Mmm, me interesa el título. Luego lo leo. Mañana, tal vez.
La verdad es que esto es algo que nos sucede todos los días con actividades específicas dentro de una lista de quehaceres. Las posponemos mentalmente, y las ubicamos en un subtítulo: “Futuro”, Procrastination list, que quién sabe cuándo las haremos. Tenemos cita con el dentista y cuando nos llaman a confirmar, decimos: “Cámbiela para la semana que viene”. Hay algo dentro de nosotros que nos dice: “No, en este momento no tenemos suficiente coraje, tiempo, paciencia”, entre otras excusas sin fundamento. Y las actividades van desde el álbum de fotos que queremos hacer, llevar un estilo de vida saludable, la superación espiritual y la lista es larga.
Empiezo la semana que viene, el mes que viene. Y así estamos. Mientras tanto, escogemos en su lugar actividades que nos prometen gratificación instantánea. Conectarnos a las redes sociales, entre otros pasatiempos que, luego de largas horas “sin oficio”, nos distraen de nuestra real lista de tareas.
Y la verdad es que, aunque en esta generación del facilismo tendemos a posponer cosas pendientes porque no son del todo urgentes, todo ser humano tiene una maravillosa cualidad, que se llama zrizut: agilidad, rapidez para hacer las cosas, generalmente las que más nos cuestan. Y tenerla nos lleva a completar este tipo de “asuntos postergables”, evocando en nosotros una sensación muy satisfactoria.
La Torá compara al ser humano con un árbol. Tu Bishvat se celebra en invierno, en una época en la cual todavía no han surgido flores ni frutos, están preparándose para emerger; sin embargo, el crecimiento está adentro, no ha llegado a exteriorizarse. Muchas veces en nuestras vidas los actos de zrizut son muchos, sin embargo el resultado aún no se ve. El cambio se verá a la larga, así como en las plantas. En ocasiones el resultado no es proporcional al esfuerzo. Y por ello, muchas veces nos rendimos. Vivimos en la época de la inmediatez, donde el resto del mundo puede enterarse de qué estamos cenando, dónde y con quién, en un solo clic. Entonces también queremos ver los cambios así. Sin embargo, se requiere de pequeñas incomodidades en el presente para escoger lo que queremos más, por encima de lo que queremos ahora.
Así son las plantas. Se riegan día a día, muchas veces sin resultados instantáneos. Sembrar es justamente lo contrario a postergar. Es actuar hoy sabiendo que los frutos tardarán en llegar, y sin embargo actuar. Tal como rezar, o como hacer una pequeña actividad de la que tu cerebro tiende a decir: “Ahora no, ¿para qué?, no va a hacer la diferencia, deja eso como está, imprime las fotos otro día, ¿por qué empezar ejercicios a mitad de semana?”. Y no. Justamente los cambios se ven cuando más nos cuesta hacerlos. Y esas ganas de postergar, vencidas por la misma acción, nos dan una sensación de valentía inigualable. El hecho de haber vencido esta vez se graba en nuestro cerebro, y la siguiente vez ya no nos dará tanta flojera, angustia, ganas de dejarlo para después.
Y así crecemos, como los árboles, día a día, hasta que nos damos cuenta de que somos más fuertes que aquello que queríamos dilatar en el tiempo.
En determinados momentos, aun en condiciones adecuadas, pareciera que el árbol ralentiza su crecimiento, o hasta lo detiene. Cuando transitamos distintas pruebas en la vida, eventualmente podemos pensar que no estamos creciendo o acercándonos a donde queremos llegar. Sin embargo, aunque tengamos momentos débiles y pensamos haber caído, internamente crecimos y es solo a posteriori que puede notarse ese crecimiento. Vemos que realmente sí estábamos sobrellevando la prueba. Nuestra puntuación en el manejo de la vida no se evalúa de manera binaria, ni tampoco tiene que ser de subida continua. Hay altos y bajos, y conviene más aceptarlos y fluir con ellos.
Si trabajamos constantemente en la búsqueda de nuestros objetivos personales, alineados con el manual de vida que nos dio nuestro Creador, tendremos frutos. En las condiciones adecuadas para la germinación, sabemos que toda acción tiene repercusión. Cada día que realicemos esfuerzos que parecen inalcanzables, el resultado será positivo.
Consistencia, constancia y coraje nutren nuestro crecimiento. Nos mantienen firmes. El crecimiento es lento y sutil, sin embargo es crecimiento. Requiere de paciencia y de perseverancia. Pequeños actos que parecen insignificantes son los que diferencian a un ganador de un perdedor.
Cada gota de agua hace la diferencia sobre la planta. Asimismo, cada paso produce un impacto en nuestro camino hacia ser mejores. Puede que un rezo más haga la diferencia, pero que todos los anteriores hicieron que este fuera el que, sumado a ellos, hiciera el cambio que necesitabas.
Completemos aquellos “postergables”. La recompensa inmediata al hacerlo es buena, pero la que se ve al final, una vez que agradeces el hecho de ver que tu asunto fue resuelto por ti, es maravillosa; es como regalarte un obsequio de ti para ti. El fruto de tus esfuerzos, sobre todo de aquellos que no pensabas hacer o que pensabas dejar para después, es espectacular.
Hazorim bedima, berina iktzoru: “Los que siembran con lágrimas, cosechan con alegrías”.