Escribo estas memorias sin todavía interiorizar tu partida física, algo que a todos nos cuesta y nos costará. Aparte de tener el zejut (mérito) de ser mi primo hermano, maestro y amigo, fuiste un yehudí íntegro y cabal, sin envidias, bondadoso, ejemplo a seguir en todos las áreas de la vida.
Recuerdo cuánto me gustaba trasportarme en el tiempo y que me relataras las vivencias de tu infancia en Tetuán, y como era la vida ahí y en Caracas a tu llegada, con nuestra bella familia. Cómo disfrutaba esos recuerdos, y cuánto me reía.
Cuando estaba o iba a Caracas a pasar la festividades, mis amigos me preguntaban “¿A qué tefilá estas yendo, que no te veo?”, y con solo pasar un segundo ellos mismos se respondían “Ah, claro a Maripérez, por tu papá y por los shiurim de tu primo David”. El camino a Maripérez es largo, pero para disertar de varios tópicos de la Torá contigo se me hacía corto. Qué deleite era el trayecto con tus enseñanzas.
Fuiste un gran defensor de nuestras ancestrales y folclóricas tradiciones. Me encantaba ver cómo las defendías a capa y espada, desde la mas conocida hasta el taam de una palabra de la Torá o el acento de la pronunciación de Rashí, en la “í”.
Qué gran embajador fuiste del Jumash con Rashí; lo elevabas a un nivel tan supremo que nos proporcionaba un gran regocijo a todos los presentes en tus shiurim, por el enfoque tan actual y profundo que nos ofrecías de la Parashá, son conceptos que muy pocos pueden trasmitir. Desafortunadamente el estudio de Jumash se limita más cada día, a simplemente extraer lecciones de musar; contigo experimentamos que es mucho más que eso.
Tus shiurim siempre estaban acompañados de tu alegría, reflejada en tu sonrisa bien recordada por todos, que fue una de las muchas cosas que heredaste de tus siempre alegres padres, a quienes recordabas con respeto y gran admiración.
Cómo te entregaste a tu comunidad, y en especial a la AIV, desde irte con tus padres para oficiar en las festividades a la kehilá de Valencia hasta oficiar en la imponente sinagoga Tiféret Israel de Maripérez, hacia la cual caminabas noche, mañana y tarde, para ensalzar de manera única los Shabatot y fiestas. De más está decir los shiurim: aunque la gente no lo creía, todas la semanas después de Arvit habían shiurim, con público de más de minian.
No sé que haré ahora con mis dudas sobre la Parashá, y los temas filosóficos de nuestra sagrada Torá. Entiendo ahora de otra manera la berajá que decimos en la mañana: “Bendito eres tú, Rey del Universo, quien abre los ojos de los ciegos (pokéaj ivrim). Así me sentía después de terminar de escucharte, era asombroso lo que aprendía.
También entiendo ahora otra expresión de la Guemará, que dice «o mi compañero de estudio o la muerte» (o jabruta o mi tuta), ya que así se siente uno cuando no tiene un compañero para estudiar, esclarecer y aprender conceptos nuevos. Así era cuando uno estudiaba contigo, de verdad salía uno alegre, vivo, por tanto que nos dejabas.
Aunque al principio escribí que no puedo asimilar tu partida física, sí me puedo imaginar el recibimiento en los shamáim, de Hashem primeramente, de Rashí, de Rambam, de Yehuda Halevy, de los jajamim de Marruecos, de Nehama Leibowitz; qué honor te habrán hecho, y bien merecido que lo tienes.
Quien nunca escuchó el estruendo de tu shofar lo puede escuchar ahora de tu bejor Yaakov (hasta 120 años).
Desde lo más alto en que sé que estas, seas rogadero por tu esposa, hijos y nueras, nietos, tíos, primos y el kahal kadosh de Maripérez, nuestra buena y bella kehilá, por todo Am Israel, por Venezuela y por todos tus alumnos.
¡Jazak ubaruj!