre –el altar del sacrificio, öla– no debía extinguirse jamás. Quien se atreva a apagar una sola braza de él, incurriría en una grave falta explícita de la Torá.
No solamente el fuego debía permanecer encendido cuando el Tabernáculo se encontraba armado y las faenas de los cohanim en proceso, sino también cuando todo estaba desmontado y se encontraban trasladándolo por el desierto. El talmud Yerushalmi dice que le ponían un recipiente sobre él para evitar que el viento lo apague. Dice Rabí Moshé Rotenberg, ZT”L: “Este fue siempre el camino del judaísmo fiel a sus principios durante todas la generaciones y durante todos los tiempos: construir los elementos necesarios para cuidar que el fuego sagrado del judaísmo no se apague, inclusive a lo largo de los exilios y persecuciones. Hay una frase clave en lo referente a la situación presente del judaísmo: quien rompa esos recipientes –los que cuidan el fuego– apagó directamente el fuego. Comenzaron los tzedukim (quienes negaban la tradición oral de la Torá) y continuaron después distintas corrientes reformistas hasta que, aún en nuestros días, existen sectores de las comunidades nuestras, afanados en abrir huecos en los recipientes que conservan el espíritu del judaísmo”
Es verdad, los tiempos cambian, no podemos ser indiferentes a los cambios mundiales, al avance tecnológico ni al fenómeno de globalización: así es nuestro mundo en estos días. No obstante, es imprescindible contar con una opinión rabínica que nos guíe dentro del mar de lo moderno y nos ayude a utilizar de la mejor manera los recursos que se innovan día a día.
Las herramientas que el mundo entero pone a nuestra disposición de acuerdo con nuestra visión de las cosas y en función de nuestros principios podrían ayudarnos a crear nuevos recipientes que cuiden y protejan nuestros ideales milenarios o, Dios no lo quiera, a romperlos y exponer lo más querido por nosotros a los vientos de cambio, los cuales podrían apagar y enfriar el fuego que arde en el corazón de todo judío.
“El fuego arderá eternamente…” si no lo apagamos con nuestra indiferencia y falta de interés en nuestras tradiciones.
Shabat Shalom
Yair Ben Yehuda
«Y el fuego eterno arderá sobre el altar, no se apagará…”
Las porciones de la Torá que estamos leyendo estas semanas nos indican sobre la naturaleza, los tiempos y las modalidades de cada uno de los sacrificios ofrendados en el Santuario de Dios, el Tabernáculo. Pero por sobre todas las cosas, la Torá exige que el fuego que se encontraba sobre el altar de cobre –el altar del sacrificio, öla– no debía extinguirse jamás. Quien se atreva a apagar una sola braza de él, incurriría en una grave falta explícita de la Torá.