El 27 de enero de 2014 nos despedimos de mi abuela Trudy Spira, emblemática embajadora de los sobrevivientes de la Shoá, comprometida a educar al mundo sobre la reciente historia de nuestro pueblo. Las tropas soviéticas la liberaron en Auschwitz el 27 de enero de 1945. Ella siempre consideró el 27 de enero como su segundo cumpleaños. A pesar de su traumática experiencia, mi abuela tuvo un mensaje muy particular de amor y gratitud; en vez de concentrarse en el mal que le hicieron, se dedicó a demostrar que seguimos aquí y que hemos logrado mucho a pesar del intento de aniquilarnos como pueblo.
Supimos que mi abuela influyó en mucha gente a través de sus charlas y entrevistas, dentro y fuera del país. Supimos también que la compartíamos con un sinnúmero de personas que la quería como su madre o hermana. Pero creo que nunca logramos entender el verdadero alcance de su legado, hasta luego de su fallecimiento. En sus últimos momentos la cuidamos sus hijos, nietos y hermano, y le dijimos cuán orgullosos estamos de ella.
Trudy Spira fue la inmigrante que siempre agradeció a Venezuela por recibirla con los brazos abiertos. Junto con su esposo Alfred, formaron en este bello país una hermosa familia con dos hijos, a quienes educaron en el camino del bien y de la práctica orgullosa del judaísmo. La abuela amaba con pasión a su esposo, a sus hijos, yerno y nuera, y a sus cinco nietos, quienes eran su mayor orgullo.
Trabajó con dedicación para ambas comunidades de la kehilá, y se dedicó con pasión a educar a las nuevas generaciones, judíos y gentiles, para que eventos como la Shoá, y la persecución de minorías no ocurriesen nunca jamás.
En ella el mundo tuvo una mujer excepcional, cuyo mensaje de esperanza y optimismo en el hombre y en la humanidad debe multiplicarse para que las persecuciones a las minorías dejen de ocurrir.
Por Bernardo Margulis